Condé Nast Traveler (Spain)

Lujo simétrico

Nos colamos en la Guest House de los hermanos Dan y Dean Caten, de Dsquared2, en Milán.

- MARÍA CASBAS

Todo los milaneses saben lo que hay tras los muros del palazzo que un día albergó la sede de la Agencia Nacional de Electricid­ad. Lo que por fuera sigue siendo un monumental edificio de los años 30, por dentro alberga el cuartel general de Dsquared2, la firma de Dan y Dean Caten. Junto a las oficinas encontramo­s la azotea más codiciada de la ciudad: Ceresio 7. Dos piscinas gemelas y un restaurant­e con vistas al nuevo skyline de Milán. Sin salirnos de los dominios del dúo canadiense, encontramo­s el nuevo y exclusivo espacio ideado por estos ‘gemelos terribles’ de la moda junto al estudio de arquitectu­ra Storage Associati: la Guest House Ceresio 7. Una casa de invitados para que sus amigos más íntimos se sientan cómodos, lejos de recepcione­s, desayunos bufet, llegadas y salidas. “Queríamos un lugar que fuese elegante y cálido al mismo tiempo; acogedor y personal, donde pudieran disfrutar de un ambiente íntimo con un toque internacio­nal. Ha sido un trabajo intenso, cada elemento es parte de una búsqueda exhaustiva”, nos cuentan. “Lo más importante es que se sientan libres para hacer lo que prefieran”.

Quinientos metros cuadrados y 180 de terraza repartidos en tres plantas cuyas paredes han visto algunas de las fiestas más sonadas de Milán, de esas en las que Kate Moss se baja de los tacones para subirse a la mesa y Beyoncé se arranca a cantar a capela. Una enorme lámpara de araña que antes colgaba en la Estación Central nos da la bienvenida a

un espacio donde pronto vemos que la simetría reina en cada rincón. Un piano de cola separa las dos áreas de la planta baja. En la biblioteca, una chimenea de mármol negro de Marquina divide el espacio, y encontramo­s... un Basquiat. A la izquierda, la sala de estar con otra chimenea, por supuesto, sobre la que cuelga el Mick Jagger de Warhol, y desde cuya barra hay una vista de la estancia –y tres Picassos– donde el lujo compite por ser desenfadad­o. Y lo consigue.

El cuero blanco del sofá del salón resalta la oscuridad de la seda shantung de la pared. Una escalera de caracol cubierta de terciopelo verde conduce al primer piso, en el que hay una sala ovalada forrada de madera negra. A la derecha, la cocina, cuyas baldosas aguamarina contrastan con el mármol y el acero de Calacatta. Lo tienes claro: te quedas a vivir aquí. Lo que ignoras es que lo mejor llega ahora. Oculto tras los paneles de madera está el secreto mejor guardado, dos escaleras que conducen al tercer piso y desembocan en la obra de arte más sorprenden­te de la casa –con permiso de Warhol y Basquiat– que bien podría llamarse “Oda al vestidor”. ¿Qué mejor homenaje a la moda que entrar en tu habitación a través de este gigantesco armario –donde ¡hay otro Warhol!– cuyo techo acristalad­o deja entrar la luz sin perder intimidad? Y hablando de intimidad, el efecto espejo de los cristales de las ventanas permite ver el exterior sin revelar el interior. Ver y no dejarse ver, esa es la cuestión.

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 ??  ?? De izquierda a derecha, cocina, biblioteca –en cuyas estantería­s encontramo­s volúmenes sobre fotografía, interioris­mo y diseño–, baño y una de las salas de la Guest House. Abajo, los diseñadore­s Dan y Dean Caten en una de las estancias de la casa haciendo alarde de su seña de identidad.
De izquierda a derecha, cocina, biblioteca –en cuyas estantería­s encontramo­s volúmenes sobre fotografía, interioris­mo y diseño–, baño y una de las salas de la Guest House. Abajo, los diseñadore­s Dan y Dean Caten en una de las estancias de la casa haciendo alarde de su seña de identidad.
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