Condé Nast Traveler (Spain)

Tres tickets para el Tibidabo

Cecilia Gómez, Karina Kolokolchy­kova y David Verdaguer nos recuerdan a esos viajeros a ninguna parte que describió Fernando Fernán Gómez. Su final feliz aquí fue acabar en los coches de choque.

- CÉSAR SEGARRA ANA DE GREGORIO Fotos Estilismo

Cecilia Gómez, Karina Kolokolchy­kova y David Verdaguer protagoniz­an esta sesión de fotos en uno de los parques de atraccione­s más emblemátic­os del país.

Pregúntale a un barcelónes si ha pisado alguna vez el Parque de Atraccione­s del Tibidabo y te responderá que algunos de sus recuerdos más kitsch y familiares se forjaron entre un carrusel y una noria. La nostalgia, estrictame­nte ligada con los lugares que se han visitado alguna vez en la vida, es algo que, por más que lo intentes, siempre termina persiguién­dote. Este particular meollo de atraccione­s para niños (y no tan niños) que ha sabido perdurar generación tras generación es el enclave perfecto para perder el miedo al vértigo y lanzarse al futuro de la mano de una nueva generación de artistas que encontraro­n, y encuentran, su punto de partida en Barcelona. Artistas bohemios como el actor David Verdaguer, modelos y actrices como Cecilia Gómez y Karina Kolokolchy­kova y fotógrafos como César Segarra –autor de estas imágenes–, son la crema catalana (nunca mejor dicho) que remueve la movida cultural que se cuece a este lado de la península y que, siempre e inevitable­mente, termina comparándo­se con Madrid. Y la verdad es... que no hay comparació­n. Porque no son iguales, no son lo mismo y eso es lo que las hace tan grandes. Tan cosmopolit­as y tan capaces de adoptar a quien las busque. Pero, ¿y si ponemos a Barcelona como nuestro punto de partida? ¿Qué pasaría? Pasaría que tendríamos que contar la historia de Karina. Ucraniana de nacimiento, sus padres se mudaron a Cartagena cuando era niña, nutriendo una necesidad de mar que ahora empieza a latir: “Barcelona me devuelve a mis raíces en Murcia y, si bien es verdad que echaba de menos Madrid cuando me mudé aquí hace dos años, ahora no podría dejarla. Es abierta... incluso arquitectó­nicamente, con sus grandes calles que, aunque el cliché diga que están llenas de turistas, si sabes por dónde meterte, logras evitarlos hasta sentirte completame­nte fuera del resto del mundo”. Su imagen robótica, casi futurista, ha sido capaz de darle la exposición internacio­nal que necesitaba (y buscaba). Así, acaba de rodar Paradise Hills junto a Emma Roberts y Milla Jovovich en el que será el primer largometra­je dirigido por Alice Waddington –trabajó con ella en el corto Disco Inferno junto a Ana Rujas– con un guion firmado por Brian DeLeeuw y Nacho Vigalondo. Huele a hitazo.

Y mientras Karina lo dejó todo para activar su estatus internacio­nal en la Ciudad Condal, Cecilia Gómez es de las que siempre vuelve a ella para encontrar el balance entre rodajes –interpreta a Eugenia en La peste– y su paz interior. “Me mudé hace dos años y medio a Madrid para perseguir mi carrera como actriz después de que Barcelona fuese la base de operacione­s de mi carrera como modelo. Mi barrio es ahora Lavapiés y no podría estar más contenta, pero siempre tengo que volver a Barcelona para encontrar la paz. Mi hiperactiv­idad me pide Madrid, pero necesito y me exijo venir a Barcelona unas tres o cuatro veces al año para relajarme”, nos relata con su hipnotizan­te acento andaluz. Pasé mi adolescenc­ia aquí y es genial poder revivirlo todo. Además, cada vez que vengo no perdono una paella en la playa y una ruta de tiendas vintage y mercadillo­s al aire libre”, confiesa. Frente a ella, que recurre a la ciudad como un escape, están los que la ven con ojos enamorados, como David Verdaguer, ganador del Goya a Mejor Actor Revelación por ese maravillos­o Estiu 1993 (Verano 1993) de Carla Simón. Nacido en Malgrat de Mar, pequeño pueblo del Maresme, se mudó a Barcelona con 17 años para estudiar teatro. Disfruta (casi) a diario recorriend­o su barrio, El Born, repasando líneas por la calle y estudiando guiones –este año han sido La importànci­a de ser Frank y Dogville para el teatro y Hago lo que quiero para el cine– en los sitios donde más a gusto se siente: los bares. “Mi técnica a la hora de trabajar es la de aprenderme el texto y currarme el personaje. Y cuando lo estudio, lo hago en los bares. Me concentro más tomando un café con gente alrededor –o, dependiend­o de la hora, un gin tonic– que en casa”, comenta con un cigarro en la mano e implorándo­nos que, por favor le demos el prime café de la mañana. “Me fascina el bar Mudanzas justo a la hora del desayuno, cuando se juntan abuelas con gente de negocios. Por la noche, Marlowe es, para mí, una de las mejores coctelería­s de Barcelona”. ¿Su bebida de confianza? “Soy muy de gin tonic de Gin Giró, la típica ginebra con la que limpian la barra. Es seca, está buena y lo mejor es que al día siguiente recuerdas por qué es mejor que las demás. También disfruto mucho del whisky en un Old Fashioned”, cuenta. ¿Y en la mesa? “Soy muy pijo comiendo y me gusta comer bien. De hecho me flipa, y hay tantos sitios en esta ciudad que no sabría por dónde empezar si me pides una recomendac­ión. Disfrutar, La Mundana en Sants, Pepa Pla, Tickets... Ahí sí que tenemos suerte”, concluye, haciendo referencia a lo que no le parece afortunado de vivir donde vive, lo único que le desajusta su plena tranquilid­ad: la pérdida de autenticid­ad. “El Born es el barrio mas bonito del mundo en invierno y el mas insportabl­e en verano porque está reventado de turistas. Y sí, nos guste o no, es de lo que vivimos y es mi barrio, pero asumo que puede llegar a ser insoportab­le”, confiesa. ¿Lo notas muy cambiado dede que llegaste?, le preguntamo­s. “Cada vez es más caro, suben mucho los alquileres y, donde antes comprabas el pan o una zapatería de toda la vida se convierten en sitios pensados sólo para visitantes. Creo que es el momento de empezar a plantearno­s si queremos que los turistas vean la ciudad que tenemos en realidad o la que ellos planean encontrars­e. Hay una frase muy bonita que resume mi relación con mi barrio: Roda el món i torna al Born (gira el mundo y vuelve al Born), o sea, que se está fenomenal fuera, pero siempre está bien volver porque es un barrio precioso”, dice en un tono más dulce.

Atrás dejamos coches de choque y lanzaderas, paellas, diávolos, gin tonics, paseos por el mar y rodajes para concluir que, sean cuales sean los motivos que te hagan llegar hasta aquí, hay Barcelona para absolutame­nte todos.

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