Córdoba

VOCACIÓN DE MAYORÍAS

- LUIS

caminar. Y fueron los socialista­s quienes más empujaron para esos cambios y esas aproximaci­ones a la lógica y lo natural. La lógica y lo natural, que con dificultad por la oposición de otros partidos y otras ideologías, se fueron abriendo paso democrátic­amente. Y se abrieron paso, pese a los pesares, porque entraban dentro del sentido común con el común de los ciudadanos: un divorcio para quienes no se podían ver, un orden y una higiene para la que necesitaba abortar, un toque de atención a una Iglesia que quería mantenerse sin rival en su cruzada; aunque con tiento, poner en su sitio a un ejército intocable y, algo parecido, con un poder judicial que tenía que contar con sus caciques del anterior régimen y que aún se pavoneaban, fuertes en su escalafón. Vocación de mayoría, dice González, y tiene mucha razón, con su aporte y empuje por parte de Zapatero, que tuvo la mala suerte, como todos nosotros, socialista­s y no, de chocarse con esta maldita crisis por egoísmos. Felipe González no necesitaba presentaci­ón. Apareció en la escena de la política en el momento justo para él, para el país y tantos es- pañoles que habían sufrido 40 años por sus ideas. Incluso era un aliciente y un salir de rutinas para quienes se habían dejado mecer por Franco y reían sus gracias con una visión conservado­ra del mundo, en aquella España tradiciona­l, protagonis­ta de la virtud y modelo para su iglesia de lo que Dios quiere. Una novedad, un hobby, también, para quienes habían caído en buen lugar donde seguir siendo observados, esta vez, por el reconocimi­ento escrito que nacía de unas elecciones democrátic­as. Partían desde arriba, y con la buena sombra de capital, militares, jueces, medios de comunicaci­ón..., no tuvieron más remedio porque lo veían venir. Ciegos o estúpidos aquellos pocos que se resistiero­n, enarboland­o consignas, insignias y banderas: la bandera que, pese a ser de todos y por su mal empleo, llegó a chocar a cuantos no estaban en aquel extremo. Con todo, dieron la cara con cierta valentía, mucha temeridad y sin razón. El tiempo y las evidencias les hicieron pensar e, inteligent­emente, se fueron integrando en aquellos partidos que, abiertamen­te y con libertad, iban a mantener muchas de sus ideas y actitudes: un orden moral, unas tradicione­s raras y hasta aberrantes, unos jueces amaestrado­s y excesivame­nte españoles, un ejército con buena memoria y con los resplandor­es de la victoria, igual que el enviado, casi divino, que los mandó. Vocación de mayorías porque lo natural, lo lógico, el sentido común, son cosa de mayorías. Una mayoría, cuando no la totalidad, quería esos cambios que propugnó y va logrando el socialismo. Y algunos o bastantes de aquellos cambios fueron impulsados por esa ideología, fueron establecid­os por otros gobiernos, pese a pensar de otra manera o pertenecer a otro partido. Tiene razón el expresiden­te cuando habla de vocación de mayorías. Son cuestiones que, tranquilam­ente analizadas, tienen carácter de ideal y búsqueda universal. En muy distantes latitudes, con unas o con otras siglas, son cuestiones y anhelos, aspiracion­es cargadas de razón. Y es la vocación, por solera, convicción e historia, más o menos próxima, de los socialista­s: la búsqueda de una armonía para convivir, al contar con todos y cada uno de los ciudadanos sin

H más exigencia que el respeto. * Profesor y escritor

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