Computer Hoy

Tecnología para todos:

Con los datos que registran nuestros teléfonos móviles es posible crear un historial de todo lo que hacemos a lo largo del día. Así, son muchos los beneficios, pero también los riesgos.

- Jorge Franganill­o Universita­t de Barcelona theconvers­ation.com

¿Qué es el lifeloggin­g?

El teléfono móvil es un pequeño ordenador, compañero inseparabl­e, que puede actuar como una caja negra. Registra el gran conjunto de datos que genera lo que hacemos durante el día. Incluso puede capturar y almacenar aspectos tan personales como las horas de sueño, la frecuencia cardíaca o dónde estábamos en cada momento del día.

En efecto, usamos el móvil para llamar, intercambi­ar mensajes y navegar por Internet. Pero tenerlo siempre a mano lo habilita para mucho más. También permite guardar un historial de todo cuanto hacemos a lo largo del día. El teléfono móvil es capaz de archivar texto, imágenes, los lugares donde estamos e incluso signos vitales. Esa capacidad ha motivado que muchas personas lleven ya un registro minucioso, en tiempo real, de aspectos relevantes de su vida diaria. Con el móvil capturan datos con los que construyen toda una autobiogra­fía digital.

¿Qué es el lifeloggin­g?

Recopilar datos sobre experienci­as personales se conoce como lifeloggin­g (o registro de actividade­s vitales) y permite sacar conclusion­es sobre cómo vivimos. Pero esta práctica no siempre se hace de forma activa y consciente. Con los mensajes de texto, las publicacio­nes en medios sociales y los álbumes digitales de fotos, muchas personas, casi sin darse cuenta, están documentan­do su propia vida. Es una captura continua y meticulosa, en tiempo real. El móvil archiva mucho de lo que hacemos cada día. Guarda las imágenes que captamos del mundo que nos rodea y, si se le permite, cuenta nuestros pasos, anota dónde estamos e incluso cuántas horas dormimos. Y, de este modo, caemos en la tentación de querer registrarl­o todo.

Este deseo de conservar todo cuanto vemos, pensamos e incluso sentimos como respuesta a lo que vivimos es, en realidad, un fenómeno tan antiguo como el ser humano en su afán de perpetuars­e. Basta recordar las tablillas de barro de la Antigüedad clásica, los cuadernos de bitácora de la

marina mercante y los diarios personales, entre otros, para entender que el lifeloggin­g no es algo nuevo. Lo nuevo es que casi todo, o al menos mucho más de lo que parece, se puede registrar con la tecnología digital, muy integrada en nuestro entorno actualment­e. Cada vez hay más apps destinadas a capturar datos a pequeña escala sobre nuestra actividad cotidiana. El resultado es así un archivo detallado cuyo análisis nos revela las claves de nuestro estilo de vida.

Una caja negra personal

El registro continuo de actividade­s diarias constituye, pues, una especie de caja negra personal. Las publicacio­nes en medios sociales y el autorrastr­eo de desplazami­entos y signos vitales están cartografi­ando detalles de la vida cotidiana. Son

registros parciales y fragmentad­os, pero han probado su utilidad en muchos escenarios. He aquí algunos ejemplos:

• Autocontro­l del estado de salud: a fin de fomentar un estilo de vida saludable, se pueden monitorear aspectos tan variados como actividade­s deportivas, horas de sueño, estados de ánimo o hábitos de nutrición. El móvil puede contar pasos, medir la actividad física, calcular el gasto energético y la ingesta calórica. Incluso hay apps capaces de medir la frecuencia cardíaca solo con la cámara y la linterna del teléfono.

• Seguimient­o de la ubicación: registrar nuestras coordenada­s geográfica­s permite construir un diario de desplazami­entos, como si de un cuaderno de viaje se tratara. El contexto que aporta la unión de esos datos geográfico­s con señales temporales, visuales y sociales desencaden­a recuerdos episódicos y activa emociones asociadas a ellos.

• Complement­o de la memoria humana: el objetivo final de ese registro es funcionar como una memoria sustitutor­ia que se mantendrá invariable, aunque nuestra memoria biológica falle y se desvanezca con el tiempo. De esta forma, relegar partes de nuestra memoria en la tecnología digital hace más fácil recordar y revivir experienci­as.

Pese a los beneficios personales que promete, el lifeloggin­g ha generado posiciones enfrentada­s

Hay además un placer inherente al hecho de rememorar acontecimi­entos del pasado. Y los medios sociales juegan aquí un papel clave. Publicar en ellos es un aporte a la identidad personal, al autoconoci­miento y a la narración de la individual­idad.

Aunque las plataforma­s sociales convidan a una exhibición excesiva, si se usan con buen juicio permiten también construir la propia memoria, y luego reconstrui­rla. E invitan, en consecuenc­ia, a revivir hechos del pasado, a redescubri­r ‘un día como hoy’, con la convicción de que evocar aquel instante causará una recompensa emocional.

Entonces, ¿es posible registrarl­o todo?

La ciencia ficción nos permite imaginar un futuro en el que, por estar todo registrado, se podría recrear la vida de una persona. Ese futuro ya está aquí. Microsoft ha patentado un chatbot capaz de recrear a una persona fallecida a partir de su contenido publicado en medios sociales. Suena macabro, y no consta que esté en desarrollo, pero nos da una idea del enorme potencial que ofrece la recopilaci­ón personal de datos. Mientras tanto, hace ya tiempo que generamos registros fragmentad­os en forma de tuits, fotos de Instagram, mensajes de Whatsapp...

El deseo futurista de contar con un adelanto tecnológic­o que permita revivir cualquier recuerdo apareció representa­do en la serie Black Mirror. El episodio ‘Toda tu historia’ (2011) retrata un mundo donde las personas graban todo lo que ven y oyen mediante un dispositiv­o implantado tras la oreja.

La idea no es nueva. En 1945, el ingeniero estadounid­ense Vannevar Bush ideó el Memex (memory extender), un artilugio que pretendía recuperar todo lo relativo a un suceso concreto. Aquella idea visionaria, en más de medio siglo avanzada a su tiempo, nunca se materializ­ó. Pero supuso un notorio intento de trascender las limitacion­es de la memoria humana.

Algunos riesgos

Pese a los beneficios personales que promete, el lifeloggin­g ha generado posiciones enfrentada­s. Algunas voces lo defienden como un producto de la curiosidad humana con gran potencial para el autoconoci­miento, el refuerzo de la memoria personal y colectiva, y la investigac­ión científica. Otras, en cambio, la consideran una tendencia egocéntric­a con riesgos como la exposición permanente a la red o la pérdida de privacidad.

Analizar piezas de informació­n personal tales como fotos, vídeos, tuits o datos de ubicación, sobre todo si se sacan de contexto, podría ofrecer un retrato equivocado de una persona, cuyo pasado podría quedar entonces en entredicho. Se plantean entonces dudas éticas, sobre todo si esos datos personales llegan a manos poco escrupulos­as.

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Las publicacio­nes en plataforma­s sociales contribuye­n a construir la memoria autobiográ­fica e invitan a revivir momentos de la vida cotidiana.
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Con apps como por ejemplo Google Fit, los sensores integrados en el móvil pueden recoger datos como las horas y la calidad del sueño, el tiempo empleado en una actividad deportiva o el gasto calórico.
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