Los hombres que ya leen a las mujeres Cada vez hay mayor número de escritoras y, lo más importante, responsables de una cosecha de gran calidad
Cuatro autores analizan si la tendencia a no leer a escritoras va desapareciendo
Hay un momento como mínimo chocante para cualquier lectora y es cuando se detiene a pensar que la mayor parte de sus lecturas tienen firma masculina, autores hombres, con novelas ambiciosas y voluntad totalizadora aspirando a quedar el primero en la gran historia de la literatura. Lo que no está mal. Pero, a continuación la lectora suele caer en la cuenta de que apenas ha leído a mujeres porque desde el colegio le enseñaron que la literatura de prestigio, como tantas otras cosas, era el terreno de ellos mientras que las pocas autoras reseñables quedaban como anécdotas residuales. Por suerte, esa realidad se está quedando atrás y transformando a gran velocidad en los últimos años, aunque solo sea porque cada vez hay mayor número de escritoras y, lo más importante, responsables de una cosecha de gran calidad.
Para las mujeres es una buena noticia, por supuesto. La duda es si lo es también para los hombres. Si ellos necesitan leerlas a ellas. Muy pocos de ellos reconocerán en público y en tiempos del Me Too que en el fondo arrastran un prejuicio enquistado respecto a los libros escritos por ellas, quizá por ese fenómeno que, como decía Siri Hustvedt, a los hombres les cuesta identificarse con una voz femenina porque creen que esto «mermaría su masculinidad». Muy al contrario que las mujeres, que llevamos siglos metiéndonos tranquilamente en la piel y en la mente de ellos como lectoras. Y es que como recuerda Rebecca Solnit en su reciente La madre de todas
las preguntas, un libro en el que no aparecen mujeres, como Moby
Dick, «se está dirigiendo a toda la humanidad», y por lo tanto es universal, mientras que un libro con mujeres en primer plano (Orgullo y
Prejuicio sería un buen ejemplo por no salirse de los clásicos) es solo para ellas.
Hemos hablado con cuatro escritores como Javier Cercas, Antonio Orejudo, Iván Repila y Antonio J. Rodríguez para que nos recomienden un libro, expliquen su relación con la escritura de las mujeres, más allá de reconocer todos ellos, faltaría más, su absoluta normalización. Esto es algo que aprecia un boomer como Javier Cercas, que acaba de publicar Independencia, y quien, asegura, la lucha por la igualdad es junto con la preservación del planeta, la causa más justa por la que hoy se puede luchar. «Lo que sí percibo es que muchas de las escritoras que surgieron conmigo, autoras de mi edad y algo más mayores, lanzaron un título y luego se diluyeron. Eso ha cambiado radicalmente, ahora son más profesionales, escriben con continuidad cosas interesantes, o no, y eso me parece que es nuevo».
La gran novedad para Antonio Orejudo no es tanto el gran número de novelas escritas por mujeres como la aparición de muchos libros contemporáneos que intentan reflejar esa idea de lo universal a partir de novedosas formas femeninas («no necesariamente escritas por mujeres cis») o bien mostrando aspectos que las formas masculinas («no necesariamente utilizadas por hombres cis») no han recogido hasta el momento. Eso supone una transformación que el autor de Ventajas de
viajar en tren explica con un ejemplo que implica a William Faulkner, el gran autor, y a la no menos buena pero más ligera, Carson Mccullers. «La habilidad de ella para captar inquietantes atmósferas sureñas en Estados Unidos no tiene nada que envidiar a su contemporáneo masculino. Pero Mccullers escribía fácil y no tenía bigote y ha tenido que cambiar las formas culturales para que haya podido librarse de la sombra de la literatura faulkneriana, erigida en literatura con mayúsculas».
VISIÓN HETEROPATRIARCAL ⁄ Autor indie y en los cuarenta, Iván Repila entona un mea culpa en el que reconoce haber revisado sus lecturas tan solo en los últimos años. «Yo y muchos de mis amigos estábamos atascados en la visión heteropatriacal del mundo, no nos dábamos cuenta de que el problema no es que no hubiera libros escritos por mujeres sino que no prestábamos atención, no los buscábamos, no aparecían en las reseñas y aunque hoy en día en los suplementos culturales, las librerías y los premios la presencia de las mujeres es constante y cada vez más potente, creo que todavía queda recorrido. Además, quienes más caña están metiendo en temas sociales, políticos e ideológicos hoy en día son las mujeres. Diría que la literatura escrita por hombres se está quedando atrás».
Así, detecta que buena parte de la literatura femenina actual ha expandido su radio de acción más allá del viejo ámbito doméstico, mientras que la masculina se ha visto obligada a limar sus viejos intereses. «En el caso de los hombres eso ha supuesto enfrentarse a cuestiones identitarias profundas, diametralmente opuestas a
estas cositas que suceden en casa, las pequeñas penas de la vida cotidiana. Esa es una trampa en la que hemos caído todos». También el treintañero Antonio J. Rodríguez, autor de la reciente La nueva masculinidad de siempre, se sintió en falso cuando se dio cuenta en un determinado momento de que en un sentido literario había estado conversando únicamente con hombres. «Hay que hacer un esfuerzo para revisar eso porque nos estamos perdiendo toda unas serie de sensibilidades muy ricas por no prestar atención».
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