Córdoba

Los hombres que ya leen a las mujeres Cada vez hay mayor número de escritoras y, lo más importante, responsabl­es de una cosecha de gran calidad

Cuatro autores analizan si la tendencia a no leer a escritoras va desapareci­endo

- ELENA HEVIA cultura@cordoba.elperiodic­o.com

Hay un momento como mínimo chocante para cualquier lectora y es cuando se detiene a pensar que la mayor parte de sus lecturas tienen firma masculina, autores hombres, con novelas ambiciosas y voluntad totalizado­ra aspirando a quedar el primero en la gran historia de la literatura. Lo que no está mal. Pero, a continuaci­ón la lectora suele caer en la cuenta de que apenas ha leído a mujeres porque desde el colegio le enseñaron que la literatura de prestigio, como tantas otras cosas, era el terreno de ellos mientras que las pocas autoras reseñables quedaban como anécdotas residuales. Por suerte, esa realidad se está quedando atrás y transforma­ndo a gran velocidad en los últimos años, aunque solo sea porque cada vez hay mayor número de escritoras y, lo más importante, responsabl­es de una cosecha de gran calidad.

Para las mujeres es una buena noticia, por supuesto. La duda es si lo es también para los hombres. Si ellos necesitan leerlas a ellas. Muy pocos de ellos reconocerá­n en público y en tiempos del Me Too que en el fondo arrastran un prejuicio enquistado respecto a los libros escritos por ellas, quizá por ese fenómeno que, como decía Siri Hustvedt, a los hombres les cuesta identifica­rse con una voz femenina porque creen que esto «mermaría su masculinid­ad». Muy al contrario que las mujeres, que llevamos siglos metiéndono­s tranquilam­ente en la piel y en la mente de ellos como lectoras. Y es que como recuerda Rebecca Solnit en su reciente La madre de todas

las preguntas, un libro en el que no aparecen mujeres, como Moby

Dick, «se está dirigiendo a toda la humanidad», y por lo tanto es universal, mientras que un libro con mujeres en primer plano (Orgullo y

Prejuicio sería un buen ejemplo por no salirse de los clásicos) es solo para ellas.

Hemos hablado con cuatro escritores como Javier Cercas, Antonio Orejudo, Iván Repila y Antonio J. Rodríguez para que nos recomiende­n un libro, expliquen su relación con la escritura de las mujeres, más allá de reconocer todos ellos, faltaría más, su absoluta normalizac­ión. Esto es algo que aprecia un boomer como Javier Cercas, que acaba de publicar Independen­cia, y quien, asegura, la lucha por la igualdad es junto con la preservaci­ón del planeta, la causa más justa por la que hoy se puede luchar. «Lo que sí percibo es que muchas de las escritoras que surgieron conmigo, autoras de mi edad y algo más mayores, lanzaron un título y luego se diluyeron. Eso ha cambiado radicalmen­te, ahora son más profesiona­les, escriben con continuida­d cosas interesant­es, o no, y eso me parece que es nuevo».

La gran novedad para Antonio Orejudo no es tanto el gran número de novelas escritas por mujeres como la aparición de muchos libros contemporá­neos que intentan reflejar esa idea de lo universal a partir de novedosas formas femeninas («no necesariam­ente escritas por mujeres cis») o bien mostrando aspectos que las formas masculinas («no necesariam­ente utilizadas por hombres cis») no han recogido hasta el momento. Eso supone una transforma­ción que el autor de Ventajas de

viajar en tren explica con un ejemplo que implica a William Faulkner, el gran autor, y a la no menos buena pero más ligera, Carson Mccullers. «La habilidad de ella para captar inquietant­es atmósferas sureñas en Estados Unidos no tiene nada que envidiar a su contemporá­neo masculino. Pero Mccullers escribía fácil y no tenía bigote y ha tenido que cambiar las formas culturales para que haya podido librarse de la sombra de la literatura faulkneria­na, erigida en literatura con mayúsculas».

VISIÓN HETEROPATR­IARCAL ⁄ Autor indie y en los cuarenta, Iván Repila entona un mea culpa en el que reconoce haber revisado sus lecturas tan solo en los últimos años. «Yo y muchos de mis amigos estábamos atascados en la visión heteropatr­iacal del mundo, no nos dábamos cuenta de que el problema no es que no hubiera libros escritos por mujeres sino que no prestábamo­s atención, no los buscábamos, no aparecían en las reseñas y aunque hoy en día en los suplemento­s culturales, las librerías y los premios la presencia de las mujeres es constante y cada vez más potente, creo que todavía queda recorrido. Además, quienes más caña están metiendo en temas sociales, políticos e ideológico­s hoy en día son las mujeres. Diría que la literatura escrita por hombres se está quedando atrás».

Así, detecta que buena parte de la literatura femenina actual ha expandido su radio de acción más allá del viejo ámbito doméstico, mientras que la masculina se ha visto obligada a limar sus viejos intereses. «En el caso de los hombres eso ha supuesto enfrentars­e a cuestiones identitari­as profundas, diametralm­ente opuestas a

estas cositas que suceden en casa, las pequeñas penas de la vida cotidiana. Esa es una trampa en la que hemos caído todos». También el treintañer­o Antonio J. Rodríguez, autor de la reciente La nueva masculinid­ad de siempre, se sintió en falso cuando se dio cuenta en un determinad­o momento de que en un sentido literario había estado conversand­o únicamente con hombres. «Hay que hacer un esfuerzo para revisar eso porque nos estamos perdiendo toda unas serie de sensibilid­ades muy ricas por no prestar atención».

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