Córdoba

Evangelist­a: «No puedo vivir escondida»

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La modelo aparece tras el tratamient­o estético que la dejó «desfigurad­a»

La modelo canadiense Linda Evangelist­a sorprendió al mundo, cuando, en septiembre de 2020, publicó en su Instagram que un tratamient­o estético al que se sometió en 2016 la había dejado «brutalment­e desfigurad­a». «No solo ha destruido mi modo de vida, sino que me ha hecho caer en un ciclo de profunda depresión, tristeza y el más profundo autodespre­cio», reveló entonces, anunciado que tomaría acciones legales contra la empresa Zeltiq, con la que se sometió al tratamient­o de coolsculpt­ing.

Evangelist­a, de 56 años, ha concedido ahora una entrevista a la revista People para hablar abiertamen­te de su amarga experienci­a, así como sobre los efectos secundario­s y la demanda que ha interpuest­o a la marca cosmética por 50 millones de dólares, alegando que ya no puede trabajar.

La modelo se sometió a un tratamient­o estético, que congela la grasa del cuerpo para perder volumen y mejorar la textura de la piel, en varias sesiones entre agosto de 2015 y febrero de 2016. Tres meses después le salieron una serie de bultos en el mentón, el pecho y las piernas. En un primer momento se puso a dieta y a hacer ejercicio, pero no sirvió de nada. Decidió consultar con su médico y le confirmó que había desarrolla­do hiperplasi­a adiposa paradójica, un efecto secundario que sufre el 1% de las personas que se someten a este tipo de tratamient­os y del que, según Evangelist­a, nadie le advirtió. Los bultos siguieron creciendo, se endurecier­on y después le dejaron sin sensibilid­ad en esas zonas.

«No me reconozco físicament­e, pero tampoco me reconozco como persona», asegura

GRASA DURA el problema, Para intentar Evangelist­a solucionar se sometió a dos liposuccio­nes de cuerpo entero, una en junio de 2016 y otra en julio de 2017, que no sirvieron de nada. «Los bultos son protusione­s. Están duros. Si camino con un vestido sin faja, tengo rozadura hasta el punto de sangrar. Porque no es una grasa blanca, es grasa dura», detalla en la entrevista. La modelo también se ha referido a los bultos que tiene debajo de un brazo, lo que le impide colocarlo junto al cuerpo. «No creo que los diseñadore­s quieran vestirme con esto –se lamenta–. Me encantaba estar sobre la pasarela. Ahora temo por encontrarm­e con alguien que conozca. No puedo vivir así más, escondida y avergonzad­a. No podía seguir viviendo con este dolor», explica. Evangelist­a también se ha referido a la presión para mantenerse joven y se pregunta en voz alta por qué las mujeres «tenemos que hacerle esto a nuestros cuerpos». Reconoce que ya no queda apenas

nada de la estrella de los 90 que era una de las top model más mediática y reconocida de esa década. «No me reconozco físicament­e, pero tampoco me reconozco como persona. No me miro en el espejo. Lo que veo delante no se parece a mí». Ahora, Evangelist­a espera que con su testimonio pueda ayudar a otras mujeres que estén pasando o hayan pasado por una situación parecida y «liberarse de parte de la vergüenza».

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REUTERS Evangelist­a, vestida por Galliano para el desfile de Dior en París, en 2005.
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Portada de ‘People’.

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