Cultivos y deforestación
El aceite de palma no solo provoca perjuicios para la salud, sino también para el medio ambiente.
Bosques. Cualquier supermercado acumula en sus estantes ingentes cantidades de productos elaborados con aceite de palma, un producto omnipresente en nuestra vida diaria, pero desconocido para casi todos. Sus perjuicios sobre la salud y sobre el medio ambiente han quedado acreditados en numerosos informes científicos y de la OMS, por lo que cada vez son más las marcas que prescinden de esta sustancia. Sin embargo, las alternativas al aceite de palma pueden ser aún peores, como el aceite de soja.
▶Este producto no es solo utilizado por el sector alimentario, sino también por la cosmética y como biocombustible ▶La producción mundial ha pasado de 15 millones de toneladas en el año 1995 a 66 millones en el 2017, pese a las alarmas de los científicos
La mayoría de la gente nunca ha visto aceite de palma con sus propios ojos ni sabe qué aspecto tiene. Pero lo cierto es que este ingrediente entra en nuestro organismo por kilos todos los años a través de un sinfín de productos, no solo bollería y repostería industrial, sino también artículos de cosmética. Los motores de miles de coches en España se alimentan igualmente con los llamados biocombustibles, hechos con aceite de palma.
Esta sustancia se extrae prensando el fruto de una palmera denominada Elaeis guineensis, de rápido crecimiento y gran rendimiento industrial. Dada su producción masiva, es preciso realizar enormes plantaciones, casi siempre a costa de selvas vírgenes, que son taladas a un ritmo frenético en las últimas décadas, sobre todo en los países del sudeste asiático (Malasia e Indonesia generan el 84% del total). Se ha llegado a tal extremo que en los últimos 30 años han desaparecido más del 80% de los bosques de la isla de Borneo, lo que ha supuesto acabar con una superficie arbolada equivalente a toda España solo allí. Esta situación está llevando a algunas especies, como el orangután, endémico de Indonesia, al borde de la extinción, pues ven perder su hábitat a pasos agigantados. Si en 1900 había unos 315.000 orangutanes, en la actualidad hay menos de 50.000, dispersos en pequeños reductos que podrían desaparecer en una déde cada, según las entidades conservacionistas. Tigres, rinocerontes, elefantes o tapires sufren también el acoso de las plantaciones palma. Es una industria que no para de crecer. De hecho, y pese a las señales de alarma lanzadas desde hace ya algunos años por nutricionistas y científicos, la producción mundial ha pasado de 15 millones de toneladas en 1995 a 66 millones en el 2017. Galletas, pan de molde, bollos, cereales para desayunar, snacks, margarinas, chocolates, helados y comidas precocinadas; así como jabones de limpieza, cremas hidratantes o lápices de labios, emplean aceite de palma, a veces de forma camuflada dentro de otros ingredientes. En España, según datos del 2018 proporcionados por la propia patronal del sector, se consumen todos los años 169.325 toneladas de aceite de palma y palmiste únicamente en el sector alimentario. Pero la principal aplicación de esta sustancia en nuestro país es industrial (biocombustible o biodiésel), a la que se destinan 1,5 millones de toneladas, el 83% del total que se importa.
Los daños ecológicos que ocasiona incluyen al clima, pues las quemas necesarias para estos cultivos emiten grandes cantidades de CO2 a la atmósfera, además de eliminarse también grandes cantidades de árboles que capturan carbono. Las palmeras, además, acaparan para sí los recursos hídricos de la zona, y al modificar la naturaleza del suelo facilitan inundaciones torrenciales, aparte de contaminar la tierra y las aguas con los productos químicos empleados en el cultivo, según Nazaret Castro, Aurora Moreno y Laura Villadiego, autoras de Uno de dos, un libro sobre los efectos de esta industria.
Pero se trata también de un problema de salud humana. Mé