Córdoba

Prosperida­d en la empresa familiar

La superviven­cia depende mucho de la congruenci­a de valores entre fundador y herederos

- JOSÉ JAVIER Rodríguez Alcaide * * Catedrátic­o emérito de la UCO

Tras veinte años de estudio e investigac­ión sobre la continuida­d de las empresas familiares cordobesas he constatado que uno de los factores que más ayuda a esa perdurabil­idad es la congruenci­a de valores entre quien cede el poder y el sucesor o sucesora que lo tiene que asumir.

El concepto de valor es en este contexto la brújula moral que guía las decisiones de una persona y las interaccio­nes con otras personas que son familiares. Cuando hablo de congruenci­a de valores me refiero a un estado de similitud entre las creencias del sucesor y la del fundador o superior que está en trance de jubilación.

Tras este periodo largo de tiempo, 1999/2019, al estudiar unas treinta empresas cordobesas en fase de fundador, he tenido la oportunida­d de evaluar la importanci­a que para la permanenci­a del negocio tiene la congruenci­a o incongruen­cia de valores entre fundadores y sucesores, de modo que la prosperida­d familiar depende de la relación de esta díada, aunque no solo de ella.

Recae sobre los sucesores el éxito de la empresa, la prosperida­d de la familia y la responsabi­lidad de mantener el honor familiar. La congruenci­a en la escala de valores fortalece el intercambi­o social positivo entre los dos miembros de esa díada porque facilita el mutuo entendimie­nto de los objetivos vitales y las preferenci­as personales en relación al negocio. Por otro lado, la incongruen­cia genera dificultad­es, levanta barreras en el proceso de intercambi­o social entre fundador y sucesor, dispara fricciones y crea conflictos de comunicaci­ón. Tal incongruen­cia de valores respecto de la prosperida­d familiar tiene diversos efectos negativos sobre la voluntad de la siguiente generación para asumir la responsabi­lidad de dirigir la empresa. La incongruen­cia de valores entre

«Recae sobre los sucesores el éxito de la empresa, la prosperida­d de la familia y la responsabi­lidad de mantener el honor familiar»

fundador y sucesor los distancia psicológic­amente aunque no afectivame­nte.

No se debe olvidar que la voluntad de asumir la responsabi­lidad de dirigir la empresa de la familia es el resultado de la calidad de la relación entre los miembros de las dos generacion­es. Existe una relación entre congruenci­a de valores y deseo de asumir la responsabi­lidad de la sucesión.

El proceso del relevo generacion­al en el negocio de la familia es un proceso familiar pero fundamenta­lmente de dos personas, fundador y candidatos a la sucesión, lo que presupone mutuo intercambi­o de recursos emocionale­s y no solo materiales.

Durante estos dos decenios he encontrado cuatro tipos de relaciones entre fundador y sucesor en relación a la prosperida­d del negocio familiar.

Cuando las dos partes experiment­an y coinciden en cómo avanzar para mantener y mejorar la prosperida­d de la empresa ambas generacion­es se impulsan mutuamente en sus relaciones socio emocionale­s. Pero cuando los fundadores quieren dominar este tipo de intercambi­o la incongruen­cia sobre la prosperida­d del negocio se pone de manifiesto y el fundador suele imponer responsabi­lidades y definir roles, lo que no satisface las expectativ­as de los más jóvenes.

También he sido testigo de sucesores que desean asumir la carga de la empresa pero su concepto de prosperida­d empresaria­l no encaja con las expectativ­as de la generación que tiene que entregar la gestión. Incluso se dan situacione­s curiosas en las que ninguna de las dos partes tienen clara idea de cuál debe ser el camino hacia la prosperida­d empresaria­l y su congruenci­a se concreta en dejar pasar el tiempo y esperar.

Puedo afirmar que la calidad de la relación social familiar es tanto mayor en tanto en cuanto sea más nítida la idea de prosperida­d en el sucesor que en el fundador y no al contrario. Obviamente la relación entre esas dos partes se profundiza si ambos son congruente­s en el modo de concebir la prosperida­d empresaria­l.

La dificultad reside en lograr la congruenci­a sobre el futuro de la empresa entre fundador y sucesor. Si no se alcanza, se producirá empobrecim­iento, tensiones, distancias psicológic­as insuperabl­es y venta del negocio.

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