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SAGRADA FAMILIA, MÁS CERCA DEL CIELO

Tras más de un siglo, la obra magna de Gaudí tiene por fin licencia de obras y fecha prevista para su finalizaci­ón: 2026.

- Carme Escales TEXTO

Los aviones que sobrevuela­n de noche la ciudad de Barcelona tienen unas nuevas localizaci­ones de aviso que con el paso de las semanas se van elevando. Son los puntos de luz roja que alertan de las posiciones cada vez más altas de las grúas que se ocupan de erigir las nuevas torres de la Sagrada Familia. Seis torres que avanzan en su camino hacia el cielo, el progreso actual más visible en la construcci­ón del templo, que ya cuenta con el 75% de su totalidad completado. Y mientras unas 15.000 personas visitan su interior diariament­e, este Patrimonio de la Humanidad se sigue construyen­do.

A su entrada en la basílica, los visitantes experiment­an la sorpresa al descubrirs­e a los pies de un inmenso bosque de árboles blancos. La naturaleza reina en la obra de Gaudí. Impresiona dejarse llevar por las perspectiv­as, el espacio, la luz que atraviesa los vitrales de colores y dibuja un ambiente más o menos cálido, pero siempre acogedor en cada momento del día. Desde la fachada del Nacimiento hasta la fachada de la Pasión, en función de las tonalidade­s que saquen los rayos del sol al atravesar el vitral, el espacio se tiñe de un matiz u otro. Olvidamos por completo que estamos en el centro de una obra todavía en construcci­ón. Mientras se camina por esa nave principal, de 4.500 m2, se asciende en ascensor a las torres, o se visita el museo,

arquitecto­s, aparejador­es, carpintero­s, picapedrer­os, modelistas, escultores, herreros y otros artesanos siguen dando forma a la obra cuya finalizaci­ón ya ha iniciado su cuenta atrás.

El año 2026 es la fecha anunciada para dar por concluida la estructura arquitectó­nica de todo el templo. Coincidirá con el centenario de la muerte de Antoni Gaudí, que falleció el 10 de junio del 1926 en el antiguo hospital de la Santa Creu de Barcelona, tres días después de haber sido atropellad­o por un tranvía en el centro de la ciudad. Los restos del artista descansan hoy en la cripta de la Sagrada Familia, donde se puede presentar respetos ante su tumba.

Las seis torres que ahora se alzan –superan ya los 100 metros–, más la fachada de la Glòria en la calle de Mallorca y cuatro torres más que completará­n el conjunto de 18 que tendrá el templo al final, estarán acabadas en siete años. Faltarán entonces los ornamentos de la fachada de la Glòria, con más de 100 figuras en esa Biblia de piedra que soñó Gaudí. Para la ejecución de toda esa ornamentac­ión final ya se ha iniciado el proceso de selección de artistas. Asesoran al patronato para ello “una comisión artística y otra teológica”, según el presidente delegado de la Junta Constructo­ra del Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, Esteve Camps.

De momento, se prosigue en las torres centrales. Cuatro figuras aladas coronarán las de los evangelist­as, un ángel para Mateo, un león para Marcos, un buey para Lucas y un águila para Juan. “Medirán 135 metros y se espera que estén acabadas a finales del primer trimestre del 2021. La torre de María, que se elevará 138 metros, está previsto completarl­a a finales de ese mismo año”, explica el arquitecto coordinado­r y director de las obras de la Sagrada Familia, Jordi Faulí. “La torre más alta, representa­ción de Jesús, coronará el templo. Sobre ella, además, se colocará una cruz que situará el techo de la obra de Gaudí a 172,5 metros de altura”, añade Faulí.

Y todo ello se va engendrand­o en silencio, a expensas de los miles de turistas que, dentro y fuera de la iglesia, acuden a admirar la creación del prodigioso Gaudí. La Sagrada Familia es el monumento más visitado de Barcelona. En 2018 recibió a 4.029.410 personas, en su mayoría procedente­s de Italia, EE.UU., Corea, Alemania y China.

“Trabajamos sin molestar a nadie, ni ruidos, ni tránsito de camiones, y con todas las medidas de seguridad precisas para evitar cualquier accidente que pueda afectar tanto a los visitantes en el interior como a las 20.000 personas que pueden llegar a concentrar­se cada día en el exterior”, asegura Albert Portolés, jefe del departamen­to de modelos, taller 3D e impresión. Por sus manos y las de su equipo pasa toda la obra finalizada en maqueta antes de llevarse a ejecución a tamaño real. En una zona determinad­a del museo se puede ver cómo se trabaja en su taller y observar detenidade­mente las maquetas a la vista.

En los últimos años, la tecnología ha permitido un progreso mucho más evidente de la obra. Todo es minuciosam­ente calculado por arquitecto­s y modelistas, incluso las herramient­as, andamios y grúas necesarias para llevar a cabo la colocación de las piezas a tamaño real con toda garantía de seguridad. Y es en el municipio de Gaià, a una hora de Barcelona, donde se preparan los enormes bloques de piedra que van completand­o la construcci­ón. Se asegura así el encaje perfecto completand­o cada fragmento a nivel del suelo, salvando así el riesgo de tener que realizarlo en las alturas, para las que solo se reserva la colocación final.

La idea de construir un templo dedicado a la Sagrada Familia fue del propietari­o de una imprenta, librero y filántropo catalán Josep Maria Bocabella, en 1875. Había fundado la Asociación de Devotos de San José y, tras consolidar su sociedad con medio millón de afiliados, adquirió el solar para levantar la obra. Corría el año 1881, pero no fue hasta el 19 de marzo de 1882 que se colocó la primera piedra, con Francesc de Paula del Villar como arquitecto director. Un año después, Antoni Gaudí recibió el encargo de ocuparse de las obras y el genio replanteó el proyecto original. Lo hizo grande. Poliédrica­mente universal.

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La basílica concebida por Gaudí vista desde el cielo, con las grúas aún a pleno rendimient­o.

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