VOCACIÓN DE MAYORÍAS
caminar. Y fueron los socialistas quienes más empujaron para esos cambios y esas aproximaciones a la lógica y lo natural. La lógica y lo natural, que con dificultad por la oposición de otros partidos y otras ideologías, se fueron abriendo paso democráticamente. Y se abrieron paso, pese a los pesares, porque entraban dentro del sentido común con el común de los ciudadanos: un divorcio para quienes no se podían ver, un orden y una higiene para la que necesitaba abortar, un toque de atención a una Iglesia que quería mantenerse sin rival en su cruzada; aunque con tiento, poner en su sitio a un ejército intocable y, algo parecido, con un poder judicial que tenía que contar con sus caciques del anterior régimen y que aún se pavoneaban, fuertes en su escalafón. Vocación de mayoría, dice González, y tiene mucha razón, con su aporte y empuje por parte de Zapatero, que tuvo la mala suerte, como todos nosotros, socialistas y no, de chocarse con esta maldita crisis por egoísmos. Felipe González no necesitaba presentación. Apareció en la escena de la política en el momento justo para él, para el país y tantos es- pañoles que habían sufrido 40 años por sus ideas. Incluso era un aliciente y un salir de rutinas para quienes se habían dejado mecer por Franco y reían sus gracias con una visión conservadora del mundo, en aquella España tradicional, protagonista de la virtud y modelo para su iglesia de lo que Dios quiere. Una novedad, un hobby, también, para quienes habían caído en buen lugar donde seguir siendo observados, esta vez, por el reconocimiento escrito que nacía de unas elecciones democráticas. Partían desde arriba, y con la buena sombra de capital, militares, jueces, medios de comunicación..., no tuvieron más remedio porque lo veían venir. Ciegos o estúpidos aquellos pocos que se resistieron, enarbolando consignas, insignias y banderas: la bandera que, pese a ser de todos y por su mal empleo, llegó a chocar a cuantos no estaban en aquel extremo. Con todo, dieron la cara con cierta valentía, mucha temeridad y sin razón. El tiempo y las evidencias les hicieron pensar e, inteligentemente, se fueron integrando en aquellos partidos que, abiertamente y con libertad, iban a mantener muchas de sus ideas y actitudes: un orden moral, unas tradiciones raras y hasta aberrantes, unos jueces amaestrados y excesivamente españoles, un ejército con buena memoria y con los resplandores de la victoria, igual que el enviado, casi divino, que los mandó. Vocación de mayorías porque lo natural, lo lógico, el sentido común, son cosa de mayorías. Una mayoría, cuando no la totalidad, quería esos cambios que propugnó y va logrando el socialismo. Y algunos o bastantes de aquellos cambios fueron impulsados por esa ideología, fueron establecidos por otros gobiernos, pese a pensar de otra manera o pertenecer a otro partido. Tiene razón el expresidente cuando habla de vocación de mayorías. Son cuestiones que, tranquilamente analizadas, tienen carácter de ideal y búsqueda universal. En muy distantes latitudes, con unas o con otras siglas, son cuestiones y anhelos, aspiraciones cargadas de razón. Y es la vocación, por solera, convicción e historia, más o menos próxima, de los socialistas: la búsqueda de una armonía para convivir, al contar con todos y cada uno de los ciudadanos sin
H más exigencia que el respeto. * Profesor y escritor