Córdoba

De afganos, zombis y fronteras

La frontera ‘zombifica’ a quienes habitan al otro lado; el muro no protege, solo distingue

- DE JOSÉ LUIS BLASCO FRANCISCO Pineda Zamorano * dobleza

Las imágenes de la frontera entre Ceuta y Marruecos de hace unos meses y las de estos días en el aeropuerto de Kabul comparten la desesperac­ión de lo irreversib­le, la huida como alternativ­a imperiosa. También el oportunism­o político de quienes aprovechar­án la miseria ajena para apuntalar sus baratijas electorale­s. La principal diferencia que media entre ambas desgracias es que una ocurría a miles de kilómetros de aquí, donde todo será solidarida­d ‘online’ hasta que la víctima llame al timbre.

Escribe Elias Canetti en ‘Masa y poder’ que nada teme más el ser humano que ser tocado por lo desconocid­o. Es difícil pensar lo de aquellos días de Ceuta sin recurrir a términos como «avalancha». Algunos periódicos, lo más prolijos, hablaron de «invasión». Hubo un medio que aludió a la cuestión como «la peor pesadilla de los ceutíes» para luego, en el cuerpo del artículo, aclarar: «No ha habido grandes problemas». Es el sentido de invasión la razón que domina y predomina. Afganistán, sin embargo, visto desde el confort que regala la distancia, le permite a uno empacharse de universale­s teóricos innegables -derechos de la mujer, rechazo al fundamenta­lismo religioso, la batuta ‘yankee’-, pero ¿qué pasaría si España

y Afganistán compartier­an frontera? ¿Y si el problema estuviera al otro lado de la valla de Ceuta?

A los marroquíes, que huyen de lo evidente -la miseria, el desempleo, el hambre-, se les retrató como bárbaros a las puertas de Roma. Abascal se refirió a ellos como «varones en edad militar». Y entonces toda Ceuta se blindó y las tiendas echaron la persiana sin saber muy bien por qué. Los afganos, que también huyen, merecen sin embargo toda nuestra fraternida­d y nuestros hashtags mientras el asilo se lo den otros (en 2020 España aprobó tan solo una de cada veinte solicitude­s de asilo según la Comisión Española de Ayuda al Refugiado). El miedo como motor y la frontera como parapeto.

El zombi de los relatos de terror sirve aquí como dispositiv­o hermenéuti­co. Jorge Fernández Gonzalo explica en su libro ‘Filosofía zombi’ que la figura de estos no-muertos construye un relato mitológico contemporá­neo que ayuda a conjurar cuestiones como el miedo al otro, la animalizac­ión del ser humano, la brutalidad, la amoralidad, etc. El que cruza la valla juega el papel del salvaje, del casihumano. Como el zombi, cuando el invasor llega a las puertas de nuestros hogares sigue siendo humano, pero no mucho, y merece un trato diferencia­l. Pero además esta cercanía con el orden de lo humano, su condición de alterno, resulta amenazante. «El no-muerto es la personific­ación apocalípti­ca de lo desconocid­o hecho hombre, del hombre hecho amenaza para sí mismo», escribe el filósofo. La frontera, cualquiera que sea, ‘zombifica’ a quienes habitan el otro lado. Hoy el muro no protege, solo distingue: a este lado, la civilizaci­ón; más allá, la barbarie.

En ‘El tío Goriot’, de Balzac, uno de los personajes le pregunta a otro: si tú supieras que cada vez que comes una naranja debe morir un chino, ¿dejarías de comer naranjas? Su interlocut­or responde: las naranjas son mis vecinas y las conozco. Los chinos están tan lejos que ni siquiera sé que existen.

«A los marroquíes se les retrató como bárbaros...»

* Experto en Relaciones Internacio­nales y Cooperació­n

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