DONDE CANTA EL CUCO
En este hotel de los Alpes franceses los días arrancan con el gorjeo de los pájaros y café con vistas a las cumbres. Bonjour, Le Coucou.
Llega marzo y el cuco comienza a entonar su nombre al alba para anunciar así que la nieve pronto se convertirá en agua, que el sol se prepara para regalarnos unas cuantas horas más de luz y, por lo tanto, que el invierno se retira una vez más para dar paso a la bendita primavera, época en la que estos pájaros ejerce de despertador cada mañana, pues a finales de verano dejan de cantar. Pero paso a paso, aún hay tiempo para despedirse del cucú y del frío. Y qué mejor enclave para lanzarse ladera abajo que Méribel, la estación de esquí ubicada en los Alpes franceses donde se alza el hotel Le Coucou, inaugurado el pasado diciembre. Este coqueto cinco estrellas, la tercera propiedad de Maisons Pariente –una nueva colección de hoteles boutique en
Francia–, cuenta con 39 suites, 16 habitaciones y dos chalets privados con piscina y spa. La decoración de cada una de las estancias es obra del interiorista francés Pierre Yovanovitch, quien ha jugado con una paleta de colores cálidos y un mobiliario de estilo minimalista para reinventar la estética clásica de los chalets alpinos. “Las montañas circundantes fueron uno de los focos principales para el proyecto. Diseñamos el espacio para ofrecer el mayor número posible de perspectivas del impresionante paisaje, que también influyó en las decisiones de diseño que tomamos: utilizamos maderas locales (pino, alerce y roble) e incluimos elementos de decoración específicos de la región”. Así es como Yovanovitch, en colaboración con otros artistas como Matthieu Cossé –artífice del hipnótico fresco del lobby–, ha logrado construir un espacio de cuidados detalles que invita a postergar la marcha hacia las pistas de esquí. “Mi objetivo era crear una atmósfera divertida en los interiores. He diseñado un espacio acogedor y colorido donde los huéspedes puden descansar tras un largo día en la nieve”, explica el interiorista. “Si tuviera que definir mi estilo, diría que es suave y radical. Una unión de contrastes”, apunta. Y es que la clave del éxito está en el equilibrio, razón por la que Le Coucou ha sido concebido bajo un concepto que abraza deporte y relajación: de una sesión de entrenamiento en su sala fitness a un masaje postdescenso, pasando por una clase personalizada de pilates o yoga; haz lo que te pida el cuerpo. Eso sí, no olvides el chapuzón de rigor en su espectacular piscina cubierta, cuyo ventanal regala unas vistas de desmesurada belleza; culpables a su vez de que salir de su también climatizada piscina exterior, situada justo a continuación de la primera, se convierta en una misión casi imposible. Por supuesto, entre sesión y sesión, deberás realizar al menos una parada para recargar energías, y Le Coucou acoge un par de estaciones ideales para el deleite y repostaje: Beefbar y Biancaneve, ambos ideados por el empresario gastronómico Riccardo Giraudi. El restaurante Beefbar, como bien indica su nombre, es un templo donde se rinde culto a la carne, o donde más bien se peca de gula. El filete de sabrosa carne Angus, la picanha de Wagyu, el clásico filet mignon o la hamburguesa de Kobe (y dos pisos) son algunas de las principales tentaciones. Aunque sumergir el pan en una fondue de queso Mont d’Or bajo una pared adornada con una colección de antiguos relojes de cuco también tiene su aquel. Por otro lado, la excelente calidad del producto también queda patente en cada uno de los platos servidos sobre las mesas de Biancaneve, dedicado a la cocina italiana. ¿Y para saciar la sed? No hay mejor plan que un cóctel al atardecer en la terraza de su bar, donde también se puede matar el gusanillo. Bueno, quizá sí lo haya: un café frente a las montañas nevadas a media mañana o una sesión de música en directo al caer la noche. Por otro lado, los amantes de los licores y demás espirituosos podrán disfrutar de un agradable rato junto a la chimenea en el Fumoir, un salón apto para fumadores cuya privilegiada ubicación –en el octavo piso– no dejará a ninguna retina indiferente. Además, el hotel cuenta con dos clubes infantiles para aquellos huéspedes que viajen con sus retoños. Así que no hay excusas: cálzate unas raquetas de nieve, súbete a un trineo o lánzate desde el telesilla. Haz lo que te plazca, pero con un solo requisito: visita este maravilloso hotel antes de que cese el canto del cuco... (lecoucoumeribel.com).
“Diseñamos el espacio para ofrecer el mayor número posible de perspectivas del impresionante paisaje”