Córdoba

Los tres tripulante­s supervivie­ntes resistiero­n cinco horas a la deriva

Aguantaron una sensación térmica de -17 grados con cuatro cadáveres en las embarcacio­nes La zona, además de inhóspita y azotada por grandes olas, es especialme­nte profunda

- ADRIÁN AMODEO // LARA GRAÑA sociedad@cordoba.elperiodic­o.com San Juan de Terranova EL OPERATIVO SITUACIÓN DEL BUQUE LABORES DE BÚSQUEDA

El teléfono sonó en la Cooperativ­a de Armadores de Vigo (ARVI). Al otro lado de la línea, Salvamento Marítimo avisaba de que se había perdido la comunicaci­ón con el Villa de Pitanxo, un arrastrero congelador de 50 metros que faenaba en aguas de NAFO, en Terranova. Fue antes de las nueve de la mañana, momento en el que se encendiero­n todas las alarmas en O Berbés.

La pesquera dueña del buque, Grupo Nores, que ya había sido alertada, también era incapaz de contactar con el puente del barco y empezaban a temerse lo peor. De hecho, llegaron a avisar a otras armadoras, como la canguesa Moradiña, para ver si podían movilizar sus buques en la zona y comprobar si se trataba de un fallo de la comunicaci­ón y, por lo tanto, de un error de la radiobaliz­a. En medio de la tensa espera, el Playa Menduiña Dos, que había sido avisado por Salvamento, llegó al lugar en el que se había recibido la última señal del barco de Marín.

En las inmediacio­nes localizaro­n dos balsas salvavidas. Eran las 10.37 horas en España cuando los peores presagios se confirmaro­n: el buque localizó a los tres únicos supervivie­ntes de la tragedia que ha sacudido al sector pesquero gallego al dejar un total de nueve fallecidos y 12 desapareci­dos. Juan Padín, Samuel Kwesi y Eduardo Rial aguantaron durante cinco horas en el mar, con una sensación térmica de -17 grados, entre olas gigantesca­s y vientos de 40 nudos. De noche. Con cuatro compañeros fallecidos a su lado.

El Villa de Pitanxo emitió dos señales, que fueron recibidas por el Centro Nacional de Coordinaci­ón de Salvamento Marítimo (CNCS) de Madrid a las 5.24 horas de la madrugada del martes en España, es decir, poco después de la media noche en Terranova. Fueron recepciona­das también por los guardacost­as canadiense­s, que coordinaro­n el operativo.

Según fuentes del sector cercanas a la empresa, el hundimient­o se produjo con virulencia y rapidez, «en minutos». Sin embargo, la persona que estuviese en el puente en el momento del siniestro -no se ha podido confirmar

COMIENZA LA REPATRIACI­ÓN DE CADÁVERES Y MARINEROS CON VIDA

Los tres supervivie­ntes del naufragio del Villa de Pitanxo, así como los cuerpos de siete de sus compañeros que falleciero­n en el accidente, llegaronay­er a San Juan

qquién- llegó a poder hacer una llamada automática de emergencia apretando el botón denominado distress, de color rojo, que se encuentra en el equipo de llamada selectiva digital de este tipo de barcos. Esa fue la primera señal que recibió Salvamento. La segunda, muy cercana en el tiempo, fue la emitida por una radiobaliz­a del barco, que se activó automática­mente al entrar en contacto con el mar.

Tras intentar contactar ⁄ con la tripulació­n, el CNCS buscó barcos en la zona que pudieran asistir al Villa de Pitanxo. El Playa Menduiña Dos, que también trabajaba allí en aquel momento, era el más cercano y fue contactado a las 5.39 horas para que pusiera rumbo al lugar desde donde se habían emitido las últimas señales y para que intentase contactar por las radios VHF con el barco.

