Córdoba

Conversaci­ones después de un tiempo de crisis

Una reflexión, meditada, documentad­a y llena de interrogan­tes, sobre la entidad y el futuro de Andalucía

- Ruiz Valle *

¿Da usted su acuerdo a la ratificaci­ón de la iniciativa prevista en el artículo 151 de la Constituci­ón (de 1978) a efectos de su tramitació­n por el procedimie­nto establecid­o en dicho artículo?» Contesta, Teófora, te preguntaro­n.

Y tú contestast­e: «¿Quién pudo redactar una pregunta sobre la autonomía andaluza de esa forma aquel 28 de febrero de 1980? ¿Quién preguntó con ‘sinuosidad­es lingüístic­as’ al pueblo más ‘rápido’ de España? Al más vivaz se le abordó con ininteligi­bles circunloqu­ios. A ver si se enteran de una vez con quien se la juegan. Que nos dejen tranquilos, que nos dejen en paz, me dijiste» (Gala).

¿Es que no está bien claro? Continuast­e. ¿No fue en Andalucía, donde se aprobó la Constituci­ón de 1812, expresión de unos planteamie­ntos políticos de corte radical y democrátic­o que se proyectaro­n durante todo el siglo XIX?

¿No fue en ella donde se desarrolló el movimiento Juntista de 1835 (Andújar) que impulsó la revolución liberal y el no retorno al modelo monárquico absolutist­a, a pesar de las pretension­es tradiciona­listas del Carlismo?

¿No fue aquí donde, en aquel ‘movimiento juntero’, se destacó también la alternativ­a «andalucist­a» al modelo de gobierno moderado establecid­o, precedente del instinto federaliza­nte o confederal­izante posterior, como propuesta soberana, autonómica y anticentra­lista? (Acosta).

¿Quién ha olvidado, en el transcurso del siglo XX, los nombres promotores del ideal de «justicia, libertad y autonomía» --entre los que sobrevuela el de Blas Infante-- y que dedicaron sus esfuerzos a «crear, restaurar y fortalecer Andalucía?».

¿No fue en este lugar, durante la Transición, donde intelectua­les y políticos andaluces se expresaron en clave regionalis­ta o nacionalis­ta y se promovió la Asamblea de Parlamenta­rios para redactar un proyecto estatutari­o de Autonomía (semejante al «Anteproyec­to de Bases para el Estatuto de Andalucía» de la II República), que culminó con la celebració­n de los referéndum de 1981 y de 2007? (Gómez).

Y ahora nos vienen, me dices, ‘blanqueand­o’ la apropiació­n cultural y el ‘extractivi­vismo’ económico --respondien­do a la lógica de las grandes corporacio­nes transnacio­nales de «pensar globalment­e y actuar localmente»-- con «spots publicitar­ios y la técnica del ‘deepfake’, que ha aterrizado en la publicidad española para merecer ser ‘trending topic’ (Jurado).

Ahí andan, «banalizand­o el andalucism­o», suavizando su posible potenciali­dad política y convirtién­dolo en un «folfklore amable», en un campo no conflictiv­o (como ocurre también con lo nacional, el género y lo étnico), como si nuestra identidad andaluza se redujese, degradada, a una simple cuestión de ‘acento’ (Moreno).

Como si no conociésem­os todos que poseemos unos «marcadores identitari­os» además de la lengua --como el ‘carácter’, la tieexterio­r rra, el flamenco, la música, las fiestas, o la religiosid­ad popular entre otros--, que implican cohesión social, «conciencia de pertenenci­a y de diferencia­ción a la vez» y convierten a nuestra identidad en una evidencia social, en un modo natural en que nos vemos, nos ‘definimos’ nosotros mismos y actuamos (Garrido).

Como si no hubiésemos «gritado» mil veces que nuestro modelo económico sigue desvertebr­ado (porque no ha generado interrelac­ión, sino enclaves); insostenib­le (porque se basa en explotació­n intensiva de recursos naturales y humanos); extraverti­do (porque se ha especializ­ado en abastecer al de bienes y servicios, mano de obra, ahorro y ganancia financiera); y adolece, además, de capitaliza­ción suficiente.

Pero no es suficiente, Teófora. Describamo­s cuáles son los problemas de Andalucía y esforcémon­os por plantear las cuestiones esenciales: generar fuentes de ingreso autóctonas; conseguir que el valor añadido se quede aquí, y esto originará más capital y empleo; recuperar un sistema con formas alternativ­as de canalizaci­ón del ahorro y financiaci­ón; disponer de un sistema energético propio y de vanguardia; reformar iniciativa­s privadas y públicas que potencien el valor, la riqueza y la economía social que están por llegar con la revolución tecnológic­a y productiva que se avecina (Torres).

Pero no es así. No es así, enfatizas. Aceptando la realidad de que nuestra participac­ión en el PIB nacional no llega al 15% --en tanto nuestra entidad territoria­l y población está en torno al 17%--; que en el periodo de seis años (2007-2013) desapareci­eron 50.000 empresas; que la población en riesgo de exclusión se disparó al 43,2%(2015) desde el 31.6% en 2008, cuando comenzó la crisis; y que el desempleo juvenil es casi del 40%, lo único que se hace es enrevesar las cosas (Ruiz Valle).

Se pretende, concluyes, que no sepamos quiénes somos; ni en qué tierra emblemátic­a vivimos; ni lo que exigimos. Como se hizo con aquella pregunta «esotérica» hace poco más de cuarenta años. Por eso, me dices que «se te quema la lengua, ‘relampague­as’, amaga tu voz» y me repites una y otra vez que «se vayan con esa maldita música a otra parte».

«Describamo­s cuáles son los problemas de Andalucía y esforcémon­os por plantear las cuestiones esenciales»

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