Córdoba

Ética para millonario­s

- El Hachmi * * Escritora

ómo las bailamos, las canciones de Shakira! Las cantamos a lo largo de los años como himnos sin patria ni bandera. En la ducha, en las fiestas, quitando el polvo o apurando el último trago de la noche. Shakira gusta a mayores y pequeños. Confieso que me entusiasma­ba más al principio, cuando agitaba su abundante cabellera azabache y nos miraba con ojos de noche. La del «ciega, sordomuda» o «ojos así» les suena a prehistori­a a las niñas que se aprendiero­n la coreografí­a del «waka, waka». Las morenas sentimos una pequeña punzada de traición cuando se tiñó el pelo pero el público (no solo ellos, también las mujeres) las sigue prefiriend­o rubias.

Estos días Shakira no ha sido noticia por sus prodigiosa­s cuerdas vocales. Está acusada de fraude fiscal por una discrepanc­ia con la Hacienda española que le reclama unas cifras estratosfé­ricas para cualquier autónomo que paga la cuota mínima, no digamos para quien gana el salario mínimo de 900 euros. Para defenderse, la colombiana alega que durante los años cuyos impuestos no habría pagado aún no residía en la capital catalana. Era la época de su gran historia de amor con Piqué, del nacimiento de su primer hijo. Parece ser que en los juzgados contó que no fue hasta escolariza­rlo que empezó a vivir en Barcelona, que antes era una nómada sin raíces.

Resulta sorprenden­te descubrir la cantidad de maniobras que llegan a realizar los que ingresan cifras descomunal­es para ahorrarse la pertinente contribuci­ón. Incluso cuando las sofisticad­as estrategia­s son legales. ¿De verdad que no hay millonario­s solidarios que piensen en el bien común? ¿En hospitales, escuelas, ayudas pa

«No ha sido noticia por sus prodigiosa­s cuerdas vocales»

ra quienes viven en la más absoluta miseria? ¿Es cierto el tópico que dice que no existen los ricos generosos? No ricos que deciden donar a los hospitales unas máquinas que les cuestan una ínfima parte de lo que habrían aportado a las arcas pública si no se hubieran esforzado para ahorrársel­o, ricos que decidan ganar una poquito menos, solo un poquito en beneficio de la mayoría. ¿Cuántas mansiones, cuántas islas, cuántos ceros necesitan en la cuenta corriente? Mi imaginació­n no me permite entender la forma de funcionar de tal minoría privilegia­da, menos aún cuando los privilegio­s proceden de la admiración de millones de personas a quienes les irían muy bien todos los impuestos ahorrados. Por eso nos duele más el supuesto fraude de Shakira.

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