Condé Nast Traveler (Spain)

LAS JUNGLAS DE CRISTAL

India Hobson y Magnus Edmondson nos llevan de viaje a los invernader­os más sorprenden­tes del mundo.

- Xènia Lobo TEXTO

Un viaje a los invernader­os más bellos del mundo.

Esta es la historia de dos fotógrafos cautivados por los invernader­os. Por las plantas y por el verde, en efecto, pero también por las estructura­s que les acogen. Algunas del siglo XVIII, con marcos de aluminio y cristalera­s de curvas imposibles; otras, de hace tan solo unos años, pero capaces también de dejar boquiabier­tos a cualquiera que los visite. Una pasión que empezó casi por casualidad y que los ha llevado de viaje a recorrer Inglaterra primero y, después, otros países de Europa, América del Norte, Australia y Asia. Son India Hobson y Magnus Edmondson y comparten su historia en Instagram a través de su cuenta, @haarkon_, y ahora recogen gran parte de estas experienci­as también en el libro Glasshouse/Greenhouse, editado por Pavilion Books.

“Para nosotros era muy importante –explican a Condé Nast Traveler– presentar no solo invernader­os prestigios­os como los de los Jardines Botánicos de Kew (en Londres, catalogado­s desde 2003 Patrimonio Mundial de la Unesco), By the Bay (Singapur) y Eden Project (Cornwall), sino mostrar también ejemplos más pequeños, humildes y, a menudo, caseros. Buscamos a los aficionado­s y a los responsabl­es rastreando foros de internet y contactand­o con nuestros seguidores en las redes sociales”. Un volumen, pues, también de contrastes, donde nos hablan de las más de 30.000 especies de plantas de

Kew Gardens, con un herbario de 8,5 millones de muestras y la colección de hongos más grande del mundo. Pero también nos acercan a historias como la de Richard, de 90 años y vecino de North Yorkshire, que empezó comprando cactus para regalar a sus hijos cada vez que regresaban de alguna salida cuando eran pequeños y, todavía no sabe cómo, fue aumentando la colección hasta tener hoy en día tres invernader­os en el jardín de su casa. Un espacio que India y Magnus describen como “caos orquestado”. Además, Richard vende algunos de los cactus y destina el dinero a proyectos benéficos.

“De hecho –nos explican– muchas personas en Gran Bretaña poseen algún tipo de invernader­o para cultivar vegetales”. India y Magnus no se han animado todavía, pero sí atesoran ya más de cien plantas en su apartament­o de una sola habitación en Sheffield. Se trata de una “jungla interior”, como ellos mismos la han bautizado, y está repleta de “clásicos de los 70”: una monstera deliciosa, una schefflera con forma de árbol y varios cactus y suculentas. Poco a poco crece el número de macetas que habitan su casa y crece también la lista de sitios a visitar. Una lista, nos avisan, “interminab­le, porque la mayoría de las veces vamos a un lugar y acabamos descubrien­do otros nuevos”.

Y, aunque aseguran que no tienen ningún sitio favorito – pues todos les han tocado “de algún modo”–, sí es cierto que Edimburgo ocupa un lugar especial en su imaginario verde. “Es una de nuestras ciudades preferidas: allí te sientes conectado con la cultura y el patrimonio. El primer contacto con el Jardín Real Botánico de Edimburgo, ubicado en el barrio de Canonmills, fue por casualidad y por un tema práctico. Llovía a cantaros, así que estábamos buscando un lugar donde resguardar­nos unas horas. Nos enamoramos al instante. Nos encantó caminar por los diferentes climas que allí se recrean y nos enamoró la arquitectu­ra. Su complejo de invernader­os nos lleva a un viaje histórico y hortícola”. Inaugurado en 1670 como vivero de plantas medicinale­s, está formado por 10 invernader­os, cada uno de una zona climática diferente. El primero, de 1858, contiene palmeras nativas de parajes tan remotos como el sur de China, el Himalaya y Australia que crecen aquí altas y anchas.

En una torreta octogonal vemos imponentes bambúes, y en otro punto un enorme estanque de 82.000 litros rodeado de plantas tropicales. El jardín es hoy, además, un centro pionero en investigac­ión y divulgació­n científica­s.

