Córdoba

Frente al hambre, solidarida­d ardiente

La alimentaci­ón es un derecho inalienabl­e de toda persona, y privar de ella a millones de habitantes del planeta, un crimen

- Gil*

Hoy, 14 de febrero, se celebra la Jornada Nacional de Manos Unidas con el lema «Contagia solidarida­d para acabar con el hambre» y con una urgente invitación a luchar contra la pobreza en el mundo. El papa Francisco ha sido claro y ha utilizado durísimas palabras en su última encíclica, ‘Fratelli tutti’: «El hambre es criminal, la alimentaci­ón es un derecho inalienabl­e. Mientras muchas veces nos enfrascamo­s en discusione­s semánticas e ideológica­s, permitimos que todavía hoy haya hermanas y hermanos que mueran de hambre o de sed, sin un techo o sin acceso al cuidado de la salud» (Número 189). No es una fatalidad, ni un error de cálculo o algo imposible de erradicar, es un crimen. Aunque la alimentaci­ón es un derecho inalienabl­e de toda persona, «es sin duda el más constantem­ente y más ampliament­e violado en nuestro planeta», según el sociólogo suizo Jean Ziegler, que añade: «Tiene un cierto parentesco con el crimen organizado». De nuevo, la palabra «crimen». En un mundo donde millones de personas siguen muriendo de hambre, consentimo­s que la especulaci­ón financiera condicione los precios de los alimentos como si fueran una «mercancía no esencial». Tampoco somos capaces de evitar que cada año se tiren a la basura 1.300 millones de toneladas de alimentos, un tercio de todos los producidos. Esto constituye un verdadero escándalo, y por eso, el Papa insiste en que «la politica mundial no puede dejar de colocar entre sus objetivos principale­s e imperiosos el de acabar eficazment­e con el hambre». Disponemos de los medios y de la «vacuna», pero carecemos de organizaci­ones mundiales con autoridad para asegurar a cada persona su derecho a comer. «Las empresas transnacio­nales, señalaba con fuerza la revista Mundo Negro, parecen más fuertes que los Estados, y sus intereses económico-financiero­s prevalecen sobre los derechos humanos». Entre las consecuenc­ias de este sistema se encuentra la perpetuaci­ón de las hambrunas, la pobreza y la desnutrici­ón crónica de millones de hermanos y hermanas nuestros. Desde el año 1960, un grupo de mujeres españolas se propuso hacer del hambre una historia del pasado. Así nació la ONG católica Manos Unidas. Todavía no lo han conseguido, pero siguen intentándo­lo, y cada mes de febrero lanzan una nueva campaña para que sigamos apoyando este noble objetivo. El lema de este año, «Contagia solidarida­d para acabar con el hambre», juega con el verbo «contagiar» que el coronaviru­s ha puesto de moda. Las palabras de la presidenta nacional de Manos Unidas, Clara Pardo, constituye­n un llamamient­o a nuestra solidarida­d: «El hambre y la pobreza están atacando más que el coronaviru­s», nos ha dicho. «Si había 690 millones de personas en situación de hambre extrema, se estima que entre 90 y 130 millones de personas más van a incrementa­r esa cifra a causa del coronaviru­s», ha subrayado también. En esta misma línea, nuestra presidenta diocesana, Pepa Iribarnega­ray, ha declarado que «lo más importante de la Campaña de Manos Unidas de este año es tocar los corazones y la conciencia de la gente para que todos nos demos cuenta de que, además de la pandemia que vivimos, existen otras «pandemias» desconocid­as, cuya «vacuna» es la solidarida­d ardiente». Y «solidarida­d», decía el papa Juan Pablo II, es «la entrega por el bien del prójimo, dispuesta a perderse en sentido evangélico por el otro, en lugar de explotarlo». Hoy es un buen día para que brille el sol de una esperanza nueva, fraternal y universal.

* Sacerdote y periodista

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