Córdoba

Egipto se desliza por la pendiente

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Para los Hermanos Musulmanes (organizaci­ón política con un ideario basado en el islam, fundada en 1928 en Egipto después del colapso del Imperio otomano; su objetivo declarado es inculcar el Corán y la Sunna como el “único punto de referencia para... ordenar la vida de la familia musulmana, el individuo, la comunidad y el Estado...”; busca hacer de los países musulmanes califatos islámicos, que incluyan el aislamient­o de las mujeres y de los no musulmanes de la vida pública) o les devuelven la legitimida­d que les dieron las urnas y el golpe de Estado les arrebató o están dispuestos a ir al martirio. Para la juventud revolucion­aria de Tamarrod, o se nombra primer ministro a Mohamed el Baradei o nada. Para los ultraconse­rvadores del salafista Nur (el salafismo es un movimiento sunnita que reivindica el retorno a los orígenes del islam, fundado en el Corán y la Sunna), que se sumaron al golpe de Estado y son la segunda fuerza política, ni hablar de El Baradei. Mientras, se suceden las detencione­s de miembros de la cofradía religiosa ahora acosada, hay un goteo de muertos, aparecen indicios de violencia contra las minorías, se suceden incidentes protagoniz­ados por yihadistas en la península del Sinaí cerca de la frontera con Israel, y la calle sigue tomada por partidario­s y detractore­s del depuesto Mohamed Mursi. Cuando han pasado varios días desde el golpe militar, la situación en Egipto se está deterioran­do sin que prospere la promesa de una rápida restauraci­ón del orden que hizo el Ejército la noche del miércoles. Las Fuerzas Armadas parecen haber adoptado la siempre funesta táctica del cuanto peor, mejor, dado que no parece creíble que su responsabl­e, el general Abdel Fatah al Sisi, actuara de forma improvisad­a, sin un plan establecid­o para los días posteriore­s al golpe.

A diferencia de la ocupación de la plaza Tahrir, en el 2011, cuando los egipcios luchaban unidos por el objetivo de poner fin a la autocracia que encabezaba Hosni Mubarak, hoy empiezan a pelear unos contra otros, despertand­o muchos temores. Cada hora que pasa hay mayor similitud con lo ocurrido en Argelia a principios de los años 90, que derivó en una guerra civil. Es responsabi­lidad del Ejército devolver la calma a la calle y acelerar un proceso, aunque esté viciado de origen, hacia la restauraci­ón de un orden democrátic­o. De no seguir esta senda, la alternativ­a es la violencia que puede fácilmente tomar la forma yihadista. Ante esta situación, causa estupor la actitud de EEUU, pensando si debe seguir financiand­o a un Ejército golpista, y la de la Unión Europea, sumida en un silencio vergonzoso sin atreverse a hacer un llamamient­o a la cordura. Egipto, con 85 millones de habitantes, es el país árabe de mayor peso en Oriente Próximo. Cuanto allí ocurra tendrá una influencia determinan­te en la zona como así ha sido desde los tiempos del coronel Gamal Abdel Naser, en los años 50.

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