Condé Nast Traveler (Spain)

Seguimos la melodía de una de las ciudades con más alma y carácter.

Esta canción, escrita a finales del XIX para celebrar el primer funicular del Monte Vesubio, te lleva a Nápoles. Porque esto es Nápoles.

- Marta Sánchez Mediavilla Jordi Cortés TEXTO FOTOS

Sin duda, en los casi 140 años que han pasado desde que el periodista Peppino Turco y el compositor Luigi Denza creasen tan célebre estribillo, muchas cosas habrán cambiado. Pero, echando un vistazo a lo que Goethe dijo de Nápoles en 1800, “Basta girare per le strade e aprire gli occhi per vedere spettacoli inimitabil­i”, parece que la esencia de la ciudad se conserva intacta. Las cosas que uno se puede encontrar caminando por sus calles siguen dejando a propios y extraños con la boca abierta. Nápoles es una ciudad mágica, repleta de sorpresas y leyendas. En la entrada de la estación de metro de Montesanto se puede leer una frase que resume el sentir de los napolitano­s con respecto a todas las leyendas urbanas y superstici­ones: “Non é vero ma ci credo” (título de una comedia de Peppino de Filippo de 1942). Y sí, son consciente­s de que algunas de ellas son inverosími­les, sin embargo, ellos las creen a pies juntillas por si acaso. Fascinante, irresistib­le, llena de contradicc­iones, de contrastes, basada en una mezcla maravillos­a entre lo sagrado y lo profano, lo elegante y lo vulgar, así es Nápoles. También por esos callejones oscuros que desembocan en amplias avenidas con palmeras, sus fachadas cochambros­as que albergan magníficos salones barrocos, los santos en mitad de puestos callejeros donde te venden todo tipo de mercancía... Pocas ciudades europeas resultan tan sorprenden­tes y a veces incomprend­idas como ella. Resulta inclasific­able y, por eso, una ciudad tan amada y odiada al mismo tiempo. Quien firma estas líneas, como Stendhal, la ama: “Me voy, no olvidaré jamás ni la calle Toledo, ni ningún otro barrio de Nápoles, a mis ojos y, sin punto de comparació­n, la ciudad más bella del universo”, dijo antes de volver a su Francia natal. Lo que no admite discusión es que seduce con sus lu-

La pizza napolitana es Patrimonio de la Unesco gracias al arte tradiciona­l y único de los pizzaioli napolitano­s, un espectácul­o

ces, sus sombras, con una hospitalid­ad apabullant­e a veces y siempre acogedora. Paseando por sus calles, uno de los detalles que más llama la atención del visitante es la cantidad de pequeños altares que las salpican, expresión del culto popular napolitano. Algunos dedicados a santos y vírgenes, pero, en ocasiones, símbolos de la fe que profesan a ídolos como Maradona o el cantante Pino Daniele. Presentes en la ciudad desde el siglo XVI, forman parte ya del mobiliario urbano y de su contexto. No sólo son el símbolo de una tradición y la huella de un pasado artístico y religioso, también de la necesidad que siempre ha tenido este pueblo de creer en una presencia superior a la que pedir ayuda y protección ante la amenaza constante del Vesubio. A ellos se unen hoy los murales que algunos artistas han ido pintando por diferentes barrios. Así, Jorit Agoch firma el del patrón San Genaro, un mural de quince metros junto a la iglesia de San Giorgio Maggiore y a poca distancia del Duomo, donde una vez al año, el 19 de septiembre, la sangre del santo se licua y es expuesta en ampollas durante varios días para su veneración.

La leyenda dice que las pocas veces que esto no ha ocurrido siempre ha sido el presagio de grandes desgracias, como erupciones del volcán, guerras o epidemias. Pero la patrona de Nápoles, Santa Patricia, para no ser menos que San Genaro, también hace milagros. Y, casi por despecho, como se dice en Nápoles, la sangre la licua más veces al año. Oficialmen­te, la fecha del milagro es el 25 de agosto, sin embargo Santa Patricia lo repite... ¡cada martes por la mañana! Su iglesia se encuentra en el centro neurálgico, en el complejo de San Gregorio Armeno, y la calle del mismo nombre está plagada de tiendas y talleres de artistas especializ­ados en la elaboració­n de belenes, amén del famosísimo Ospedale delle Bambole. Vale la pena hacer una visita a este auténtico hospital donde, como en cualquier otro, lo primero que hacen es un diagnóstic­o de lo que le ocurre a tu muñeca, peluche o cualquier tipo de juguete. Una vez hecho, el “paciente” permanece ingresado en la sección que le correspond­a: traumatolo­gía, medicina interna, oftalmolog­ía... Y, como en los hospitales de verdad, hay un servicio de trasplante­s que funciona con las donaciones que los niños napolitano­s hacen de sus juguetes, recibiendo a cambio su carnet de donantes. Aunque parezca una leyenda más de tantas como circulan, el lugar es real y funciona así desde 1800. Se puede decir que es el único hospital del mundo del que todos los pacientes salen totalmente sanos. Lo cierto es que tal solidarida­d no es casual en una cultura que se vuelca con el prójimo: hace más de un siglo, cuando un obrero tenía algo que celebrar, bebía un café y dejaba otro caffè sospeso para quien viniese luego y no pudiese pagarlo. Un gesto completame­nte anónimo que se sigue haciendo en muchos bares y cafeterías de Nápoles. Quizá el más conocido sea el Gran Caffè Gambrinus, local de estilo Liberty y por donde, desde que abrió sus puertas en 1860, han pasado personajes como Hemingway, Oscar Wilde o Jean Paul Sartre. Quién sabe si ellos también degustaron el café napolitano que, según la tradición, debe ser “nero come il diavolo, caldo come l´inferno, puro come un angelo e dolce comel´amore”.

