Dos en la carretera
Un año de gira da para mucho. Más si lo dedicas a seguirle la pista, cámara en mano, a Leiva.
Algo de romanticismo tiene la carretera cuando es un artista el que se lanza a ella. Se llena de bohemia estrambótica y el mismo misticismo que se le adjudica a rockeros. Imposible descifrar el cúmulo de sentimientos que surgen cuando se está fuera de casa, hasta que se vive en carne propia por caminos poco recorridos y vuelos a cualquier otra parte, como hizo la fotógrafa Wilma Lorenzo. “Al comienzo de la gira Monstruos empecé a trabajar con Leiva. Siempre llevaba la cámara encima y hacía fotos constantemente. Al final el archivo de cada fin de semana era gigantesco y comencé a llenar los tiempos muertos de la gira escribiendo un diario de carretera personal. A los meses pensé que ese material podía convertirse en algo más grande”, explica. Fue en ese momento cuando empezó a formarse el libro Toquemos juntos hasta que la muerte nos joda, con Lorenzo siguiendo los pasos del artista que, eventualmente, “se convirtieron en los míos”, explica.
Después de un año y dos meses llenos de conciertos y desvelos que llegaron hasta Las Vegas para asistir a la gala de los Premios Grammy, conducir por el desierto de Los Ángeles y vivir una semana en México, la estabilidad de la “soledad en compañía” empezó a agitarse. “La magia está en cómo cada cuál afronta estar de gira. El esfuerzo físico y mental es importante: ir con la maleta a cuestas, despedirte de tu gente, convivir con la banda, comer fuera de casa a diario... A la vez, lo bonito es ver cómo la euforia de un buen concierto hace que todos abandonen sus rutinas para celebrar juntos un estilo de vida (wilmalorenzo.com).