Un maestro renovado
La cita con el festival que Manuel Barrueco tiene a bien no perdonar ha venido este año aderezada con la formación de un trío de guitarras con las chinas Meng Su y Yameng Wang, lo cual, unido al sugerente y variado programa que ofrecieron, ha supuesto una refrescante novedad en la actuación del maestro cubano. Ante la sala Polifemo casi llena, el conjunto se convirtió en una especie de guitarra tricéfala que venía ya impregna- da del genio de Barrueco: proporción, equilibrio y gusto exquisito en una interpretación apolínea.
La refinada y elegante interpretación del Trío en Fa mayor Op. 62 de Diabelli dio paso a las Estampas de Moreno Torroba: frescura y nostalgia atenuada poblaron las imágenes españolas de esta pieza antes de que el Dúo de Beijing atacara Eight Memories in Watercolor de Tan Dun, una obra reciente de delicadeza y levedad orientales, puente entre tradición y contemporaneidad, que sonó en las manos de Su y Wang hermosa y transparente, de fragilidad cristalina.
Tras la pausa, la Sonata Op. 61 de Turina: sosiego y tensiones sin fractura en la guitarra de Barrueco, a quien se sumó el dúo en The Enchanted Island, una obra con- temporánea del brasileño Assad, rica, de una contemporaneidad amable, exuberante y rítmica. Un final ascendente se preveía con las dos obras de Piazzolla programadas: si Revirado, nostál- gico y detenido sonó maravilloso, la interpretación de Fuga y Misterio –tango irreflexivo, arrabalero, visceral y arrebatado– requiere una buena relación con Dionisos, más que con Apolo. Frente al entusiasmo del público, el trío ofreció un popurrí de música de cine de Chaplin en un arreglo de Assad que nos hizo salir con una sonrisa en los labios.