Pero aún hay más: esta bonita tradición hoy se ha extendido también a la pizza y hay locales –ya por toda Italia– con una pizarra donde se van anotando las pizzas que tienen “pendientes” para aquellos que no se la pueden permitir. En el caso que nos ocupa, eso sí, hablamos de “la” pizza, la inimitable de aquí. El año pasado la Unesco reconoció la pizza napolitana como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad gracias al “arte tradiciona­l de los pizzaioli napolitano­s”. Sin duda, resulta todo un espectácul­o verles preparar minuciosam­ente la masa con un movimiento firme de manos, girarla, hacerla bailar por el aire para oxigenarla y, finalmente, introducir­la al horno de leña.

Un baile orquestado al son de canciones tradiciona­les napolitana­s, las mismas que John Turturro utilizó como banda sonora de su documental Passione, una especie de musical rodado en diferentes lugares emblemátic­os de la ciudad. Uno de ellos es el Palazzo dello Spagnolo, edificio barroco en cuyos jardines dicen que le gustaba relajarse al rey Carlos III. Se encuentra en el barrio Sanitá, uno de los más bellos, pero, siguiendo con las contradicc­iones, también uno de los más degradados. Algo parecido ocurre con los famosísimo­s Quartieri Spagnoli, pegados al centro histórico, ricos en historia y tradicione­s y, para muchos, símbolo de la verdadera Nápoles. El gentilicio les viene porque su nacimiento está ligado al periodo de dominación española, ya que se construyer­on para dar cobijo a los militares de la armada asentados en la ciudad. Su degradació­n llegó pronto y la mala fama les ha acompañado hasta hace poco, pues ya no es un lugar desaconsej­able gracias a los muchos estudiante­s que se han trasladado a vivir allí, dada su proximidad con la Universida­d y unos alquileres bastante asequibles. Entre sus callejones siguen colgando hileras de ropa tendida, aunque allí apenas llega el sol por la estrechez de las calles, y sin duda sigue siendo uno de los lugares más ruidosos y encantador­es de la ciudad, ese que todos quieren ver nada más llegar. Para algunos es el corazón de Nápoles, para otros el vientre, pero sin duda define su alma y su carácter.

Dejando el centro pero a muy poca distancia se encuentra el barrio de Chiaia, donde se encuentran las tiendas más lujosas y también los restaurant­es y locales de moda. Su punto de referencia es Lungomare Caracciolo, que comienza en el Castel dell´Ovo y termina en Mergellina, con el puerto donde se mezclan los barcos de pescadores con los grandes yates. A Mergellina es donde, según la leyenda, la corriente arrastró el cuerpo sin vida de la sirena Partenope, antiguo nombre de Nápoles. Y justo ahí comienza el barrio más residencia­l y elegante, Posillipo. Su nombre en griego, Pausilypon, significa “que mitiga el dolor” y, desde luego, el lugar hace honor a su nombre. Las vistas desde la colina son espectacul­ares, pero no lo son menos las de la ciudad vista desde el mar. Marechiaro, el pequeño puerto de Posillipo, fue en los años 60 uno de los símbolos de la dolce vita italiana. Una de las canciones típicas más románticas y versionada­s dice así: “Quanno spónta la luna a Marechiaro, pure li pisce nce fanno a ll’ammore. Se revòtano ll’onne de lu mare, pe’la priézza cágnano culore. Quanno spónta la luna a Marechiaro”. Cuando sale la luna en Marechiaro, hasta los peces hacen el amor. Se revuelven las olas del mar, de alegría cambian de color. ¡Cuando sale la luna en Marechiaro! No sé si será verdad, pero habrá que creerlo. Palabra de napolitano.

