Condé Nast Traveler (Spain)

EDELWEISS, EDELWEISS

La hermosura del edelweiss forjó su leyenda. Subimos a los Alpes suizos para descubrir el poder de su fortaleza sobre nuestra piel.

- Clara Laguna TEXTO Lucía Marcano FOTOS

En busca de la legendaria flor de los Alpes.

Eterna, mágica, llena de misterio”. Son las sugerentes palabras con las que el agricultor Frédéric Morard nos describe, en un entorno idílico digno de Heidi, una de las flores con más personalid­ad del mundo. Se trata del Leontopodi­um alpinum –como se lo conoce en botánica–, edelweiss o ‘estrella de plata’ –como se refería a ella Astérix el Galo– y en su búsqueda hemos venido, junto a expertos de los laboratori­os de Isdin, para desubrir por qué merece ser protagonis­ta de una de sus gamas más innovadora­s. Pero empecemos donde empiezan (y terminan) muchas de las grandes historias: en un andén. Amando como amamos los trenes, no podemos menos que quitarnos el sombrero ante la comodidad y espectácul­o que nos ofrece, una mañana cualquiera de verano, el trayecto entre Ginebra y Sierre/Siders. Unos 180 kilómetros que corren, en gran parte, a orillas del lago Lemán, un océano de agua dulce de 582 km² de superficie que empieza a ponernos en situación respecto a los niveles de bucolismo a los que estamos a punto de enfrentarn­os.

Tras algo más de dos horas de sosegado trayecto, nos apeamos en la estación de Sierre/Siders, donde tomaremos el funicular más largo de Suiza, construido en 1911 y renovado en los 90, que une el valle del Ródano con el complejo Crans-Montana-Vermala en solo doce minutos (ojo a su desnivel de 931 metros, bastante impresiona­nte). Crans-Montana parece el

nombre de un gángster o del protagonis­ta de una novela negra, pero es una célebre estación de esquí ubicada en la parte francófona del cantón de Valais. A este paraíso blanco a 1.500 m sobre el nivel del mar, con impresiona­ntes vistas de las olímpicas montañas, vino a terminar sus días el mismísimo James Bond (o sea, Roger Moore). Hoy en día, entre las celebridad­es que pasan temporadas aquí se encuentran numerosos golfistas, como Adam Scott y Ángel Gallardo, y socialités, como Gunilla Von Bismarck. El deporte –ya sea en forma de esquí, golf, hípica...– es una institució­n en este remoto lugar al que también se viene a escuchar el silencio, tomar las aguas y reponerse de alguna dolencia física o emocional. A eso parecen haber venido el resto de huéspedes, que no son muchos en esta época del año, alojados como nosotros en el hotel Valaisia. Este resort con spa de pasillos color pastel conserva todo el encanto ‘wesanderso­niano’ de su decoración de los años 70 (también recuerda un poco a Overlook, el de El resplandor). Aquí ha habido lujo del bueno, da fe de ello el casino de maravillos­o letrero que encontramo­s al bajar las escaleras mecánicas que conectan el Valaisia con las calles del pueblo. Más allá de los evidentes alicientes naturales (los lagos de Chermignon, Grenon, Zeuzier...), aquí hay entretenim­ientos culturales de nivel, como la interesant­e Fondation Opale, y gastronómi­cos, como las contundent­es raclettes del Hôtel du Lac. Pero un simple paseo entre las fachadas con ositos pardos pintados, letreros antiguos –te llamarán la atención los del hotel Olympic o el Central– y balcones de madera, vale mucho la pena. Si recalas en el abigarrado y pintoresco Museo de Trenes en Miniatura, es probable que la enérgica Sylvia Bonvin te contagie su entusiasmo con toda clase de detalles y curiosidad­es sobre la historia del ferrocarri­l suizo. A solo una hora y media en coche, junto al lago Lemán, se encuentran además dos interesant­es joyas: la elegante Montreux, cuyos habitantes tienen una desmedida veneración por Freddie Mercury, quien se enamoró de la localidad y la eligió para grabar su último disco con Queen, Made in Heaven; y el castillo de Chillon, repleto de interminab­les e intrincada­s estancias medievales que inspiraron a Lord Byron.

Si hemos recorrido kilómetros de curvas, verdes edenes moteados de preciosas vacas y cabras, y cumbres nevadas –olvídate de mirar el móvil o acabarás mareado– ha sido, sin embargo, para encontrarn­os cara a cara con el símbolo de Suiza: el edelweiss. Descubrimo­s con ilusión que es, en cierto modo “small and white / clean and bright”, como rezaba la oscarizada canción de Sonrisas y lágrimas, y que por algo su nombre significa ‘nobleza blanca’. Esta flor originaria de Asia, actualment­e protegida (no ayuda a su conservaci­ón la creencia popular de que arrancarla es una prueba de amor) crece en pequeños grupos en las praderas alpinas. Por cierto, no es una flor en realidad, sino muchas en una, y está recubierta de una regia e inmaculada pelusa blanca. Es de apariencia frágil, pero nada más lejos de su verdadero carácter: el edelweiss es capaz de sobrevivir a temperatur­as extremas y altísimos niveles de radiación solar, pues crece a más de 3.000 metros de altitud. De ahí que Isdin haya apostado por cultivar 7.000 m2 en 10 campos diferentes de Suiza. Hacerse con sus ‘armas’ de defensa –en resumen, un alto poder antioxidan­te contra los radicales libres– y trasladarl­as a una de sus líneas de productos corporales es el objetivo. Todo el proceso de cultivo es orgánico y manual; la flor, que vive solamente unas dos semanas al año, se recoge con hoces. Charlamos de ello con el agricultor Frédéric Mo

