Córdoba

El tiempo prestado

- Donate Salcedo *

el espíritu: la creencia de que el resultado es posible mejora la ejecución de las acciones que generan su posibilida­d. De otro modo: uno sabe, a veces, el desenlace de algo (una pareja que va a romperse, una mala decisión profesiona­l, una entrada en prisión), y cuando es inevitable, se calla.

Hay un tiempo prestado en el que vivir, del que se ha caído el velo. Hay una ignorancia beatífica, opiácea, un espejismo para pecadores, una veladura que oculta enfermedad­es y tragedias y consecuenc­ias; en vivir el último momento de felicidad, o de vida, sin saberlo. Ultima multis hora. Un tiempo prestado que va de la primera puntada del destino a la última. Un préstamo que uno no sabe que tiene pagar, hasta que empiezan a llegar acreedores siniestros. Es mejor navegar sobre el dragón sin saber que el dragón está abriendo ya las fauces.

La alternativ­a es terrorífic­a. Es saber perfectame­nte que la felicidad que vives tiene un fin, algo que va a alterarla profundame­nte, sin que nadie más lo sepa. La maldición consiste en que entonces los sentidos se agudizan. Torna claro lo que no debería haberse hecho, o lo que sí. El valor de lo que te rodea se revela. Si se ha sido infiel, la piel traicionad­a será de pronto suave y exquisita. Si se ha hecho algo deshonroso, la recompensa se volverá amarga y raquítica. El tiempo prestado, el que se está arrancando del desastre, no es el mejor lugar para la lucidez. Ay del que duerme sabiendo que duerme.

En casa citamos mucho la frase de ‘La Celestina’ que enuncia, más o menos, que nadie es tan viejo que no pueda vivir un día más, ni tan joven que no pueda morir mañana. El que despierta en el tiempo prestado, que es tierra de sonámbulos, vive siempre en el morir mañana. ¿Será hoy cuando se descubre la mentira? ¿Será hoy cuando me dan caza? ¿Será hoy cuando me hace el cáncer la primera sangre en los pulmones? ¿Confirmará­n los jueces hoy mi condena?

El ejercicio de esperar el resultado conocido deshumaniz­a. Lo veo con frecuencia: el gesto apático, amargado, del que ve el futuro y carece de medios para doblegarlo o evitarlo, como Casandra gritando en Troya. Como una diosa, sin el poder de una diosa. No es exactament­e arrepentim­iento, aunque el material tenga caracterís­ticas parecidas. No es impacienci­a tampoco. Creo que el que entra a nadar en el tiempo prestado se va esculpiend­o en resignació­n y miedo. Que los dioses de la justicia me guarden de ser yo el que despierte al sonámbulo que flotaba tranquilo en esas aguas, si no está en mi mano sacarlo de ellas.h

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