EL SOUVENIR
Presente en nuestra vida cotidiana en forma de mantas, corbatas, gorras, pijamas e infinidad de prendas de abrigo, el tartán puede que para ti solo sea un diseño más; quizá el recuerdo de aquellas camisas de tu época grunge o de la falda del uniforme del colegio, pero en las Highlands, en las Tierras Altas de Escocia, es el tejido que viste el honor de un pueblo. Confeccionado en lana de diferentes colores que dan forma a secuencias de cuadros y líneas, cada tartán identifica a un clan, a un linaje y su territorio o a una sociedad, y está recogido en la base de datos de la Scottish Register of Tartans y de la Scottish Tartan Authority, organismos que regulan también las normas sobre su uso, restringido a los miembros de cada clan en cuestión y personas autorizadas por ellos. Si tú no perteneces a ninguno, si no tienes tu propio tartán, no pasa nada. Desde que Sir Walter Scott (sí, el autor de Ivanhoe) y el Romanticismo promocionaran las prendas de tartán en los salones europeos de principios del siglo XIX –tras la derrota de los jacobitas frente a los ingleses en 1746 había llegado a estar prohibido, castigado con penas de prisión o exilio–, existen diseños universales que cualquiera puede lucir, como el Jacobite, asociado con la identidad nacional escocesa, o el Royal Steward, el tartán personal de la reina Isabel. Si no, siempre puedes elaborar el tuyo propio e incluso registrarlo de forma oficial. A nosotros, de todos los tartanes que hay en el mercado nos gustan especialmente los de la firma londinense Le Kilt. Su joven diseñadora creativa, Samantha McCoach, recurre a sus raíces escocesas y a los viejos patrones custodiados por Sanquhar Pattern Designs, una cooperativa de tejedoras cuyos orígenes se remontan al siglo XVII, para, en un original y respetuoso giro, elaborar faldas (minis, midis y maxis) y originales vestidos palabra de honor que se llevan con mucho orgullo (lekilt.co.uk).