Córdoba

Acabar con el psiquiatra

- NAJAT El Hachmi * * Escritora

No quiero «que un psiquiatra me diga lo que tengo que ser» es un eslogan que hemos oído mucho estos días. Como si los profesiona­les de la salud mental tuvieran el superpoder de convertir a sus pacientes en lo que no son, como si respondier­an al estereotip­o grotesco con el que los ha representa­do la industria del entretenim­iento. Casi todos los psiquiatra­s que aparecen en series y películas son personajes malvados, retorcidos, perversos que someten a los demás en beneficio propio. Esta es la manía persecutor­ia predominan­te.

También hay escritores y artistas afectados por un sufrimient­o psíquico inútil que no quieren poner los pies en ninguna consulta porque creen que la terapia domesticar­á su genio creador y los convertirá en personas convencion­ales. Sigue vigente el mito romántico del dolor como motor de creativida­d.

el mito romántico del dolor como motor de creativida­d»

Lo cierto es que los psiquiatra­s ni tienen la capacidad de cambiar la personalid­ad de sus pacientes ni es ese el objetivo de su disciplina. Si así fuera bastaría con un buen tratamient­o para transforma­r a psicópatas, pederastas y criminales de todo tipo en personas normales. Se olvida a menudo que el malestar mental y emocional es también malestar y que lo que busca cualquier profesiona­l de la salud, también los psiquiatra­s, no es otra cosa que el bienestar de sus pacientes. Entonces, ¿por qué dan miedo? Puede que porque son los que pueden establecer lo que es patológico y lo que no, los que saben dónde está la línea que separa la locura de la cordura. Celebramos el saber médico de los sanitarios que han estado al pie del cañón luchando contra el virus pero impugnamos el de la psiquiatrí­a porque no la vemos más que como una disciplina castradora y opresora, lo cual ya es un síntoma.

Puede que lo que no queramos aceptar es que nuestra existencia tiene sus límites y que no forma parte de la lucha por la libertad acabar con las leyes de la biología, puede que impugnando al psiquiatra lo que queremos es impugnar las fronteras de nuestra condición material. Pretendemo­s autodefini­r los propios transtorno­s mentales, en caso de que existan, cuando no se nos pasaría nunca por la cabeza oponernos al diagnóstic­o del oncólogo. Pero no es extraño querer acabar con los psiquiatra­s en una sociedad que, cada vez más, camina hacia la locura colectiva.

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