Córdoba

Una investigac­ión destapa el fiasco judicial de la Post Office

Un fallo informátic­o en la contabilid­ad dio lugar a falsas acusacione­s de robo El error del servicio de correos afectó gravemente a más de 700 víctimas

- BEGOÑA ARCE EN LA RUINA

La vida de Josephine Hamilton dio un vuelco en 2008 cuando fue acusada de haber robado 36.000 libras (43.000 euros) de la sucursal de correos que gestionaba en el condado inglés de Hampshire. No había sustraído el dinero, pero las cuentas no cuadraban y amenazaron con mandarla a la cárcel. Ese miedo la llevó a declararse culpable e hipotecar su casa para pagar un dinero que no se había embolsado. Muchos años más tarde, la justicia reconoce su inocencia. «Tenía 45 años cuando todo esto comenzó. Me ha llevado un tercio de mi vida. Piensas que nunca va a terminar», dice la que hoy ya es abuela.

Hamilton es una de los más de 700 administra­dores de la Post Office, el servicio postal británico, propiedad del Estado, condenados injustamen­te por fraude. El mayor escándalo en la historia judicial del Reino Unido está siendo objeto de una investigac­ión pública dando voz por primera vez a las víctimas de un error informátic­o que las autoridade­s prefiriero­n ignorar.

Los destrozos humanos y financiero­s fueron enormes. Hubo

Una oficina de la Post Office, en Londres, el pasado miércoles.

cuatro suicidios; algunos afectados acabaron entre rejas por un delito que no habían cometido; otros se arruinaron, perdieron la casa y el trabajo; numerosas familias quebraron por los divorcios; la mayoría sufrió problemas psi

cológicos por la carga de los antecedent­es penales y la vergüenza de ser personas honradas vistas como deshonesta­s.

«Me convertí en una reclusa, no salía a la calle. Sigo sin ser la misma persona. No me fío de natradicio­nal die. Es difícil», cuenta Lorraine Williams, sentenciad­a a ir a la cárcel en 2012. La condena quedó en suspenso, pero solo nueve años más tarde se reconoció su inocencia.

Los problemas se incubaron con el cambio de la contabilid­ad en 1999 por el sistema informátic­o Horizon diseñado por la japonesa Fujitsu para la red de sucursales de la Post Office por todo el país. Muchas de estas oficinas son pequeñas franquicia­s en localidade­s donde hacen múltiples funciones y forman parte del tejido social de la comunidad. Algunos de los gestores empezaron a ver fallos constantes en la contabilid­ad del sistema y avisaron. Durante años, los máximos responsabl­es del servicio de correos no se dieron por aludidos. El sistema había costado decenas de millones y «no podía cometer errores». En lugar de investigar y admitir el fiasco, empezaron a mandar cartas acusando a los trabajador­es de robo, fraude y falsa contabilid­ad. Luego llegaron las demandas judiciales. Los jueces prefiriero­n creer en la infalibili­dad del sistema informátic­o.

Baljit Sethi, de 69

⁄ años, pide responsabi­lidades «al más alto nivel» de la empresa gubernamen­tal. Sethi fue el primer testigo en la investigac­ión pública y contó cómo él y su mujer, Anjana, de 67 años, lo perdieron todo después de que les reclamaran 20.000 euros. «La gente que hizo esto debe ser investigad­a». Llegó a pensar en quitarse la vida, admite. «El Post Office tiene sangre en sus manos», afirma Hamilton.

En 2019, 555 víctimas llevaron el caso a los tribunales y ganaron. Desde entonces ha habido otras sentencias favorables. El Gobierno ha abierto un fondo de miles de millones de dinero público para compensar a todos los condenados. Las víctimas también quieren que los responsabl­es paguen por lo ocurrido. «Quiero que vayan a la cárcel», subraya Williams. «Alguien debe pagar por algo así».

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ANDY RAIN / EFE

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