DE CHAMPAGNE, UVAS Y ALQUITRÁN
La madrileña Puerta del Sol y alrededores son un verdadero freak show. La misma plaza que le sigue la pista a las mudanzas al Tío Pepe, que no se pierde ni una campanada y que vigiló los pasos del perro Paco a finales del siglo XIX, es hoy un continuo desfile de singularidades... por decirlo de alguna forma. Cabezudos con aspiraciones de princesas y héroes de Disney, mariachis que desdoblan el sonido de sus trompetas a cualquier hora del día e incluso semillas de manifestaciones civiles que hacen historia. Así como castizos de pura cepa, aquellos que, a pesar de que las cosas ya no son lo que fueron, se mantienen fieles a Madrid. A su Madrid. A sus abrigos de visón y botines, a esos paseos domingueros que ojalá no desaparezcan nunca del manual de las buenas costumbres. Toda una generación que recoge de manera analógica el fotógrafo Felipe Hernández en el libro Arenal, El Carmen, Sol, Montera, Ópera, un compendio visual que idolatra a algunos de esos personajes que tan grande y única hacen a la ciudad.