Condé Nast Traveler (Spain)

CARTA

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Una coartada, un argumento, un pretexto, un venga, bájate del sofá, que ahí fuera pasan cosas; que el mundo no para. Cada mes ideamos una excusa para, a modo de hilo conductor, dibujar un puñado de caminos a través de las páginas que tienes entre manos. Y, si en el número anterior nos adelantamo­s a los fastos del 50 aniversari­o de la llegada del hombre a la Luna poniéndole gravedad al asunto –por aquello de mantener los pies en el suelo– y llevándote a los destinos más lunáticos de la Tierra, esta vez nos lo hemos jugado casi todo al blanco, a ese blanco reventón que inunda la portada con la fuerza hipnótica de una nieve solo alterada por dos porterías que invitan a lanzar la pelota y a trazar líneas perpendicu­lares con (gol por la) escuadra y cartabón. En realidad se trata de un guiño a otra excusa escondida bajo la manga: el diseño, ese que descubres en cada viaje en la artesanía inesperada, en los souvenirs de retranca kitsch, en los tenedores que te habrías llevado sin pestañear de aquel restaurant­e o en el feng shui de ese hotel que te hizo sintonizar a Marie Kondo nada más llegar a casa y ahora uf, lo tienes todo patas arriba. Dos excusas pues, la nieve y el diseño, que se conectan y van de la mano en lugares como Inari, al norte de Finlandia, donde el frío dispara la calidez y la creativida­d de sus vecinos, capaces de hacerte soñar con una vida entre renos, casas de cristal y sopas humeantes de las que descongela­n bigotes. O en la noruega Spitsberge­n, fascinante isla de las Svalbard que presume de un curioso récord: su capital, Longyearby­en, es el asentamien­to mayor de mil habitantes (apenas supera los dos mil) más septentrio­nal del mundo. También es el rincón en el que la fundación de Melinda y Bill Gates auspició la creación del Banco Mundial de Semillas de Svalbard, un colosal búnker que alberga una despensa lista para devolver el reino vegetal a cualquier lugar del planeta tras una catástrofe. Tanta vida por germinar se encuentra precisamen­te en un lugar donde recomienda­n no morirse, pues hace décadas comprobaro­n que el hielo perpetuo mantenía los cuerpos mejor conservado­s que la devoción el de Santa Teresa, y que el cementerio, hoy cerrado, se parecía demasiado a una canción de Mecano.

Entre el cielo y el suelo, por cierto, hay mucha menos distancia si la mides desde lo alto de Dolomitas, las montañas rosas italianas que por estas fechas refulgen en blanco e iluminan el après-ski más fenomenal del mundo, con montones de restaurant­es galácticos y hoteles para remolonear sin freno. Si te fijas bien verás que además hacemos parada en Salzburgo, en Andorra, en Inishmaan, en Canberra, en el desierto granadino y hasta en el río Lule, Suecia, donde ultiman un alucinante balneario ártico en el que darse un chapuzón será cosa de no pensárselo ni media vez. También en la Ciudad Blanca de Tel Aviv, insuperabl­e maratón de edificios Bauhaus para celebrar que, hace ahora un siglo, Walter Gropius fundó en Weimar una escuela de arquitectu­ra, arte y diseño que cambiaría nuestra manera de ver el mundo. Un mundo más bonito, escrito con mejor letra y moderno sin interrupci­ón. Venga, ve a verlo. Bájate del sofá.

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David Moralejo, director. @dmoralejo
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IGLESIA DE AHRENSHOOP FISCHLAND-DARS-ZINGST, ALEMANIA
 ??  ?? HOTEL VIER JAHRESZEIT­EN BINZ, ALEMANIA
HOTEL VIER JAHRESZEIT­EN BINZ, ALEMANIA
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EL BAR VALLADOLID
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CASA CIRIACO MADRID

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