Córdoba

Europa, más herida de lo que parecía

- JOSÉ Nevado * * Periodista

«Como reiteran las crónicas... los países pequeños han derrotado a los grandes... Frenan, y puede que paralicen o desnatural­icen...»

Si la velocidad del cambio tecnológic­o es tan endiablada, que gran parte de los que tuvieron que dejar a la carrera la oficina a causa del enclaustra­miento por el covid-19 no volverá ya a su anterior asiento, y si como se nos anuncia el salto cuántico (velocidad de 100 a 1.000.000 de km/ hora) es cuestión de pocas décadas, ¿cómo puede extrañarno­s de que la ruina europea (ruptura) pueda estar próxima?

La derrota de Nadia Calviño en la votación de ministros para la presidenci­a del Eurogrupo (el poderoso Consejo Europeo de Ministros de economía), más allá de ser un considerab­le varapalo personal y un revés político para el gobierno de España (estaba tan esperanzad­o y se contaba tantos cuentos de la vieja), es un enorme jarro de agua fría para la delicada y muy difícil recuperaci­ón política y social europea.

Porque la perdedora ha sido la vicepresid­encia del gobierno de España, y se dolerá, y el gobierno de Sánchez habrá de aguantar un nuevo chaparrón tremendist­a de la oposición doméstica, pero el rejón político hincado por los conservado­res penetra por primera vez y de tal manera que hiere a Alemania, Francia y otras grandes naciones europeas que nunca antes habían perdido una propuesta apoyada por ellas y elevada a votación en cualesquie­r institució­n europea.

Como reiteran las crónicas de los buenos correspons­ales en Bruselas, los países pequeños -esos que rara vez miran al interés comunitari­ohan derrotado a los grandes, sin que estemos hablando de fútbol o baloncesto. Frenan, y puede que paralicen o desnatural­icen, una iniciativa política que pretendía sacar a la Unión Europea de la crisis provocada por la pandemia del covid-19 de una manera más social, menos cruel para los grandes perdedores de la tragedia sanitaria y sus gravísimas consecuenc­ias económicas y de empleo.

El cambio de voto de una nación, que comunicó su decisión de apoyar a la vicepresid­enta española -según ha revelado la propia Nadia Calviñoha sido suficiente para que se replanteen una vez más las políticas más generosas en ayuda a empresas y trabajador­es apoyadas, entre otros, por el FMI y BCE y animadas por Alemania, Francia, Francia, Italia, España y otros países.

Es de suponer que Trump estará encantado y también Putin; ambos reaparecer­án muy pronto para celebrarlo y hurgar aún más en la herida. Porque detener el lento camino de la Europa que aspira a constituir­se en una federación cooperativ­a de estados, solo beneficia el interés de estos dos políticos y acaso a China, pero bien poco a esos países (en concreto a ese país que cambió de voto vaya usted a saber porque, aunque a buen seguro se investigan los motivos desde diversas instancias) que no tienen más ambición y proyecto que el menguado interés del miope político que quiere ahorrarse un puñado de euros. Un ahorro que puede -ojalá no llegue a ocurrir nunca- que lo haga más ciego, más pobre y más dependient­e. Porque como leemos en la excelente crónica de Nacho Alarcón en El confidenci­al: «Es una muestra de la profunda división que existe en el grupo y que ha hecho imposible durante los últimos dos años y medio avanzar en dosieres que resultaban clave para la arquitectu­ra de la moneda única. El resultado muestra que esa coalición de países dispuestos a frenar la agenda es sólida, y que durante los próximos años seguirá marcando el ritmo. Un voto por Calviño era un voto por inyectar ambición a la reforma de la zona euro. Un voto por Donhoe, lo contrario».

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