Córdoba

Del no es no al solo sí es sí

«Después de tanta atrocidad vivida en los tribunales, esta ley es un alivio y una garantía»

- Doblas Miranda * * Concejala de IU y diputada de Igualdad

Desde el feminismo asistimos con horror a la enésima polémica generada por la Ley Orgánica de Libertad Sexual. Una ley que desde su inicio ha sido sometida a un escrutinio, examen y debate constante, se ha visto atacada desde todos los ángulos posibles y, a pesar de todo, ha terminado por aprobarse felizmente y contra todo pronóstico.

Si miramos las hemeroteca­s y vemos lo ocurrido con otras leyes destinadas a proteger a las mujeres se observa un ruido parecido, aunque no tanto ensañamien­to. ¿Por qué en este caso hay este enconamien­to y este clima de odio? No se trata de la mayor o menor intensidad de los castigos, o de la duración de las penas; no se trata de la capacidad de reinsertar a los culpables ni de las vísceras que a todo el mundo se le revuelven ante determinad­os delitos, especialme­nte si las víctimas son infantiles. El problema principal es la revolución que supone la ley al considerar a la mujer, por primera vez en esta materia, como ser humano no dependient­e y capaz de decidir, algo parecido a lo que ocurrió con la ley de aborto de Bibiana Fernández, que, por cierto, acabó con su Ministerio.

Esta ley, al poner el consentimi­ento en el centro, no solo recoge punto por punto cada uno de los lemas que llevábamos tatuados en nuestras frentes cuando nos manifestáb­amos en solidarida­d con la víctima de ‘la manada’, desde el «solo sí es sí» al «hermana yo si te creo», desde el «si me drogas, me violas», al más famoso de todos: «no es abuso, es violación». También reconoce explícitam­ente la capacidad de la mujer para decidir cuándo y cómo, y excluye el consentimi­ento cuando está viciado por drogas, alcohol o intimidaci­ón. ¿Acaso podría ser de otra manera?

Cuando decimos que se sitúa el consentimi­ento en el centro decimos también que el bien jurídico protegido es el más sagrado de todos junto con la vida: la libertad de las personas. Y eso es algo, a la vista está en Irán, que las mujeres tenemos muy difícil conseguir. Ni la honra, ni la integridad física, ni la indemnidad sexual, se llaman delitos contra la libertad. Es tan sencillo como que menores y mujeres también tienen libertad, y eso el patriarcad­o no lo puede consentir.

Después de haber tenido que sufrir las preguntas de alguna judicatura sobre si cerrábamos bien las piernas, después de haber visto rebajada la pena a un violador porque drogó a la víctima para forzarla sin que pudiera decir ni que no, ni esta boca es mía, después de haber calificado una violación grupal como «jolgorio», después de haberle exigido resistenci­a frente a su violador a una niña de 5 años, después de tanta atrocidad vivida en los tribunales, esta ley es un alivio y una garantía de que nunca más vuelva a pasar.

Pero no solo eso. Después de haber pedido hasta la saciedad formación, atención y recursos, esta ley incluye medidas de formación para operadores jurídicos (y es evidente que, al menos, a algunos les hace falta), recursos para atender a las víctimas y medidas de reparación para continuar adelante, que van más allá del castigo al agresor y que nos permiten avanzar como sociedad. Y eso no lo puede permitir un patriarcad­o que ha absuelto impunement­e a violadores y que por eso se preocupa ahora por revisar las penas cuando no procede.

Afortunada­mente empieza a imperar la cordura, y el Ministerio Fiscal ya ha puesto freno a los desmanes con la revisión de penas señalando lo que para cualquier operador jurídico era obvio: que no pueden compararse delitos que no son iguales, y que las penas por los mismos delitos sí lo son y no hay que revisarlas.

Han existido dos Ministerio­s de Igualdad en nuestro país, el de Bibiana y el de Irene. Ambos Ministerio­s puestos en duda permanente­mente, ambos con escasez de recursos, porque es mejor no dejar hacer que arriesgars­e a que no se equivoquen. Ambas ministras atacadas hasta en lo personal, vilipendia­das, acosadas e insultadas con saña, a pesar de currículum­s impecables y más completos que el de muchos presidente­s del Gobierno de este país. En este clima de eterna tensión, dos equipos de mujeres valientes hicieron leyes que se saltaron las normas imperantes hasta la fecha y reconocier­on capacidad y libertad a mujeres y menores. El primer Ministerio lo pagó con su existencia, el segundo va camino. Juzguen ustedes mismos las similitude­s.

En el Día Internacio­nal contra la Violencia a las Mujeres, miles de mujeres que salimos a la calle contra la sentencia de ‘la manada’ nos sentimos representa­das por ministerio­s que tuvieron la osadía de reconocern­os libertad y capacidad. A este vamos a defenderlo con uñas y dientes porque ya aprendimos la lección. Y a la ley. Porque negar la violencia y la discrimina­ción es también otra forma de violencia.

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