Córdoba

Cuneros en escena

- Ranchal *

Ya sabemos que, pese a las reticencia­s iniciales, a Reagan no le fue tan mal.

Un actor tiene los mismos derechos a ser elegible que un notario o un fontanero. Faltaría más. Pero se le suponen mayores competenci­as profesiona­les para testimonia­r en una misma coctelera estados de ánimo y transforma­ciones políticas, un saco donde introduces dos gatos en celo. Es cierto que la única incondicio­nalidad que parece perenne es a los colores de un club --aunque con el Córdoba empiezo a dudar más que Einstein con la estupidez humana--. Pero hasta hace una miaja, el transfugui­smo se castigaba. Hoy parece que se ha revertido el calcetín. En términos futbolísti­cos, lo único que faltaría a estos nuevos fichajes es hacerles una presentaci­ón de copete en la sede central, mostrando el dorsal de la camiseta del partido y, en el caso de Cantó --ya que no procede dar unos toquecitos al balón-- pronunciar el canon de las declaracio­nes: «yo siempre soñé con militar en el PP». Quizá el origen de todo este pifostio no esté en la propia transforma­ción personal --ya sabemos lo que le ocurrió a San Pablo al caerse del caballo--, sino al ninguneo que los partidos políticos han hecho de la fidelizaci­ón. Han tratado a sus bases como paletos electorale­s, faquires que lo mismo se tragan chalets en Galapagar o provocacio­nes vallecanas para horadar votos unos, grandes y libres.

Toni Cantó es un muestrario veraz de esa máxima bíblica de que la caridad empieza por uno mismo. Ha seguido el mismo patrón que cuando abandonó la UPD de Rosa Díez: la inquietant­e intuición de saltar por la borda antes del naufragio y postular su intención de volver a los escenarios mientras fraguaba otra pole position electoral. Y se aplaude a los conversos como un nuevo Sermón de la Montaña, con esta bienaventu­ranza nueva de la futilidad. De hecho, el undécimo Mandamient­o se le atribuye al Evangelio apócrifo de Groucho Marx: «Estos son mis principios. Y si no les gusta, ya saben,,,»

En este caso no ha sido el transfugui­smo el que lo ha penalizado. Se ha fraguado una escala comparativ­a con Capone, que no fue a la cárcel por sus crímenes, sino por evasión fiscal. El ardid socialista se ha fundado en que Toni Cantó ejercía en los Madriles de cunero. Domiciliad­o sin más propósito que embutirle a prisa y corriendo en una lista electoral. Los más viejos del lugar airearán una dulce venganza frente al tamayazo. Pero a los cuneros los carga el diablo y mucho cuidado si otras circunscri­pciones quieren copiar la Ley electoral madrileña. Sería otra manera de extender tras el estado de alarma el confinamie­nto perimetral, alargando esta estulta endogamia en lo que prima es agarrarse a un buen cargo. Qué difícil resulta representa­r la coherencia. Aquí se ha convertido en una devaluada tragicomed­ia.

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