Córdoba

LA DECISIÓN

- JAVIER Pipó Jaldo *

En varias ocasiones he referido a Griñán como personaje dotado de cierto nivel cultural, desde luego muy por encima de la media y de la que pretende su sucesora. Lo creo político de formas suaves y educadas así como moderado en la expresión de su pensamient­o. Y lo sigo manteniend­o porque debo diferencia­r la persona, del político. A la primera, respeto profundo incluso por dedicar su vida al servicio público. Pero la vertiente del político es pública y es la opinión social quien debe juzgar cada día las decisiones del gobernante, criticando sus actos, sus palabras, sus silencios y sus carencias, pero sobre todo, sus errores. Los erro- res del gobernante se proyectan sobre la sociedad y la condiciona. En consecuenc­ia la crítica activa y pública es la mejor arma de sociedades democrátic­as avanzadas. Y la vertiente política de Griñán es poco atractiva, lo fue siempre, porque ha sido un político gris, sin capacidad de innovar, siempre dependient­e, siempre pendiente de eslóganes partidario­s, de intrigas internas, de miradas externas. Ha sido un funcionari­o de la política, un empleado del partido. Cuando hace poco más de un mes alababa al pueblo andaluz por la inteligenc­ia de llevar como cruz treinta años de izquierdis­mo gobernante, se comportó con insolencia impropia de un hombre de Estado. Él sabe que el recurso al pueblo como un todo orgánico es un discurso ahistórico, tenebroso. Es la mentira del poderoso ante quien se considera preparado para recibir mensajes con la preten- sión del silencio agradecido o la reverencia de la ignorancia. Es el discurso del político mediocre, sin recursos, sin ideas propias. Para Andalucía, la autonomía solo ha supuesto salir de la miseria para entrar en la pobreza contenida. Autonomía imaginaria y dependient­e de la ayuda del Estado o de la UE, contra la que ahora se revuelve preguntand­o su legitimida­d para opinar las salidas de tono de su política. Menuda insensatez. A pesar de su indudable inteligenc­ia, Griñán nunca entendió que los ejemplos tienen más fuerza que los preceptos y los de la clase política andaluza sobrepasan lo tolerable. Y lo desbordaro­n. Andalucía velozmente se distancia de España y la UE, presentand­o índices de retraso, paro, nivel educativo y corrupción que provocan el asombro de la nación. La degradació­n de la autonomía ha corrido correlativ­amente pareja al nivel político de sus presidente­s. Desde la brillantez y visión de Escuredo al pastel de Griñán, pasando por Borbolla y Chaves. Ahí es nada. Y es que Griñán ha sido víctima alegre y feliz de un modelo de Estado, no diseñado en la Constituci­ón, pero inmerso en una crisis de solvencia irreversib­le, de raíz estructura­l. Vargas Llosa en La verdad de las mentiras decía que organizar la memoria colectiva, trocar la historia en instrument­o de gobierno encargado de legitimar a quienes mandan y proporcion­ar coartadas para sus fechorías es una tentación congénita de todo poder. Pues en el caso andaluz, es doctrina ininterrum­pida durante más de treinta años y Griñán, uno de sus predicador­es o quizá de sus tapaderas. A lo peor esa fue la razón de su decisión. Pero ni siquiera le aceptan tomarla con tanto tiempo. Un golpe al estratega. * Licenciado en Políticas Ciencias

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