Historias sumergidas
Con el descenso de las aguas del pantano de Iznájar están aflorando antiguas construcciones y, con ellas, se rememoran viejas leyendas de guerrilleros y poetas
El embalse de Iznájar, el más grande de Andalucía, se ha convertido en fiel reflejo de la situación de sequía que arrastramos en los últimos años y que se ha intensificado en estos meses. Con 981 hectómetros cúbicos de capacidad, en la actualidad solo tiene almacenados 248 hectómetros cúbicos, un 25,28%, tras uno de los otoños e inviernos más secos que se recuerdan. Conforme desciende el nivel del agua, van apareciendo en sus orillas restos de la historia de los municipios ribereños. Iznájar y Rute tenían en esta zona inundada en 1969 buena parte de sus huertas, cortijadas y aldeas que quedaron bajo las aguas con la construcción del embalse.
En el 2017 el pantano también se quedó a un cuarto de su capacidad, como ahora, fue cuando comenzaron a aflorar cortijos como los de la zona de El Pamplinar. Algunas de estas construcciones vuelven a mostrar un pasado de esplendor y riqueza, pues este valle del Genil presentaba las tierras más feraces de los municipios afectados. Emergen ahora viejas escalinatas, arriates y fuentes que formaron parte de grandes cortijos. Un espectáculo chocante, porque a la tristeza de las tierras perdidas y sus antiguas construcciones se suma la sequía.
«Si el tiempo mejorara, iríamos de excursión algunos chicos y chicas a las granjas del Genil», esto lo escribió el poeta Rafael Alberti en diciembre de 1925 sobre esta zona concreta y durante su estancia en Rute. Fue una carta dirigida a Federico García Lorca y recogida en el libro Cuaderno de Rute. «Alberti reflejaba una excursión típica de aquella época, cuando esta parte ahogada por el pantano era tierra fértil de huertos y pozas en el Genil para bañarse», explica Pascual Rovira, estudioso y amigo personal de Alberti, que recuerda que «hay escritos dirigidos a Lorca y a José Bergamín, en los que se refiere a estos cortijos ruteños como el Huerto de los Poetas».
Rovira recuerda más historias de estos parajes: «por donde se escondieron antiguos guerrilleros y maquis durante la Guerra Civil». Es el caso del conocido Pepe el Centurión, «un guerrillero que aguantó la presión de su búsqueda y captura hasta 1950 cuando se suicidó
Los restos del cortijo El Pamplinar ya se pueden recorrer en lo que antes era zona inundada
antes de ser apresado por la Guardia Civil».
Estos cortijos del siglo pasado vuelven a tener algunos visitantes esporádicos, pues hay que adentrarse en los rincones perdidos del embalse, cuyas aguas van descubriendo solo ruinas. El pintor cordobés Manuel Castillero Ramírez se ha especializado en plasmar en sus lienzos las ruinas en que van quedando los cortijos. El pasado octubre visitó esta zona de El Pamplinar donde pintó uno de ellos, «los armazones en los que se está convirtiendo la España vaciada», recordó al recoger el primer premio de pintura al aire libre Villa de Rute. Continúa sumergida aun la aldea iznajeña de El Remolino, donde nació José Montilla, que tras emigrar con su familia a Cataluña se convertiría en presidente de la Generalitat.
Este descenso del agua embalsada sí ha puesto al descubierto otras ruinas, que son testigo «del vergel que fue todo este territorio inundado durante siglos», recuerda Rovira. Así ha ocurrido con los restos de un viejo molino romano descubierto hace cinco años. Fue el hallazgo de las arqueólogas iznajeñas Belén Ortiz y Susana Ramírez. Entre el pie de presa y los cortijos que han vuelto a aparecer, descubrieron materiales cerámicos muy antiguos, lo que les dio indicios del posible yacimiento. Una posterior prospección dio con los restos de esta almazara de la última época romana, de los siglos III y IV de nuestra era. Aún queda mucho bajo las aguas, a los terrenos perdidos por la presa hace más de medio siglo se suma ahora una sequía muy preocupante que refleja del embalse de Iznájar una imagen muy triste.
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