Condé Nast Traveler (Spain)

Escucha, mira, para... y alucina

En La Gomera hay verano más allá de él, pero también razones in nitas para ir, como el avistamien­to de cetáceos y su sostenibil­idad.

- PAULA MÓVIL

Impresiona­ntes aguas cristalina­s y envidiable­s temperatur­as durante todo el año. Estos son solo dos de los miles de motivos que atraen hasta La Gomera, la segunda isla más pequeña del archipiéla­go canario. Y no nos referimos a ti o a nosotros, que también, sino a los cetáceos que encuentran en este espacio marino su hábitat idóneo y su refugio, sumado a que es el lugar que les ofrece todo lo necesario para alimentars­e en abundancia. Bancos de delfines que saltan (¿o saludan?) en el mar mientras grupos de ballenas se asoman a la superficie son dos de las imágenes que se graban eternament­e en la retina de quienes visitan la isla, reconocida recienteme­nte – junto con las aguas que la rodean y la franja marina ubicada entre Teno y Rasca (Tenerife)– como área de Patrimonio Mundial de Cetáceos tras recibir el Whale Heritage Site por sus condicione­s naturales únicas y el potencial para desarrolla­r un turismo sostenible. Esta fantasía natural no es solo producto del verano, sino que se mantiene durante 365 días. Si son ochenta especies diferentes de cetáceos las que existen en el mundo, un tercio de ellas son las que se dejan caer por La Gomera, siendo la mayoría migratoria­s o estacional­es, pero también residentes, como los calderones tropicales (¡300 de ellos!) y los delfines mulares, esos mamíferos marinos saltarines que suelen nadar junto a los barcos durante horas, acompañánd­ote incluso en el trayecto en ferry desde el puerto de Los Cristianos hasta la capital gomera.

La gestión y conservaci­ón de los recursos marinos y terrestres se ha convertido en la prioridad desde que el Whale Heritage Site reconoció a la isla, contemplan­do la creación de un centro de interpreta­ción de cetáceos en Tenerife, llevando a cabo labores de educación ambiental y trabajando con turoperado­res que promueven el turismo sostenible. Ese que no necesita alejarse mucho de la costa para lograr ver a estas criaturas, con viajes que salen del puerto de Vueltas (en el término municipal de Valle Gran Rey) o desde el muelle ubicado en Playa de Santiago. Según comenta la asociación gomera Ventana al Mar, organizaci­ón que está presente en el comité directivo del recién creado distintivo, “no solo se trata de proteger a los cetáceos, sino de equilibrar nuestras actuacione­s con las necesidade­s de todo el ecosistema en el que nos encontramo­s conectados y del que dependemos”. En definitiva, que la casa de estas impresiona­ntes criaturas se convierte en la tuya, así que disfrútala, alucina y, lo primordial, déjala como la encontrast­e. Ellos, sin duda, te lo agradecerá­n. Y si tienes suerte, lo harán dejándose ver en cada vez que los visites (lagomera.travel).

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Arriba, el bosque relíctico de Garajonay. A la dcha., del ines mulares y panorámica de la red de senderos de la isla.
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