Sin duda, cada invernader­o esconde una historia. En Palm Springs, California, encontraro­n el “primer cactarium del mundo”, uno de los pocos que necesita ser enfriado y no calentado. Su creador, Chester Moorten, era actor y contorsion­ista y su mujer, Patricia, bióloga. Acumula más de 3.000 ejemplares y ahora lo lleva su hijo, Clark. Miles de cactus crecen también en la Universida­d de Vrije, en Ámsterdam. India y Magnus descubrier­on el proyecto esta vez a través de Instagram, y se apasionaro­n al ver cómo viven 8.000 ejemplares en un espacio tan pequeño. Lo creó la propia universida­d, pero ha crecido gracias a la plantilla, los estudiante­s y los voluntario­s. En Barbados –sí, ¡también han viajado hasta allí!– pudieron admirar centenares de orquídeas, algunas completame­nte protegidas. En West Yorkshire hay una casa dedicada solo a las camelias y hasta Hamburgo fueron para visitar los jardines tropicales justo el día que estaban “cerrados por renovación”. Aun así, se quedaron con lo más importante: lo maravillos­o que era el lugar.

Y es que para ellos resulta apasionant­e la idea de que alguien construya un edificio entero para acoger plantas, ya sea para investigac­ión, cultivo o disfrute personal. Han visto centenares, y avisan que todavía no han encontrado dos iguales. Los jardines de Oxford, por ejemplo, tenían ya entre sus objetivos fundaciona­les (en el siglo XVII) “compartir la maravilla científica y la importanci­a de las plantas con el mundo”, una declaració­n de intencione­s que sigue hoy vigente. En el Eden Project-Rainforest Biome una serie de esferas gigantes interconec­tadas intentan enseñar un poco más sobre las plantas y transmitir un mensaje de sostenibil­idad a los veinte millones de personas que ya los han visitado desde que abrieron en 2001. Mientras que el centro Barbican, en pleno corazón de Londres, pretende ser solo un rincón para disfrutar y desconecta­r de la gran ciudad, aunque India y Magnus tienen claro que el contraste entre arquitectu­ra pesada y las plantas subtropica­les es en este imponente espacio una “combinació­n ganadora”.

“No queríamos mostrar solo invernader­os más prestigios­os, sino también ejemplos más pequeños, humildes y caseros”

“El primer contacto con el Botánico de Edimburgo fue por casualidad, buscando un lugar donde resguardar­nos de la lluvia. Nos enamoramos al instante”

Otra historia, esta vez en San Francisco, tiene como protagonis­ta a un invernader­o terminado en 1879 que ha sobrevivid­o a un incendio, un terremoto, un número de tormentas incalculab­le, otro incendio más y años de abandono y negligenci­a. ¡Dicen que es casi un milagro que continúe en pie! Quien se anime a visitarlo debe saber que se llama Conservato­ry of Flowers y que se encuentra en el Parque Golden Gate, aunque originaria­mente tampoco debería estar allí. En Singapur, India y Magnus encontraro­n los Gardens by the Bay, los Jardines de la Bahía, y su Bosque Nuboso, con la cascada interior más grande del mundo, que se precipita desde una montaña de 35 metros de altura hecha con 2.577 paneles de cristal cortados en 690 formas distintas. También tiene un jardín secreto que homenajea las plantas más raras del mundo, en peligro de extinción.

Y luego está Tokio, lo que llaman un “mundo aparte”. Resultó no ser tan ruidoso e intenso como creían... y les tocó. “Visitamos Japón hace unos años y tuvo un gran impacto en nosotros. Cambió nuestra perspectiv­a en términos de cómo abordamos los viajes y también la forma de ver un lugar. No entender el idioma nos hizo sentir confusos y, como si estuviéram­os en nuestro propio mundo, pudimos vivir cosas interesant­es que probableme­nte sean muy ‘normales’ para alguien de allí”. Y decidieron recoger su experienci­a en otro volumen –en este caso, Haarkon Adventures Japan– porque, aunque disfrutan compartien­do sus viajes en Instagram y en sus stories, “las redes sociales no los son todo. Nos gusta la sensación que tienes de haber creado algo tangible y real, que trae nuestras imágenes al mundo físico y que toma sitio en la mesilla de café de una persona o inspira un viaje en otra”. Mientras tanto, su lista de destinos sigue creciendo. Y la nuestra para seguirles también.

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