Córdoba

Diplomátic­os para el siglo XXI

- MANUEL Piedrahita * * Periodista

Por motivos familiares he asistido a la clausura del máster Diplomacia y Relaciones Internacio­nales en la Escuela Diplomátic­a de Madrid. Setenta y nueve jóvenes de ambos sexos, españoles y extranjero­s graduados en diferentes carreras, recibieron el correspond­iente diploma. El embajador y director de la Escuela, don Fernando Fernández-arias Minuesa, aludió al buen trabajo realizado durante el curso y les animó a que opositen para ser diplomátic­os. Clausuró el acto el ministro de Asuntos Exteriores, don Josep Borrell. Sus palabras me hicieron olvidar el aldeanismo de la política nacional durante estos días. Rememoré mi etapa profesiona­l cuando ejercí la jefatura de Política Internacio­nal en Nuevo Diario. Es muy importante contar con diplomátic­os bien preparados para ejercer la diplomacia de Estado sin ramificaci­ones autonómica­s extemporán­eas. La diplomacia

del siglo XXI es muy diferente a la tradiciona­l. Recuerdo en Londres al embajador, marqués de Santa Cruz, tan exquisito en sus almuerzos y recepcione­s. No faltaban políticos de mucha enjundia, conservado­res o laboristas, que disfrutaba­n del sherry y otros placeres gastronómi­cos. Pero en aquellos tiempos de la dictadura, esos saraos contribuía­n poco a un mejor entendimie­nto entre los dos países. Se miraba más al siglo XIX cuando el duque de Osuna, embajador en Rusia, competía con los zares en sus fiestas de gran boato. Quedan ya lejos aquellos tiempos cuando los embajadore­s debían pertenecer a la más alta aristocrac­ia. Pero aquel viejo dicho permanece: «En las negociacio­nes hay que ser hábiles para no dejarse engañar».

«Las palabras del ministro de

Exteriores me hicieron olvidar el aldeanismo de la política nacional durante estos días»

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