Salud y política
Separar el mensaje político de los hechos cuantificados y probados no es fácil. Ahí está lo de la crisis interna del PP, y ahí están, más cercanas a la vida cotidiana de la gente, las manifestaciones en defensa de la sanidad pública que reunieron ayer a miles de ciudadanos en las ocho capitales andaluzas para estupefacción del Gobierno de la Junta de Andalucía. Es complicado porque la descripción de la realidad es cambiante según la fuente informativa, y pasa del «caos» con el que definen los convocantes la situación del sistema sanitario público a los datos que facilita el consejero Jesús Aguirre: 30.000 empleos más en el SAS, recorte de 23.000 personas en las listas de espera quirúrgicas y las 45.000 llamadas diarias que atiende Salud Responde.
Así, mientras el presidente de la Junta, Juanma Moreno, el consejero de Salud y otros dirigentes del Gobierno PP-CS han pasado las últimas semanas inaugurando centros de salud y consultorios reformados, llegan las protestas, no solo desde los convocantes, UGT y CCOO, sino desde los colectivos de consumidores, mayores y vecinos que se les han sumado y -aquí viene la política, sin que nos extrañemos por ello, pues la política rige nuestros destinos y toma por nosotros las decisionesdesde el PSOE y Unidas Podemos, que han tomado la bandera del descontento.
Dice Aguirre que las protestas no responden a la realidad de la sanidad y son fruto de la manipulación política. Yo pregunto en mi entorno y no soy capaz de aclararme. Aunque tampoco serviría para la estadística, y A. me dice que esperar diez días para que te atienda el médico de familia es un disparate. Es verdad que Juan Espadas se ha encontrado este caramelo para tener visibilidad (como se lo encontró el PP en la etapa de Susana Díaz, en la que la sanidad no estaba mejor que ahora), y que la movilización de los ayuntamientos socialistas ha sido clave para la protesta, sin desdeñar la fuerza que todavía les quede a los sindicatos. A ello se suman las Mareas Blancas y colectivos profesionales de médicos y trabajadores del SAS que reclaman lo suyo tras el esfuerzo de la pandemia.
Demasiadas variables y demasiada tensión. Emane o no del pueblo, mucha gente se echó ayer a la calle -quizá no tanta como se esperaba- en «defensa de la sanidad pública». Es comprensible, desde un punto de vista de oportunidad política y también humano, que los dirigentes de la Junta alucinen con estas manifestaciones tras el esfuerzo de la pandemia (que no ha acabado, y sus cifras de muertes no deben dejarnos indiferentes), pero deben aceptar el juego democrático y escuchar a la gente. A medida que se acercan el final del covid y las elecciones, el margen de tolerancia se reduce. Es lo que hay. Y si sirve para mejorar la salud de los andaluces algo se habrá ganado.
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