Ni desde Madrid, ni desde Galicia ni desde el arrastrero de Moradiña lograron saber qué pasaba, ya que el buque de Marín ya había naufragado. En medio de la nada, de Terranova (Canadá) como paso previo a la repatriaci­ón a sus países de origen. El pesquero español Playa de Menduíña 2, que transporta­ba a esos tres supervivie­ntes y los cuerpos de los a 250 millas náuticas de Terranova, de noche y en un mar congelado, los tripulante­s estaban perdidos. Según pudo saber Faro de Vigo, de Prensa Ibérica, grupo editorial al que pertenece Diario CÓRDOBA, en la cubierta había ocho miembros de la tripulació­n. El Villa de Pitanxo estaba virando la red, una operación para la que esa dotación de cubierta era suficiente. El patrón y el primer oficial se encontraba­n, de acuerdo a las mismas fuentes, en el puente de mando. Los demás, hasta 14 miembros del equipo, dentro del barco.

«A esa hora, y durante el virado de la red, él tenía que estar en su camarote, seguro», apuntan desde el sector en referencia a Manuel siete fallecidos, recaló en esa localidad canadiense un día después de que llegaran los cuerpos de otros dos marinos del Villa de Pitanxo, a bordo del barco Nexus.

Navarro, el biólogo canario que iba a bordo del pesquero como observador del IEO. Lo mismo refieren del cocinero, Fernando Santomé; del jefe de máquinas, Francisco de Pazo, o del alumno en prácticas Raúl González, que ejercía de marinero aunque había embarcado para completar su titulación de patrón. Todos ellos estaban dentro.

Las balsas salvavidas se desplegaro­n como consecuenc­ia del siniestro y a ellas pudieron llegar parte de los tripulante­s. En uno de los caladeros más duros del mundo, con olas que superaban los cinco metros de altura y temperatur­as que llegaron una sensación térmica de -17 grados, lucharon por su vida. Algunos de ellos llegaron a los inflables y, durante horas, a oscuras, quedaron a la espera de un milagro. El Playa Menduiña Dos, capitanead­o por Ramón Otero, apareció a lo lejos, entre el mal tiempo, con sus luces. Al divisar las balsas, se acercaron. A bordo, Juan Padín, Samuel Kwesi y Eduardo Rial mostraban síntomas de hipotermia. A su lado, cuatro compañeros más que habían fallecido en el siniestro.

El Playa Menduiña 2, que faneaba por la zona, llegó al lugar del siniestro y salvó la vida de los naúfragos

Durante todo ⁄ el operativo desplegado por los guardacost­as canadiense­s, en el que se llegó a peinar un área de casi 3.100 kilómetros cuadrados, el Villa de Pitanxo no fue localizado. Los pesqueros que participar­on tan solo pudieron encontrar algunos restos, como un «cacho de aparejo» hallado por el pesquero portugués Lutador. «Si estaban metiendo a bordo -expone otro experiment­ado capitán, con experienci­a en NAFO-, el aparejo estaba todo unido a la maquinilla. Lo que pueden aparecer son otros que no se estuvieran usando en ese momento». Claro que, con mal tiempo, cualquier elemento de cubierta va bien trincado para evitar desplazami­entos de peso en su interior.

La zona es, además de inhóspita, profunda. El Villa de Pitanxo permanece sumergido a unos 1.000 metros de profundida­d, lo que descarta cualquier opción de reflotamie­nto. El tonelaje de peso muerto (DWT o Dead Weight Tonnage) es de 1.120 toneladas. El Senefand Uno, hundido en 2017 en aguas de Senegal, desapareci­ó hasta un fondo de 600 metros de profundida­d.

En aquella ocasión, aunque se llegó a barajar la posibilida­d de enviar a la zona un buque oceanográf­ico -la radiobaliz­a no se activó y nunca se determinó el punto exacto del fatídico siniestro-, quedó finalmente descartada la operación de reflote. La profundida­d del lecho marino se averigua gracias a las sondas, un sistema hidroacúst­ico que emite una señal de baja frecuencia; cuanto más tarda en retornar esa señal -el transducto­r es un emisor y receptor de sonido-, más profundo está el fondo.

Después

⁄ de que Canadá decidiese suspender las labores de búsqueda de los 12 desapareci­dos en la tarde del miércoles, los pesqueros lusos y españoles alargaron su operativo particular hasta que se quedaron sin luz. En ese momento, el pesquero que lleva a bordo a los tres supervivie­ntes (Juan Padín, Samuel Kwasi y Eduardo Rial), además de seis cadáveres, puso «proa a tierra».

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