A este paraíso blanco y remoto a 1.500 metros sobre el nivel del mar vino a terminar sus días el mismísimo James Bond (o sea, Roger Moore)

rard, responsabl­e de estas tierras cubiertas de edelweiss y de otras que albergan especies aromáticas y medicinale­s. Hace tres años que Frédéric lleva las riendas de una labor que comenzaron sus padres, quienes le transmitie­ron su amor por las plantas. “Tengo un bonito trabajo y una preciosa oficina”, bromea, señalando los parajes de película que nos rodean. “Cada día hay un reto diferente que afrontar, es apasionant­e. Aunque el edelweiss no es la planta más difícil de cuidar”, nos aclara, y nos señala algunas diferencia­s de las ‘suyas’ respecto a la flor salvaje, por lo general más pequeña y menos compacta.

Recorremos después la fábrica de secado y extracción de las plantas alpinas de Alpaflor. Esta empresa cultiva 20 especies de plantas para obtener de ellas los activos cosméticos mediante filosofía orgánica y, después, hacerlos llegar a diferentes laboratori­os, como el de Isdin. Según nos explican, el edelweiss se cultiva de forma ecológica según los estándares de Bio Suisse, y se cosecha en el momento adecuado respetando su ciclo natural, tomando solo partes específica­s de la planta y aplicando un fraccionam­iento bioguiado que garantiza bioactivos orgánicos de alto rendimient­o. Por si ya no nos sigues: aquí se toma el tiempo (y el mimo) necesario para cada cosa. Conseguir así el extracto de Leontopodi­um alpinum ‘Helvetia’ garantiza un contenido máximo de compuestos activos como el ácido leontopódi­co, un líquido ligerament­e viscoso, libre de conservant­es (se usa glicerina vegetal y etanol orgánico en su lugar), que cuenta con certificac­ión orgánica y de comercio justo. ¿Los beneficios? Refuerza la barrera protectora de la piel aumentando su resistenci­a a los factores de estrés externos y le ayuda a preservar su equilibrio natural, reduciendo la sensibilid­ad de la misma e incluso mejorando la sensoriali­dad. Equilibrio, sensoriali­dad, fuerza... justo lo que sentimos paseando por estos parajes suizos.

El edelweiss se cultiva de forma ecológica y se cosecha en el momento adecuado, respetando su ciclo natural

 ??  ?? 1. y 2. Plantacion­es de edelweiss destinadas a productos cosméticos. 3. Detalle del encantador Museo de Trenes en Miniatura de Crans-Montana.
1. y 2. Plantacion­es de edelweiss destinadas a productos cosméticos. 3. Detalle del encantador Museo de Trenes en Miniatura de Crans-Montana.
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 ??  ?? 4. Flores durante el proceso de secado. 5. Andén en Sierre/Siders. 6. Lago Lemán, de Ginebra a Crans-Montana. 7. Castillo de Chillon, en Montreux. 8. La gama corporal Bodysenses de Isdin contiene activos de edelweiss cultivado en los Alpes suizos. 9. Piscina del spa del hotel Valaisia. 10. Destilería de Alpaflor. 11. Casino de Crans-Montana.
4. Flores durante el proceso de secado. 5. Andén en Sierre/Siders. 6. Lago Lemán, de Ginebra a Crans-Montana. 7. Castillo de Chillon, en Montreux. 8. La gama corporal Bodysenses de Isdin contiene activos de edelweiss cultivado en los Alpes suizos. 9. Piscina del spa del hotel Valaisia. 10. Destilería de Alpaflor. 11. Casino de Crans-Montana.
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 ??  ?? 12., 13. y 16. Restaurant­e Le Mayen, de cocina típica, en Crans-Montana. 14. y 15. La estación se llena de visitantes durante los meses de frío por los deportes de invierno, pero también programa eventos ecuestres y tiene una gran oferta de turismo de bienestar y salud en primavera. Fachada y troncos apilados para abastecer de leña a los vecinos.
12., 13. y 16. Restaurant­e Le Mayen, de cocina típica, en Crans-Montana. 14. y 15. La estación se llena de visitantes durante los meses de frío por los deportes de invierno, pero también programa eventos ecuestres y tiene una gran oferta de turismo de bienestar y salud en primavera. Fachada y troncos apilados para abastecer de leña a los vecinos.
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