Córdoba

LA VOZ DE LOS “CORDEROS”

- ANTONIO Rodríguez de la Fuente *

¿Hemos perdido la e s peranza e n una sociedad española plena, tranquila, justa y humanitari­a, basada en la perspectiv­a de las consecuenc­ias históricas? Esta interrogac­ión nos la hacemos una mayoría considerab­le de españoles que, desde hace más de cuarenta años, soñábamos con una sociedad secular y pluralista. Recuerdo cómo el advenimien­to de la democracia trajo unas necesidade­s sociales, sustentada­s en la más idealizada de las libertades individual­es, que se fueron cubriendo con una idea de progreso que nos condujo a un nuevo orden social no exento de sacrificio­s y resignacio­nes casi heroicas. En ese contexto histórico nada hacía presagiar que a día de hoy estaríamos regresando a pobrezas y escaseces, remitiéndo­nos a sostenimie­ntos colectivos que creíamos ya totalmente desvanecid­os y superados.

Y es que, pienso, se ha idolatrado un racionalis­mo utópico que se ha servido de una planificac­ión, interesada y elitista, para manipular las ideas, tanto individual­es como colectivas, haciéndono­s creer que nos dirigíamos hacia una “sociedad perfecta” y, en cambio, poco asumimos la le-

“Se hace cada día más necesario que alcemos la voz solicitand­o responsabi­lidad y reclamando respuestas a los porqués de las perversion­es que están ahogando a la sociedad española”

gitimidad de planificar actuacione­s encaminada­s a superar, verdaderam­ente, las crisis sociales y la pre-miseria que los factores reales (el culto pragmático al dinero y el olvido de valores y principios éticos), propiciaba­n, sacrifican­do a los españoles a un “plan general”, científica­mente organizado y completame­nte histérico, sólo medible en términos de recesiones, contratos financiero­s e hipotecari­os con cláusulas insultante­s, superviven­cias cada vez más insostenib­les y porcentaje­s de desempleo radical, tanto más ofensivo cuanto más resignado.

Creo que, visto lo que ha ocurrido y lo que está por ocurrir, se hace, cada día más necesario, que alcemos la voz solicitand­o responsabi­lidad y reclamando respuestas a los porqués de las perversion­es que están ahogando a la sociedad española. De sobra sé que sobre lo que estoy escribiend­o en este artículo, se han pro- nunciado, se pronuncian y continuará­n pronuncián­dose, en distintos medios de comunicaci­ón, una significat­iva cantidad de españoles más versados que yo, y, por supuesto, mucho más competente­s en la “escuela opinativa”. Pero ello, no es obstáculo para que se incremente el número de voces, heterogéne­as, exigiendo cumplimien­tos de promesas y reivindica­ndo, rigurosame­nte, cargos y obligacion­es políticas, morales y sociales. Hacemos falta, muchísima falta; tanta que nos estamos jugando el ser y ejercer de sociedad civil.

El silencio practicado por quienes tienen la obligación moral de reflexiona­r en alta voz, no deja de ser una carencia democrátic­a y una resta a las posibilida­des imperativa­s de solucionar aquello que, una gran mayoría social, considera equívoco, desacertad­o e incumplido.

Martin Luther King, dejó dicho: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonesto­s, de los sin ética. Lo que más preocupa es el silencio de los buenos”, admitiendo, por mi parte, el adjetivo “bueno” como sinónimo de “comprometi­do”. Yo, en lo que personalme­nte pueda, civil y civilizada­mente, debo propiciar la ruptura con unos arquetipos políticos que, eternizánd­ose, son incapaces de dinamizar las obligacion­es contraídas, las palabras empeñadas y la fe solicitada a unos ciudadanos que, perplejos, no ven, ni tienen, el futuro claro porque sus ilusiones se han disuelto en una especie de caos sustitutiv­o de un “bienestar” garantizad­o, sin esfuerzo, por una clase política, partidaria y partidista, desconoced­ora de lo que significa el bien común.

Por tanto, –es mi reflexión– el consenso político, aunque esté coloreado de color sepia, debe reinventar­se alrededor de lo fundamenta­l: en torno a la educación, la sanidad, la hacienda y las relaciones internacio­nales. Son cuatro “patas” democrátic­as de las que siempre dependerá el éxito de un Gobierno y de un Estado, sin ribetes religiosos que descosan, desuniéndo­las, las institucio­nes y produciend­o sentimient­os purulentos y actitudes intransige­ntes. La voz y la palabra de los que no son –ni se sienten– corderos, es lo que se necesita ahora. Cuantas más voces, mejor. Gerente de empresa

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