«Los libros son parte de la salud del mundo»
eran muy lectores. Los libros llegaron a casa antes que yo.
¿Esa fue la diferencia que le valió el acoso escolar?
– Yo era una niña abierta al asombro, tenía una curiosidad desmesurada, vinculaba la lectura al placer; pero mis compañeros lo asociaban a ser «empollona» y «pelota». El acoso escolar es la necesidad de rodear a alguien diferente y convertirlo en una presa.
Podía haber diluido su pasión para encajar, pero perseveró.
– Frente a esa incomprensible actitud de rechazo, en los libros encontraba la promesa de que la vida no sería siempre así. Más tarde, en el instituto, encontré profesoras que impulsaron mi creatividad, que estaba ahí, porque yo escribía antes de escribir. Por las tardes imaginaba situaciones de juego para plantearlas en el recreo al día siguiente.
Y llegó la era digital. ¿Otro desencaje? – [Ríe] Al haber escogido Filología clásica abracé la excentricidad. Tuve que defender a cada paso las elecciones que iba haciendo. Incluso mis referentes, con los clásicos y la mitología muy presentes, eran distintos a los de los escritores de mi generación.
Pues ya ve. Se ha convertido en ‘bestseller’.
– A veces se dio por hecho el certificado de defunción de los libros, pero éramos muchos los que estábamos disconformes con ese discurso apocalíptico. Los libros son parte de la salud del mundo. Tiene una relación corpórea con ellos.
Tiene una relación corpórea con ellos. – Los papiros, los libros medievales, nacieron para ser placenteros. Les aplicaban oro y malaquita, y los príncipes de la época los acariciaban. Ahora una persona de mis orígenes puede hacerlo. En la literatura, siempre me ha interesado el cuerpo. Del mismo modo en que nuestro cuerpo cambia con una declaración de amor, un momento de miedo, o de hambre, el libro es el cuerpo de las palabras.
¿De qué palabras está usted hecha
– De la palabra cuidados. Han tenido importancia en mi vida -primero cuidé a mi padre, porque soy hija única de padres divorciados, y luego, a mi hijo-, y creo que es vital cuidar las relaciones, la democracia, la escritura. Otra palabra es mitos, que condensan las emociones de forma que pueden atravesar los siglos y nos ayudan a buscar el sentido.
Lo encontró. Ha llegado a Ítaca.
– [Ríe] Querría que todo lo que me está pasando se transformara en libertad. No tener los condicionantes de la supervivencia, ni la constante zozobra.
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