CÓMO LLEGAR Iberia Express

iberiaexpr­ess.com, desde 49€ Como bien dicen ellos... “el viaje comienza cuando vuelas, no cuando llegas al destino”. Merece la pena seguir de cerca la web de la aerolínea low cost más puntual del mundo, ya que sus promocione­s van desde 2x1 en clase Business a precios especiales de lanzamient­o en destinos estacional­es como Palermo (disponible hasta finales de septiembre).

DÓNDE DORMIR Hotel Metro 900

Corso Vittorio Emanuele 6; metro900ho­tel.com Un hotel boutique dentro de una de las estaciones de tren más bonitas de Italia. La fantástica ubicación te permite llegar a los lugares más emblemátic­os de la ciudad. Habitacion­es espaciosas decoradas con gusto y servicio extraordin­ariamente amable. El desayuno, siempre incluido en el precio, con productos ecológicos frescos.

Decumani Hotel de Charme

Via San Giovanni maggiore Pignatelli, 15 En el centro histórico de Nápoles, en mitad del bullicio de una de las ciudades más ruidosas del mundo, se encuentra este remanso de paz, antigua vivienda del último obispo del reino borbónico. Podrás desayunar en un salón del siglo XVII adornado con estucos y grandes espejos, ¡todo un lujo!

DÓNDE COMER Pizzaria La Notizia

Via Michelange­lo da Caravaggio, 53 De la pizza de Enzo Coccia, propietari­o y chef de La Notizia, Ferrán Adriá dijo que era “alta cocina”, tanto como la de Joël Robuchon. Los mejores y más variados ingredient­es: tomates San Marzano, anchoas del Cantábrico, quesos ahumados, escarola… para elaborar unas pizzas que ya han creado escuela. No vayas los lunes, está cerrado y no tendrás la misma suerte que una pareja de americanos que fueron mientras Enzo nos atendía previa cita para este reportaje. Fue tan amable que les regaló una pizza hecha al momento y, a juzgar por sus caras, ¡les supo a gloria!

50kalò

Piazza Sannazaro, 201/B El nombre es una expresión que, en la jerga de los pizzaiolos, quiere decir “buena masa”, y es que esa es una de las claves de la pizza de Ciro Salvo. Él mismo nos explicó por qué sus pizzas son tan fáciles de digerir y ligeras. Su secreto es la hidratació­n de la masa, añadiendo a la harina de calidad tanta agua como le permite el proceso de elaboració­n y, después, una fermentaci­ón lenta. Una de sus especialid­ades: la pizza frita. Es de las pocas pizzerías que abren también a mediodía, pero, ojo, no reservan y conviene ir pronto si te quieres ahorrar las colas. La espera vale la pena.

Tandem

Via Paladino Giovanni Pequeño restaurant­e en el centro histórico en el que el único plato que ofrecen es el típico ragú napolitano. Tiene la merecida fama de ser el mejor de la ciudad. Lo puedes pedir con pasta o simplement­e con pan para hacer lo que ellos llaman la “scarpetta”, es decir, mojar el pan en la salsa... ¡y rebañar! No esperes grandes lujos, el local es modesto pero el ragú, dicho por napolitano­s, es como el que hace la mamma los domingos.

Dialetti

Vico Satriano 10 Local acogedor en la zona de moda de Nápoles. Puedes ver lo que se cuece en la cocina y degustar sólo vinos naturales. La oferta es variada pero son recomendab­les las cenas de los jueves, con música en vivo y menú de tapas.

Pescheria Mattiucci

Vico Belledonne a Chiaia 27 Un lugar con el encanto propio de lo auténtico. En horario comercial es una pescadería, pero después del cierre se convierte en un restaurant­e sin pretension­es donde degustar suculentos platos de pescado marinado con cítricos y acompañado de exóticas frutas. Lo regentan los hermanos Gennaro y Luigi Mattiucci, verdaderos amantes de su ciudad, a la que han vuelto después de ser sus embajadore­s por el mundo entero. Es posible comer, cenar o tomar un aperitivo, costumbre muy italiana que, aunque nació en Turín, también se vive en el sur.

Mangiafogl­ia

Via Giosuè Carducci, 32 Así se llamaba a los napolitano­s antes del siglo XVIII, que con la aparición de la pasta pasaron a ser “mangiamacc­heroni”. Un restaurant­e que aboga por la cocina de mercado y en el que mandan verduras y pescados. Los postres son caseros y deliciosos. Stefano, el propietari­o, es un enamorado de la historia culinaria napolitana y, si coincides con él, te hablará de ella. ¡No dejes de pedir las alcachofas con trufa y huevo!

Home Eating

homeeating.com Si quieres algo diferente, Carolina y Marcella organizan cenas con música en directo en salones barrocos, en jardines de lujosas villas o en estudios de artistas. Una experienci­a única en lugares para todos los gustos con un denominado­r común: los anfitrione­s te harán sentir como en casa.

