Entregados con la vacuna
Hasta 6.200 cordobeses y 700 pacientes oncológicos o trasplantados estaban citados ayer para inmunizarse Predomina la alegría y la confianza entre los vacunados
Josefina le vio los dientes al coronavirus cuando, desde una ventana, tuvo que entregar a una pareja de 70 años lo que necesitaba, sin interrumpir la soledad profunda de su confinamiento. Luego, el virus derribó cualquier barrera anímica desde el cuerpo enfermo de su hijo. La lucha contra el covid-19, entonces, comenzó en México, sin Seguridad Social y con pocas fuerzas. Por eso, cuando Josefina Polo dice «bien estoy para lo que he pasado», lo hace con razón. «No sabemos lo que tenemos», insistía mientras contaba los minutos ayer para celebrar la ausencia de efectos secundarios. Ahora sonríe. Su hijo está sano y ella fue una de las vacunadas en el centro de salud Poniente, en Córdoba.
Junto al ambulatorio, decenas de personas se fueron turnando en espera. Hasta 6.200 cordobeses estaban citados para inyectarse el vial de Astrazeneca en los centros de la capital. Josefina llevaba en la cara la alegría por dejar atrás, por olvidar, por respirar. «Esto no es nada con lo que yo llevo puesto», contaba. Agarrada a su fe toda la vida, ha superado dos enfermedades graves desde que era niña. Y eso, te cambia «el chip».
Por eso, a las puertas de Consultas Externas, en el Hospital Reina Sofía de Córdoba, la vacunación se afrontaba con ganas y confianza ayer. Carmen, de Fuente Palmera, figuraba en la lista de 700 pacientes oncológicos o trasplantados que estaban convocados ayer y hoy, hasta las 15.00, para recibir el fármaco de Moderna. «Entré que no andaba y salí andando, y con mi riñón», contaba para elogiar a los sanitarios cordobeses. Tras pasar aquella operación, no duda en entregar su brazo a las enfermeras.
A Francisco Serrano, trasplantado de médula, le citaron el 5 de mayo para la segunda. Ahora que tiene al menos una, podrá salir de la casa que no ha dejado atrás «por miedo» desde que comenzó la pandemia. Eso sí, antes de abandonar el hospital, dejaba unas últimas palabras: «A ver si nos enteramos de
▷
▷ una vez de la mascarilla. Lo del cinturón de seguridad se hizo hace 50 años y todavía no nos enteramos de que hay que ponérselo».
El «cachondeo», como dicen José Aceitero y Francisco Aguilera, no falta. Y quizás no hubiera una mejor señal de tranquilidad. Los amigos, unidos hasta en la vacunación, comentaban un vídeo a las puertas del centro de salud Poniente. A Pepe le había llegado esta mañana un bulo sobre efectos secundarios de la vacuna. Claro, cuando, desayunando, pensaba en la aguja con el vídeo delante, se le «cortaba» el cuerpo. Paco lo llamaba a veces «aprensivo» y él se recomponía.
Josefina Polo: «No sabemos lo que tenemos [...] Esto no es nada con lo que yo llevo puesto»
▷ «Vamos a repetir mañana», comentaban. «Lo que no sabemos es si vamos a llegar a casa». Pero, en aquel momento, se encuentran bien. Las enfermeras les habían recomendado tomar un paracetamol cada seis horas -aseguran-, pero ellos cambiaron la receta. «Un par de copitas cada dos horas y una de boquerones en vinagre». Listo.
Entre tres o cuatro enfermeras, el centro inaculó aproximadamente una vacuna por minuto o cada dos minutos. Sin colas, sin esperas, los vecinos se sucedían. Lo que comenzó con una llamada para confirmar la cita, acabará el 2 de julio con la segunda dosis. Además, según fuentes del equipo sanitario desplegado, no se estaban precibiendo efectos adversos. Así, conforme iban llegando se les inoculaba. Incluso dos horas antes, como a Mari Carmen Cabanillas, quien alababa el trabajo: «Genial, super bien organizado».
☰
Francisco Serrano: «A ver si nos enteramos de una vez de la mascarilla»