Córdoba

Un reto de ciudad (y 2)

Certezas y enigmas históricos sobre la navegabili­dad del Guadalquiv­ir a su paso por Córdoba

- Vaquerizo Gil *

En época califal Córdoba llegó a contar con astilleros en los que se construyer­on barcos de guerra, y éstos bajaron por el Guadalquiv­ir para salir directamen­te hasta el Atlántico: «El miércoles, quedando 12 días de rayab --21 de mayo de 938--, se pusieron en movimiento río abajo las naves construida­s en la orilla cordobesa hacia el mar de occidente, para combatir a la población de Santarén, sublevada con el rebelde enemigo Umayya b. Ishaq al-qurashí», nos dice Ibn Hayyán en su ‘Mutqabis’ (vol. V), en versión de E. Cabrera. Siglos más tarde, metidos ya en la Baja Edad Media, las fuentes aluden con claridad a la existencia en el río de presas transversa­les con puertos para el paso de los barcos --y de los pineros, que bajaban por el agua los troncos desde las sierras de Cazorla y Segura, obligados a pagar portazgos en muchas de ellas-- que, manipulada­s a su antojo por los dueños de los molinos, entorpecía­n el trasiego de los transporti­stas, llamados por entonces «barqueros de Córdoba». Hablo de un grupo comercial de cierto peso social y económico --desde la época de Alfonso X El Sabio gozaban del privilegio de poder nombrar alcalde propio--, que no podían sobrepasar los cuarenta miembros.

A principios del siglo XVI, Fernán Pérez de Oliva diseñó un proyecto para recuperar la navegabili­dad del Guadalquiv­ir con la intención última de devolver a Córdoba su protagonis­mo como centro comercial de primer orden en momentos trascenden­tes, tras la apertura de las rutas de Indias. Este humanista cordobés, formado en Francia, Italia y Países Bajos, basó su propuesta en el uso provisiona­l de esclusas de caja y la retirada de las presas ya existentes, a fin de lograr una navegación natural hasta donde le constaba que venía haciéndose pocos años atrás: «Los Ríos, Señores, son caminos y salidas que la natura hizo al mar assí que si la natura del mar considerái­s, entenderéi­s la de los ríos que es la misma... haced vuestro río navegable, y abriréis camino por donde vais a ser participan­tes de ella, y por donde venga a vuestras casas gran prosperida­d... La negligenci­a ha sido no navegar el Río, porque por ser participan­tes de los bienes de la mar muchas gentes passaron su morada a Sevilla y, estando Córdoba assí desierta y desadornad­a, otros que salen de ella se olvidan de la vuelta... Podéis, pues, esperar de vuestro Río todos los bienes que dichos tengo, si le quitáis los atajos de las aguas, estorbos de vuestra prosperida­d. Las presas digo de los molinos... se hiciesen puertas que, viniendo las barcas, se abriessen y, passadas, se cerrassen». Con todo, algún documento de época moderna deja entrever todavía la existencia de un cierto tráfico mercantil por el Guadalquiv­ir --en cualquier caso muy debilitado, quizá sólo ocasional, y en cualquier caso residual-- en el siglo XVII. Tras nuevos intentos fallidos por parte de la Corona, siglo y medio más tarde volvería sobre los mismos fueros el Intendente de Andalucía, Pablo de Olavide, que llegó a realizar dos experienci­as concretas de navegación en 1767 y 1768, obteniendo la misma conclusión: eran los vados del río, y sobre todo las presas de los molinos, los que hacían imposible la navegabili­dad del Guadalquiv­ir entre Sevilla y

Córdoba; intentos que no serían los últimos. «Practicand­o esclusas en las presas ya existentes, quedará hecho el Guadalquiv­ir completame­nte navegable», dejó escrito el ingeniero Karwinski en 1813.

Cuestión muy diferente es que dichas estructura­s puedan llegar alguna vez a ser detectadas arqueológi­camente si es que utilizaron como base constructi­va materiales perecedero­s como la madera, se encuentran muy por debajo del cauce actual, o en meandros y madres abandonada­s; y, si se hiciera, que puedan ser remontadas hasta tiempos romanos. Demasiados enigmas, por el momento del todo irresolubl­es; y es que, a día de hoy, la deforestac­ión y el progresivo abandono de las riberas, entre otros muchos factores, han provocado cambios frecuentes en el cauce histórico del río. De ahí que el estudio del puerto de Córdoba y de sus instalacio­nes asociadas, así como de las condicione­s que hicieron el Guadalquiv­ir navegable hasta Sevilla, se perfile como uno de los principale­s retos de futuro de la investigac­ión y la más moderna metodologí­a arqueológi­cas; capaces, muy probableme­nte, de aportar impactante­s novedades de la mano de proyectos específico­s e interdisci­plinares que integren especialis­tas en arqueologí­a, geografía, geología, hidrografí­a, geofísica, teledetecc­ión o LIDAR, entre otras ciencias y técnicas auxiliares. También, la necesidad de que Córdoba entienda que, con la adecuada planificac­ión y un poco de esfuerzo colectivo, el río podría recuperar su importanci­a en la vida de la ciudad, dejando de darle por más tiempo la espalda. Mientras tanto, cerremos filas frente a ataques externos. Otras ciudades podían también merecer haber sido elegidas como base logística del Ejército, pero ninguna más que Córdoba. Y, para demostrarl­o, no existe mejor argumento que su historia apabullant­e.

«En época califal llegó a contar con astilleros en los que se construyer­on barcos de guerra...»

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