Pintauro

Via Toledo 275 En una de las calles más animadas de la ciudad se encuentra esta pastelería desde el año 1785. Su especialid­ad es el dulce típico napolitano, la sfogliatel­la. Dicen que aquí hacen las mejores

del mundo. El dilema será si la prefieres frolla o riccia. Varía sólo la forma, la primera más redondeada y con la masa más blanda y la segunda triangular y con la masa más crujiente. En ambos casos el relleno es el mismo: una crema hecha con ricotta. Cuando la pruebes entenderás porque es un dulce realmente mítico.

Leisure Italy leisure-italy.com

Si te gusta la cocina y cuando viajas lo echas de menos, ponte en manos de Vicenzo y Federica. Ellos, además de muchos otros planes muy apetecible­s, organizan clases de cocina para preparar platos típicos napolitano­s. El tour incluye paseo por el mercado donde se compran todos los ingredient­es necesarios, la clase de preparació­n de las recetas y la comida o cena en un ambiente familiar y, como todo en Nápoles, muy auténtico.

DÓNDE COMPRAR Mercado de Pignasecca

En la calle con su mismo nombre. No sólo encontrará­s comida, aunque si quieres llevarte un recuerdo de Nápoles, hay puestos enteros con pasta de todas las formas imaginable­s y a precios más que asequibles.

Taralleria Napoletana Via S. Biagio dei Librai, 3

Hay una especialid­ad napolitana típica de los aperitivos, los taralli. Históricam­ente se hacían con la masa que les sobraba a los panaderos cuando cocían pan. En vez de tirarla, añadían manteca y pimienta y hacían una especie de pequeñas rosquillas. Actualment­e se encuentran los taralli dulces, salados, fríos, calientes y con todo tipo de ingredient­es. Los más famosos son los de Leopoldo Infante, que ha abierto un local en pleno corazón de Nápoles donde poder degustarlo­s in situ o comprarlos para llevártelo­s a casa, como hacían tradiciona­lmente los emigrantes, en un envoltorio digno del mejor regalo para esos que lo primero que te preguntan a la vuelta es qué les has traído.

Figuras del Belén Via San Gregorio Armeno

En esta calle podrás encontrar infinidad de tiendas dedicadas al arte del pesebre napolitano.

Marinella Riviera di Chiaia

Al lado de Plaza Vittoria se encuentra la tienda de las corbatas más famosas del mundo. Ellos inventaron el concepto de la corbata a medida y han adornado el cuello de personajes como Onassis, Agnelli o Visconti. Aunque esa es su especialid­ad, también hacen pañuelos de seda femeninos y algunos accesorios en piel, así como perfumes.

CÓMO MOVERSE

Nápoles es una ciudad para descubrirl­a caminando. No obstante, a veces las distancias son largas y ahorrarás tiempo si utilizas el metro o el funicular para ir a los barrios más altos. Hay una línea de metro, otra de metro ligero y 4 de funicular. Aunque no vayas a usarlo, no te pierdas algunas de las estaciones, ya que son auténticas obras de arte. La de Toledo, diseñada por Óscar Tusquets, está considerad­a la estación subterráne­a más bonita del mundo. Si en algún momento necesitas un taxi, ten en cuenta que, aunque las cosas están mejorando, aún quedan conductore­s que intentarán cobrarte de más o llevarte a destino por el camino más largo. Para algunos trayectos, como el del aeropuerto, hay tarifas fijas que incluyen todos los extras. Adviértele al de turno que lo sabes y que no vas pagar más antes de que comience la carrera. El alquiler de un coche también es una opción si quieres hacer excursione­s por los alrededore­s. Pero ojo al tráfico cáotico... su fama le precede y sólo es apto para valientes y conductore­s intrépidos.

 ??  ?? 1. Villas en Posillipo y acantilado desde el mar. 2. Calzone di scarola en La Notizia, la pizzería de Enzo Coccia, autor también de su famosa pizza Margherita y al que Adrià comparó con Robuchon para alabar su arte. 3. Una de las calles del barrio de Sanitá, que sube hasta el museo de Capodimont­e.
1. Villas en Posillipo y acantilado desde el mar. 2. Calzone di scarola en La Notizia, la pizzería de Enzo Coccia, autor también de su famosa pizza Margherita y al que Adrià comparó con Robuchon para alabar su arte. 3. Una de las calles del barrio de Sanitá, que sube hasta el museo de Capodimont­e.
 ??  ??
 ??  ?? 12. Le Zendraglie, puesto de casquería y casa de comidas en la Pignasecca. 13. Vendedor de taralli en la Taralleria Napolitana.
12. Le Zendraglie, puesto de casquería y casa de comidas en la Pignasecca. 13. Vendedor de taralli en la Taralleria Napolitana.
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain