Crímenes, hay motivos para la alarma en el hacia las actitudes negacionistas
Dos jóvenes menores de edad han sido asesinadas en los últimos días, una de 17 años en Murcia y otra de 14 en Jaén. El caso más cercano, el de la niña de 14 años Khawla, cuyo presunto asesino llamó al 112 avisando de que había matado a una mujer la noche del lunes pasado en Alcalá la Real, no ha sido considerado violencia de género, al descartarse que hubiera una relación previa entre la víctima y su agresor. Pero, a falta de una investigación que inicialmente se presenta compleja, lo que parece claro es que un varón de 22 años agredió y asfixió hasta la muerte a una chica adolescente que le había acompañado voluntariamente hasta la solitaria Fortaleza de la Mota.
Aunque no se refleje en la estadística como un caso de violencia de género, y quede definido en las nuevas categorías creadas por el Ministerio de Igualdad como «feminicidio sexual» (el acusado, cuyo mutismo es absoluto, está siendo investigado por los presuntos delitos de asesinato y agresión sexual), lo ocurrido va más allá de la tragedia familiar y ha generado una justificada alarma social. La Junta de Andalucía sí ha activado el protocolo de violencia de género para la familia y entorno de la joven, ya que la legislación autonómica lo permite, y todas las instituciones han hecho un llamamiento a la concienciación, a la educación, a la activación de mecanismos de protección, a la solidaridad de la sociedad y a la reflexión colectiva sobre un fenómeno, el de la violencia machista, que no solo no tiene freno, sino que crece en nuestro entorno tan civilizado.
¿Qué está pasando? ¿Cómo es posible que el machismo se reproduzca en las nuevas generaciones, y hasta encuentre nuevos cauces para causar dolor? Según el último estudio de la Fundación de Ayuda contra la Drogadicción (FAD), uno de cada cinco adolescentes y jóvenes varones de 15 a 29 años opina que el problema de la violencia de género no existe o es un «invento ideológico».
La delegada del Gobierno contra la violencia machista, Victoria Rosell, alertó contra los discursos negacionistas que abundan en las redes sociales en los últimos años. «Es tremendamente peligroso para la juventud, para un futuro sin violencia de género y para nuestras hijas los mensajes que alientan el machismo y el negacionismo entre la juventud, porque el silencio es el mejor cómplice de la violencia de género»», dijo el pasado jueves. Los datos son claros: la prevalencia del acoso sexual entre las mujeres de 16 a 24 años es muy superior al de las mujeres de 25 o más años: el 60,5% lo han sufrido en alguna ocasión y el 34,7% antes de cumplir los 15 años de edad, según los datos de la delegación del Gobierno contra la Violencia de Género. Un problema añadido es la «normalización» de conductas inapropiadas, la asunción por parte de los adolescentes, ellas y ellos, de la posición de dominio del varón. Todo parece indicar que las adolescentes y jóvenes no son conscientes de los peligros que corren al permitir situaciones de control y abuso, que indefectiblemente progresarán hacia situaciones más graves.
Es indignante ver avanzar este irresponsable negacionismo ante una situación que, por desgracia, está cantada en números y estadísticas llenas de dolor. Junto a las acciones de prevención y apoyo a las víctimas que corresponden a las instituciones, es importante que hombres y mujeres se unan en el rechazo al acoso y la violencia, rechazo que debe asentarse en una sociedad basada en el respeto y la igualdad. El horror de estos crímenes debe ser un instrumento para inculcar a las nuevas generaciones actitudes cívicas de convivencia alejadas del sometimiento a la mujer.
Más allá de los
retroceso