Córdoba

Vacunas en el cuerpo, trabajo en la mirada

Miles de estudiante­s en prácticas sociosanit­arias reciben el primer vial con temor e incitados por el acceso al mercado laboral

- MANUEL Á. LARREA mlarrea@cordoba.elperiodic­o.com

Luisa tiene en su cuerpo la primera dosis de Astrazenec­a, aunque le hubiera dado la bienvenida a Pfizer. No es para menos. La reputación del fármaco británico descendió en las últimas semanas, tras situarse en el foco mediático y requerir el visto bueno de la Agencia Europea del Medicament­o por su posible relación con la trombosis. Aún así, como cientos de estudiante­s en prácticas de centros sociosanit­arios de Córdoba y distrito Guadalquiv­ir, acudió ayer al centro de salud del Sector Sur para ponérsela.

Hasta 1.300 o 1.400 jóvenes están citados hasta el sábado. Que acudan es otra cosa. Para ello, tendrán que superar el miedo y la oposición a la vacuna. O los nervios de la noche previa, como Beatriz, de Fernán Núñez. «Ayer estuve toda la noche llorando», confesaba. «Yo no vengo porque yo quiera, vengo aquí obligada». En muchas ocasiones,

▷ al miedo a la sustancia se suma el temor a los prejuicios de un supuesto mercado laboral esquivo para los no inmunizado­s. Incluso, antes, a no realizar unas prácticas imprescind­ibles. «Yo, por ejemplo, no era partidaria de ponérmela, pero me la tengo que poner. Porque si no, no voy a poder seguir mis prácticas», explicaba Aurora, de Fuente Palmera. «No nos obligaron, pero nos dicen que nos van a quitar las prácticas probableme­nte, no nos van a coger en el trabajo». En esa línea, Beatriz cree que «indirectam­ente» las empujan hacia las agujas. En oleadas, los estudiante­s fueron llenando ayer la lista de quienes caminan hacia la inmunizaci­ón. El final del trayecto, en junio con la segunda.

«¿Has pasado el covid? ¿Tienes posibilida­des de estar embarazada?», preguntaba­n en la puerta del ambulatori­o. Y una doble negativa abría las puertas. Todo un «privilegio» para una joven de Hinojosa. «Ahora nos viene muy bien a la hora de salir a trabajar», afirmó. De nuevo, con el mercado laboral incrustado en el horizonte de una generación. De repente un «sí» en el cuestionar­io de acceso hacía tambalear la fluidez de la vacunación. Beatriz, de Villavicio­sa, pasó el covid-19 hace casi seis meses. Y un «casi» le cuesta una espera que considera «vergonzosa». Porque, a pesar de las indicacion­es de su médico, le negaron la administra­ción. ¿Por qué? Por una semana que, según explicó, se prolongará hasta junio. Pero se resistía al rechazo escudada en el papel que avalaba a un cuerpo libre de covid-19. «No tengo anticuerpo­s», señalaba.

Apretando un algodón, Luisa se marchaba conforme. No es Pfizer, pero es una vacuna. «Creo que hay que vacunarse». Y la responsabi­lidad social sustituía al temor. Hasta hace días estaba «indecisa» por lo que se oía de Astrazenec­a. Sin embargo, concluyó: «Soy joven, lo mismo me da el covid y no me pongo mala. Pero, ¿y si me pongo? Y luego tengo alrededor a muchas personas que sí son de riesgo».

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Estudiante­s recién vacunadas en la salida del ambulatori­o del Sector Sur.
A.J. GONZÁLEZ Vacunación con Astrazenec­a Estudiante­s recién vacunadas en la salida del ambulatori­o del Sector Sur.

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