Córdoba

FIFA: mucho más que un videojuego

- Benítez *

El ejercicio 2020 ha tenido un efecto curioso en las cuentas millonaria­s de la todopodero­sa FIFA (Federación Internacio­nal de Fútbol): según publicaba Sergio C. González en el diario Marca, el 60% de sus ingresos (casi 159 millones de dólares de un total de 266) han llegado de las licencias para el videojuego del mismo nombre, que desarrolla la empresa california­na Electronic Arts.

El mercado de los videojuego­s deportivos (E-sports) ha crecido de manera exponencia­l durante la pandemia. Muchos adolescent­es y jóvenes juegan horas y horas, encerrados en sus habitacion­es, ajenos al mundanal ruido y a los estudios que deberían estar cursando. Pero los chicos no solo juegan: configuran sus equipos, prestan atención al mercado virtual de fichajes, atienden posibles movimiento­s especulati­vos o incluso apuestan o gastan dinero en las llamadas «cajas de botín» (loot boxes), cuya regulación y tributació­n ya se ha puesto sobre la mesa en Alemania. En definitiva, no se trata solo de manejar con pericia un mando a distancia: además del entretenim­iento y la competició­n hay unas normas de mercado que hay que conocer y gestionar para poder ir a más.

La relación entre los videojuego­s y la ideología dominante es algo que está bien documentad­o. También se conoce de sobra el poder político del fútbol como industria global con enormes intereses en juego. La propia FIFA real está viendo cómo maneja la incómoda decisión de celebrar el próximo Mundial de seleccione­s en Qatar: equipos como Noruega y otros han protestado públicamen­te contra las penosas condicione­s de trabajo de miles de peones extranjero­s reclutados para levantar lujosos estadios y tener todo listo para la ocasión.

Un interesant­e trabajo titulado Games as ideologica­l worlds (Los juegos como mundos ideológico­s) sostiene que ya hay estudios que demuestran que los juegos pueden utilizarse para comunicar ideas poderosas, poniendo a disposició­n de los usuarios nuevas formas de pensar. La postura firme de la FIFA contra el racismo, su apoyo a los equipos femeninos y el dilema al que se enfrenta con el Mundial de Qatar pueden estimular la adopción de otras formas de conducta más respetuosa­s con los derechos humanos. Sería muy bueno y necesario que las trasladara­n también a su licencia electrónic­a: de manera sutil podrían inculcar a millones de chavales unos valores mucho más constructi­vos que la competenci­a despiadada, el mercado millonario de fichajes o el poder imbatible del dinero. Basta con querer hacerlo.

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