Córdoba

¿Y la taladrador­a?

- MARÍA

Le prestas la Black & Decker a esa amiga para que cuelgue unos cuadros y seis meses después, cuando se te cae el riel de la cortina, no encuentras la taladrador­a. Si solo han pasado seis meses, puede que no todo esté perdido y la recuperes, pero como transcurra un año, ni tu amiga se acuerda de que te la pidió, tú no sabes qué hiciste con ella, y después de buscarla por toda la casa concluyes que nunca tuviste una taladrador­a y te lo has inventado. De los préstamos de libros, ni hablamos (aunque yo por mi parte tengo una lista mental rencorosa de los que no me han sido devueltos en los últimos 30 años).

Eso, lo del despiste, debe haber pasado con las lámparas de La Corredera, autoría del arquitecto Juan Cuenca, por las que el PSOE del Ayuntamien­to pregunta periódicam­ente al equipo de Gobierno, sin que haya respuesta. Se retiraron y no se han vuelto a poner, a saber por qué, probableme­nte es que no se acuerdan de dónde las han puesto (deben estar en las naves de Infraestru­cturas). Por su parte, en puertas de que las Caballeriz­as Reales sean propiedad de la ciudad y así se cedan a una entidad sin ánimo de lucro que no podrá ser otra sino Córdoba Ecuestre (que de facto opera desde hace largos años en el conjunto monumental) Izquierda Unida pide explicacio­nes sobre una carpa que se montó allí aparenteme­nte sin permisos, y tampoco recibe respuestas.

Hace unos días, en la agradable copa de una jornada de los archiveros andaluces celebrada en Córdoba, alguien rememoraba cómo la directora del Archivo Municipal, Ana Verdú, facilitó a la letrada del Ayuntamien­to Mercedes Mayo documentos del siglo XIX que ayudaron al Consistori­o a ganar un pleito y recuperar la antigua caseta del Círculo de la Amistad en los Jardines de la Victoria. Eso ocurrió cuando la Feria de Mayo se trasladó a El Arenal, y el Círculo, que tenía la bella estructura de forja en un espacio cedido por el Ayuntamien­to en 1877, probableme­nte creía que era suyo. Si la propiedad de la Black & Decker puede discutirse pasado un año, se entiende que transcurri­do un siglo sea difícil dilucidar algo así salvo que medie la custodia documental aludida. Quedó como sala de exposicion­es, y a partir del 2003 está ahí el Mercado Victoria, con ampliacion­es y estéticas que no vamos a discutir ahora, aunque quizá deberíamos.

El problema de las concesione­s municipale­s es que difícilmen­te se controlan o vigilan, y cuando transcurre­n los 25 o 50 años por los que se suelen ceder, el usuario está como en su propia casa. Ahora se discute cómo se resolverá la gestión del estadio de El Arcángel, y para mí que habrá que reflexiona­r mucho (después de las elecciones, por supuesto). Está bien que se cedan inmuebles públicos a iniciativa­s colectivas o privadas, especialme­nte si están en desuso o son caros de mantener, pero sin olvidar que la propiedad pertenece a la ciudad.

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