La insumergible gondolera
La pasión desmedida que despierta Venecia –que se lo digan a la mecenas Peggy Guggenheim, que fue la última dueña privada de una góndola, o a George Clooney, que no se casaba con nadie hasta que pisó sus canales– es casi tanta como la que despierta la camiseta de rayas de sus enigmáticos gondoleros. Pocas prendas tienen un resurgir tan constante como esta. Aunque, más que resurgir, se diría que son insumergibles (y perdón por el humor negro). Descendientes del uniforme marinero francés de allá por 1858, tienen el respaldo popular y el aval de la moda desde que Coco Chanel luciese rayas de esta índole en Deauville a principios del siglo XX. Yves Saint Laurent oficializó su estatus de elegancia al incluirla, lentejuela mediante, en su colección Matelot de 1966. Aunque el repaso histórico no sería justo sin mencionar a Jean Paul Gaultier, que la insertó en el imaginario en los años 70. Prima hermana de aquella a la que insuflaron dosis de contracultura en los 50 y 60 (ojo a James Dean en Rebelde sin causa), la susodicha tiene guiños en la pasarela año tras año, ya sea de la mano de Saint Laurent, Dolce & Gabbana o Dior. Algo especial tendrá el uniforme de gondolero, heredero de esos miles de barqueros que aprendían religiosamente el oficio de su padre –hoy no llegan a medio millar– y que vestían con la clásica franja azul y blanca, pero también con rayas rojas o negras. Hoy la firma veneciana Emilio Ceccato, en colaboración con The Woolmark Company y la Asociación de Gondoleros Venecianos, ha creado un nuevo uniforme con lana merina australiana que los pasajeros se pueden llevar a casa al finalizar su paseo en el puente Rialto.