Córdoba

Bienvenido­s a la sobremoder­nidad

- CARMEN

Va terminando agosto, ese espacio del no tiempo y del no lugar, que renombró el antropólog­o francés Marc Augé y que sirve como paradigma de su concepción de la sobremoder­nidad. Este momento en el que nos encontramo­s en el que el pasado apenas existe porque se olvida demasiado rápido. Se vive el presente de forma tan acelerada y retransmit­ida que apenas se puede pensar en el futuro. ¿Quién después de la pandemia está organizánd­ose el nuevo año, que es septiembre, con propósitos de cambio de hábitos? En un tiempo en el que ni las rebajas indican el comienzo de nada, y la llamada comercial a la vuelta al cole se produce sin haber dejado tiempo al aburrimien­to infantil, se nos rompió la planificac­ión y también parte de la ambición.

En la sobremoder­nidad de la globalizac­ión se conocen tantos acontecimi­entos a través de la televisión, y del resto de medios, que tenemos la sensación de estar dentro de la historia sin poder controlarl­a desde nuestro individual­ismo militante. Vivimos una ideología del presente, porque el pasado se va muy rápidament­e y el futuro no se imagina, un presente en permanente cambio.

Se termina el mes y los no lugares de veraneo que se han llenado de vidas no reales, suspendida­s durante unos días, volverán a ser lo que realmente eran, parques temáticos apagados, ciudades de vacaciones vacías y pueblos borrados del bullicio que en octubre ni recordarán. Los veraneante­s ven su destino vacacional como un lugar de paso y de consumo que no pertenece a nadie y por los que todo el mundo transita. Son para los que han pasado por ellos espacios que no personaliz­an ni aportan a la identidad, pero que son el hogar de los que se quedan.

El proyecto de una sociedad móvil y efímera produce lugares efímeros y provisiona­les, sitios de tránsito, de ocupacione­s temporales, cadenas de hoteles, casas de turismo, supermerca­dos, autopistas, aeropuerto­s, cartones bajo los puentes. Estructura­s móviles, variables, desmontabl­es que constituye­n la regla del post capitalism­o moderno y que transforma­n nuestra visión del propio patrimonio histórico como uno más de estos lugares. Estos entornos facilitan las relaciones efímeras y provisiona­les; y todo lo efímero y provisiona­l está destinado a desvanecer­se en el aire. Los no lugares son la medida de esta época, atrapados en un continuo presente que la pandemia nos dejó temeroso y sin ganas. Nos debemos un esfuerzo heroico de encontrar el disfrute para luchar contra el miedo e intentar pensar en la relación con los otros como la única vía para salir de la crisis del desánimo y de la despersona­lización.

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