DÓNDE COMER
La Cuchara de doña Emilce
San Joaquín, Heredia
Esta fonda familiar con manteles de cuadros y paredes teñidas de azul y amarillo tiene una cocina abierta que nunca duerme. El lugar idóneo para zamparse un tanda de gallos, los tacos costarricenses con una base de tortilla de maíz y todo tipo de aderezos. El café ‘chorreado’ que sirven con el postre hará la digestión más fácil.
Casa Orquídeas
A 200 metros del centro de Santa Elena, Monteverde orchidcoffeecr.com
Lo orgánico puede jugar a demasiados artificios cuando nos sentamos a la mesa. No es el caso de este pequeño restaurante con toques hawaianos y una acogedora puesta en escena que regenta su dueña desde 2011. Aunque llueva, reserva una mesa en el porche porque su sopa de ayote –nuestra calabaza dulce– y los paninis de rosbif o carne mechada conseguirán que entres en calor al instante.
A’lo NICO
Playa Flamingo, Guanacaste facebook.com/alonico. restaurant
Los lugareños dicen que, cuando cae el sol y las nubes lo permiten, la arena fina de playa Flamingo se colorea de rosa flamenco, de ahí su nombre. El mejor spot para empezar el día con el desayuno local de este local a pie de playa, que incluye una suculenta ración de gallos pintos con frijoles, aguacate y jugo de frutas.
Sikwa
Casa Batsú, barrio de Escalante, San José facebook.com/ sikwarestaurante.cr
Tras nueve años recorriendo la gastronomía del país que aún preserva el sabor y las texturas precolombinas, Pablo Bonilla puso en marcha este referente de la nueva cocina costarricense. La sala bautizada como Francisca, en honor a la revolucionaria Pancha Carrasco, prepara el ambiente con luz tenue y delicados platos de cerámica para que viajes en el tiempo a través de sopas que se maceran en la boca y carnes cocidas con mimo a fuego lento, como nos gusta.
Alma de Amón
Calle 5, barrio de Amón San José, almadeamon.com
Toda Latinoamérica en un plato. Una tarea difícil pero no imposible si se trata de los fogones de esta moderna cantina. Por sus platazos –bautizados así en su carta– se pasean ceviches de corvina y pulpo, sánguches para engullir a cuatro manos y mucho picoteo para acompañar a sus tragos con carácter. Y en el barrio de moda, por cierto.