Córdoba

Roglic, demasiado agresivo y muy inconscien­te en la Vuelta

Décima etapa con cambio de líder y ataque del ciclista esloveno, que acaba por los suelos

- SERGI LÓPEZ-EGEA deportes@cordoba.elperiodic­o.com Slaureelso­p/uecsotaroe­ns AL

La Vuelta, el Tour o el Giro se ganan a base de piernas, pero también con la cabeza fría. Cuando se ataca, sobre todo siendo el líder de la prueba, hay que analizar la situación instantes antes de demarrar. Los viejos cronistas siempre se preguntan: ¿Lo habría hecho Miguel Induráin? Y cuando la respuesta es un no rotundo entonces entran las dudas. Y cuando se ve al líder, aunque ayer cediera el jersey rojo, por los suelos todavía más. Más cuando era una voz a gritos en el pelotón que el descenso a Almáchar, una trampa de zorros, era más resbaladiz­o que una pista de hielo, entonces la cuestión no tiene debate, ¿valía la pena Primoz Roglic?

La décima etapa de la Vuelta fue una sorpresa y el día que el Jumbo de Roglic permitió una fuga consentida que llegó a tener más de 12 minutos con el vencedor, Michael Storer, el mismo del Balcón de Alicante, y con el nuevo líder, el noruego Old Christian Eiking, sin nada destacable en su carrera ciclista. Fue una sorpresa porque nadie creía lo que iba a ocurrir. De repente, a 16 kilómetros de la meta y a tres de la cima, se vio a Roglic. No era un espejismo. Era el líder que atacaba al resto,dqeudeesma­latrarbaar.elnosovlii­etjaorsico­r,oanpisotra­s todsaies,mquperemse­esipgraeeg­l

pa cyiculoatn­ud-o rismseovem­alallíadge­ur eaguunqnu-e dosaydervc­eendtiaejr­a seoljberes­elay croajpoa,tdoedsauv-ía perman, que marcaba otra vez a Mas el camino a seguir. Y en pleno descenso, en una curva de asfalto tan fino como un rostro recién afeitado, la rueda trasera de Roglic derrapó, patinó el esloveno, se fue a la tierra y quedó semi atrapado en el hueco del guardarraí­l con la fortluanda­éqciumeale­etfalptaóf­auve aulnvaersd­oerpsurecs­aídyaeldde­íaaqliucae­netleju. en Rmabsgoudñ­eorso,cgaldicepn­earmsailti­idóau, la quequloe cllaepgtóu­artaennper­amraádsedj­aer12sumai­tnau-quetoes,ncoangeula­vednecebdo­orr,amjaischya­eplasrtaoo­trroedr,íaelumnias­nmuoedvael­obfeanlcsó­invad, zá

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pero ¿fue inconscien­te? Y es cmoansider­arse una circunstan­cia remarcable.

Ayer, arriesgar podía tener consecuenc­ias. Se vio entre los ciclistas de la escapada. Cuando trataban de acelerar más de la cuenta se quedaban sin carretera y hasta Álex Aranburu se fue al suelo. Y se viorpesotr­od,qetureáss,acltoanbau­ennesnorli­ictamriaos,a quepohrats­otdaaps,rqeufierim­ó

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