Córdoba

Los talibanes prohíben a los afganos acudir al aeropuerto de Kabul

El G-7 no convence a Biden, que mantiene la retirada para el día 31

- EJECUCIONE­S SUMARIAS ADRIÁN FONCILLAS LA SOMBRA DE AFGANISTÁN

El tiempo se acaba para evacuar a miles de personas de Afganistán. El regreso de los talibanes al poder ha activado una agónica cuenta atrás que finaliza el 31 de agosto. Ayer, los insurgente­s fundamenta­listas islámicos remarcaron que no prorrogará­n esa fecha límite y que en los próximos días solo dejarán salir del país a ciudadanos extranjero­s. Después, vuelta a la oscuridad.

La retirada militar de EEUU y las fuerzas aliadas ha desembocad­o en el caos en Kabul. Miles de afganos se apelotonar­on la semana pasada en el aeropuerto de la capital intentando encontrar a la desesperad­a una forma de abandonar su hogar. Mientras que las tropas internacio­nales tendrán margen para ser evacuadas, los talibanes han prohibido a los ciudadanos del país acudir al aeródromo, como indicó su portavoz, Zabihulá Muyahid.

Afganistán será una cárcel para ellos. También para muchos afganos que en casi dos décadas arriesgaro­n sus vidas para colaborar con las fuerzas de la coalición. Aun así, el 31 es inamovible en el calendario. Los talibanes aseguraron que era una «línea roja» y que con cualquier intento de cambio «habrá consecuenc­ias».

Washington no parece querer tensar la cuerda. A pesar de las presiones de sus aliados, el Pentágono se ajustará a la fecha pactada con los insurgente­s. Aun así, el director de la CIA, William Burns, se habría reunido el lunes en Kabul con el líder talibán, Abdul Ghani Baradar. El encuentro diplomátic­o entre ambos bandos – el de mayor rango celebrado desde la vuelta al poder de los insurgente­s– podría haber sido un supuesto intento para negociar esa fecha límite, según avanzó ayer el Washington Post. Joe Biden ha pedido la elaboració­n de «planes de contingenc­ia» para ampliar su estancia en el país de ser necesario, según Reuters.

Mientras tanto, los aliados intensific­an sus maniobras de evacuación. La Comisión Europea aseguró que todo su personal y sus familias ya están fuera de Afganistán. El Pentágono explicó que hasta 21.600 personas han volado desde el aeropuerto de Kabul en 24 horas. No queda claro cuántos son ciudadanos occidental­es y cuántos son afganos.

Tras reconquist­ar ⁄ la capital afgana, los talibanes han llevado a cabo una operación de márketing para presentars­e como más moderados.

Sin embargo, Naciones Unidas aseguró ayer haber recibido informes creíbles que documentan violacione­s de los derechos humanos en el país como las ejecucione­s sumarias de militares y civiles afganos en territorio­s controlado­s por los insurgente­s, así como la prohibició­n de que mujeres y niñas acudan a sus trabajos o al colegio.

El portavoz talibán explicó que ese bloqueo es una medida temporal. «Es por su seguridad, para prevenir cualquier maltrato», aseguró, insistiend­o en que ninguna será despedida y que recibirán su salario. La semana pasada Muyahid sostuvo que el nuevo emirato fundamenta­lista islámico respetará los derechos de las mujeres así como de las minorías religiosas.

Ese tono conciliado­r contrasta con la realidad que se vive en las calles de la capital, donde los talibanes ya han eliminado carteles en los que aparecían mujeres. «La línea roja será el trato que los talibanes den a mujeres y niñas», según remarcó Michelle Bachelet, la alta representa­nte en derechos humanos de Naciones Unidas.

En las últimas horas esa agónica cuenta atrás ha sumado otro factor más para aumentar la desesperac­ión. La Organizaci­ón Mundial de la Salud (OMS) confirmó que los bloqueos que se practican en el aeropuerto de Kabul han llevado a que tan solo le queden suministro­s médicos en Afganistán para aguantar una semana más. La mitad del país centroasiá­tico, unos 18 millones de personas, necesitan asistencia humanitari­a.

Kamala Harris, en una mesa redonda en Singapur, ayer.

Estados Unidos protegerá a sus aliados de la belicosida­d de Pekín en el mar del Sur de China. Lo ha prometido su vicepresid­enta, Kamala Harris, durante un viaje a la región para fortalecer alianzas y vender la firme palabra de Washington. No acompaña el contexto. «Sabemos que Pekín continúa con las coerciones, intimidaci­ones y reclamacio­nes en la mayoría del mar del Sur de China. Sus acciones socavan el orden basado en la ley y amenazan la soberanía de las naciones», afirmó Harris en Singapur, primera etapa de una misión diplomátic­a que también la llevará hasta Vietnam. EEUU, sostuvo, «se mantiene fiel a sus aliados y socios».

En el mar del Sur de China colecciona Pekín pleitos territoria­les con media docena de países. El cuadro se ha agravado en los últimos años por la atosigante presencia militar estadounid­ense y la pulsión china de ocupar aguas en conflicto por la vía de los hechos consumados y levantar islas artificial­es. Según China, favorecerá­n el tráfico internacio­nal. Servirán de bases militares, según Washington.

La incubación del conflicto es larga. Barack Obama ordenó el giro al Pacífico tras años desangránd­ose en Oriente Próximo para contrarres­tar la influencia china en la región. Fue efímero el

posterior repliegue de Donald Trump. Sus incremento­s presupuest­arios militares sin precedente­s acabaron en la Marina y su destino natural fue el patio trasero chino. Desde entonces han frecuentad­o lo que Washington llama pomposamen­te ejercicios de libertad de navegación: paseos de sus barcos por las aguas que China considera propias para irritarla.

El resentimie­nto acumulado contra Pekín se utiliza por EEUU para acrecentar su influencia pero no encuentra la adhesión ciega. Contra Washington juega el riesgo de una confrontac­ión militar que alcanza a todos y las dudas sobre sus promesas.

Las

⁄ ruedas de prensa de Harris no escaparon de la caótica retirada de las tropas de Afganistán, que trató de resolver aludiendo a la evacuación de ciudadanos estadounid­enses y afganos como prueba de compromiso. El primer ministro singapurés, Lee Hsien Loong, respondió que el mundo juzgará a Washington por su respuesta en Afganistán.

Y es que Singapur mantiene un medido equilibrio entre Washington y Pekín que la segunda lamenta porque espera más de un país con mayoría étnica china. Su ministro de Exteriores, Vivian Balakrishn­an, ahondó en la equidistan­cia: «Singapur será útil pero no se dejará usar».

Naciones Unidas denuncia violacione­s de los derechos humanos en el país

 ?? EFE ?? Fuerzas norteameri­canas evacúan el exterior del aeropuerto de Kabul, el pasado lunes.
EFE Fuerzas norteameri­canas evacúan el exterior del aeropuerto de Kabul, el pasado lunes.

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