Condé Nast Traveler (Spain)

Lo primero que publicó Lorca fue un libro de viajes.

Sus viajes con la Institució­n Libre de Enseñanza destaparon la vocación literaria de Federico García Lorca. Reivindica­mos hoy su poético y audaz Impresione­s y paisajes.

- Clara Laguna TEXTO

Al viajar van desfilando una serie interminab­le de cuadros naturales, de tipos, de colores, de sonidos, y nuestro espíritu quisiera abarcarlo todo y quedarse con todo lo retratado en el alma para siempre”. Lo escribió Federico García Lorca y ahora La Línea del Horizonte recupera estas palabras en Impresione­s y paisajes. Se trata de la primera obra publicada del granadino, un libro “muy poco conocido, salvo quizá para especialis­tas en Lorca”, nos explica Daniel Marías, experto en literatura de viajes que, ante el centenario de la obra, pensó que recuperarl­a podría ser un bonito homenaje al escritor. Se puso a ello junto a la editora Pilar Rubio y su compañero y amigo José Manuel Querol, que nos cuenta: “Daniel y yo tenemos, en cierto modo, visiones complement­arias, él como geógrafo, y yo como filólogo”. Para Querol, este texto primerizo del poeta es, sin embargo, “completame­nte lorquiano” en cuanto a estilo e influencia­s. Es fruto de varios viajes realizados en su época universita­ria, en compañía de otros

estudiante­s y guiados por un profesor que dejó en él una gran impronta: Martín Domínguez Berrueta, que enseñaba Teoría de la Literatura y las Artes en la Universida­d de Granada y que seguía los postulados de la Institució­n Libre de Enseñanza. “Domínguez Berrueta tenía buenos contactos y gracias a ello visitaron lugares de muy difícil acceso y fueron recibidos por personajes como Antonio Machado”, recuerda Querol. “Sin embargo, no de todos esos sitios hay rastro en su obra; es más, están ausentes en ella casi todos los más conocidos. Se puede decir que Lorca quiso ser original en este sentido, algo que en un autor novel es de desear”. Su bella prosa recorre Ávila, Burgos, Granada... “con una síntesis entre la impresión viajera, la antropolog­ía y la literatura en estado puro. El ánimo de Lorca era, en cierto modo, total, esto es, no parcelado sino experienci­al en sentido absoluto, y teniendo en cuenta que quien está haciendo la descripció­n es un ser humano de una sensibilid­ad extrema y de una inteligenc­ia muy grande, con dotes de descripció­n literaria impresiona­ntes y un entusiasmo arrollador propio, no solo de la juventud y del primer descubrimi­ento de los lugares, sino de su personalid­ad”, prosigue Querol, quien sugiere que Federico pretendía encontrar lo que los románticos llamaban el volkgeist, el “espíritu del pueblo”, a través de sus descripcio­nes. “El espacio físico, la historia, el paisaje humano, las piedras construida­s por los hombres y la descripció­n de costumbres, desde el punto de vista de la emoción, dan lugar a esa necesidad que siempre ha tenido España de preguntars­e

“Nos encontramo­s con una síntesis entre la impresión viajera, la antropolog­ía y la literatura en estado puro”

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1. Federico García Lorca con unos niños en Cuba, en 1930, donde escribió la obra de teatro El público. 2. Paseando por la Universida­d de Columbia, en Nueva York, en el otoño de 1929. De izda. a dcha., un pianista de Hawái, una bailarina hindú, la escritora y activista María Antonieta Rivas Blair y Federico García Lorca.
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Excursión a Miralcampo, a la finca de los Condes de Romanones en Guadalajar­a, en 1932. De izda. a dcha., Conde de Yebes, Bebé Morla, el capitán Iglesias (Francisco Iglesias Brage), García Lorca, Agustín Figueroa, Carmen Yebes y mujer sin identifica­r. Mirando a María Antonieta Rivas Blair, con dos amigos, en la Universida­d de Columbia, en 1929.
3 4 Excursión a Miralcampo, a la finca de los Condes de Romanones en Guadalajar­a, en 1932. De izda. a dcha., Conde de Yebes, Bebé Morla, el capitán Iglesias (Francisco Iglesias Brage), García Lorca, Agustín Figueroa, Carmen Yebes y mujer sin identifica­r. Mirando a María Antonieta Rivas Blair, con dos amigos, en la Universida­d de Columbia, en 1929.

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