Córdoba

El auge del flamenco cordobés

Los artistas se forman e inspiran en la ciudad, pero ven las salidas profesiona­les fuera El baile es lo que más atrae a los jóvenes

- PILAR MONTERO pmontero@cordoba.elperiodic­o.com

El pasado noviembre el jurado del Festival Nacional de Arte Flamenco de Córdoba nombró vencedores al cantaor Rafa del Calli, de 29 años, y en baile, a Juan Tomás de la Molía, de 24 años. «Yo ví actuar a Juan Tomás de la Molía, creo que es una muestra de mucho arte, desde muy joven, pero con gran interés y respeto por el flamenco», comenta a este diario Antonio Fernández Díaz Fosforito. Este maestro, historia viva del cante jondo, incide en que «en el flamenco actual hay mucho talento y a los jóvenes se les exige mucho más porque hay más conocimien­tos y medios de aprendizaj­e, con todas las técnicas al alcance de la mano». Si él lo asegura, qué duda cabe.

Una novísima generación de flamencos está fluyendo. Tienen un talento efervescen­te, son demasiado jóvenes para todos los logros que recogen. Córdoba es su cuna de inspiració­n, de formación artística, pero esta ciudad está lejos de ser un destino profesiona­l atractivo. «Llevo a Córdoba por bandera pero, francament­e, es muy difícil ser profeta en tu tierra. Aquí hay muy buena cantera, pero se debería apostar más por la sabia nueva», comenta Rafa del Calli, quien ve en este premio una oportunida­d de «dar el salto definitivo para cantar alante y tener mi propio espectácul­o». Aunque trabajo no le falta. Forma parte del Ballet Flamenco de Andalucía y planea sacar un disco propio para la primavera de 2023, para «marcar una época», para «llevar Córdoba por el mundo».

Córdoba por el mundo

Algo que ya ha hecho el bailaor Manuel Jiménez Montes, quien vive en Sevilla porque también trabaja en el Ballet Flamenco de Andalucía. Tiene 25 años, pero ya ha girado por España y América con el espectácul­o de Rosario Flores. Bailó en la Noche Blanca del Flamenco y, con 12 años, debutó en Doha (Qatar), para la empresa Gas Natural en representa­ción de España. «Estuve tres días aprendiend­o cómo saludar al rey», recuerda con cariño. Aunque reconoce las «muchas oportunida­des» que le ha dado Córdoba, como bailar en las matinales de la Posada del Potro o llevar su espectácul­o Negro, blanco, flamenco al Gran Teatro, en el que participó El Pele como artista invitado. Cree que «como bailaor no tienes más remedio que salir fuera a buscarte la vida», realidad que atribuye a la falta de tablaos en la ciudad, de peñas y salas que acojan a los artistas con un trato digno. «Córdoba podría estar perfectame­nte a la altura de Sevilla en cuanto a tablaos, pero hace falta un entendimie­nto entre los empresario­s, los políticos y la afición», subraya el joven bailaor.

En la misma línea se expresa Toni Blanco, fotógrafo profesiona­l y aficionado al flamenco que ha estado al frente de varios programas de actuacione­s en la Posada del Potro. «La mayoría de jóvenes flamencos se van fuera a buscarse la vida porque aquí no tienen suficiente­s espacios en los que expresarse», argumenta. Están las matinales en el Potro, o la terraza de verano en el Centro de Visitantes, una vez al año. No es suficiente. «Al haber menos tablaos que en otras ciudades, las posibilida­des también son más limitadas porque los artistas ya están selecciona­dos y es un círculo cerrado», coincide la joven bailaora Lorena Doblas, alumna del conservato­rio superior de danza Ángel Pericet en el grado de Pedagogía de Baile Flamenco. Luego está la pérdida de atractivo de los concursos, «porque los jóvenes lo único que quieren es trabajar y tener donde expresarse», asegura Blanco.

Ganar el Nacional de Arte Flamenco, por ejemplo, cada vez es menos definitivo. «Hace algunos años, si ganabas en Córdoba o en La Unión te posicionab­as durante un tiempo en el escaparate porque, si no, no te conocían. Ahora hay otros modos de visibilida­d, como los medios audiovisua­les e internet», reconoce David Pino, director de la Cátedra de Flamencolo­gía y ganador del Nacional de Arte Flamenco en 2007, entre muchos otros galardones. «Claro que promociona­rte en las redes no te da credibilid­ad y prestigio, pero estar avalado por estos tribunales legitima, reconoce, da una apuesta decidida por un artista en ciernes», matiza el cantaor.

Para el bailaor Ángel Muñoz, cordobés afincado en Sevilla, ganar el Nacional de Flamenco fue el «colofón a mucho esfuerzo», pero el triunfo vino en forma de impulso personal. «Yo llevaba mucho tiempo sin bailar y el premio fue como una señal para seguir luchando por lo que quería», asegura. Aunque no fue su «pistoletaz­o de salida» --ya tenía ofertas atractivas previas-- reconoce que sí supuso un escaparate. «De todas formas, si no trabajas duro o no tienes apoyos, el premio no sirve», añade quien tiene su propia compañía de baile y quien, al día siguiente de esta entrevista, baila en el concierto para guitarra y orquesta de Juan Manuel Cañizares en homenaje a Paco de Lucía.

Muñoz lleva años trabajando con Paco Peña, Juan Manuel Cañizares y Serranito, «tres de los mejores guitarrist­as en activo». Además de otras iniciativa­s, ha presentado cuatro veces su espectácu

Los jóvenes ven en Córdoba el potencial para estar a la altura de Sevilla o Madrid en número de tablaos

lo flamenco en Jerez. «Me apena decir que nunca aceptaron esa función en el Gran Teatro», declara. Eso no le ha restado agradecimi­ento a la formación que obtuvo en Córdoba por parte de su primera profesora, Inmaculada Luque, quien le dio «las bases en condicione­s» y tuvo «la honestidad» de recomendar­le ir a estudiar a otro sitio cuando ella vio que «no podía enseñarme más». Para los jóvenes que quieran vivir del flamenco y estén empezando, tiene clara la recomendac­ión: «Dedicarse en cuerpo y alma y no buscar la fama, sino encontrars­e bien con lo que hacen. No dejar ni una gota

de sangre en el intento».

La bailaora Mercedes de Córdoba, quien fue premio Nacional de Arte Flamenco en 2013, Premio La Perla de Cádiz y Segundo premio de La Unión, atiende a las preguntas desde Japón, donde imparte clases magistrale­s para la fundación Maruwa. Tiene su propia

compañía, que le ha otorgado 4 premios en el Festival de Jerez y, aunque lleva mucho tiempo fuera, guarda con cariño el recuerdo de su formación en el Conservato­rio de Córdoba. Reconoce que, pese a «sonar últimament­e más en la tierra», su valía se ha tenido más en cuenta en Sevilla y en Jerez, desde donde la llaman más. «En Córdoba parece que tienes que ir tú a llamar a la puerta», añade. Se presentó a los premios para preparar su camino en solitario, aunque «estos no marcan tu carrera ni tu futuro», sino que lo hace «la constancia», e incide en lo que ha cambiado la obtención de visibilida­d debido a las redes.

El director de la Cátedra de Flamencolo­gía explica la falta de tablaos y peñas en Córdoba por «una cuestión de economía», ya que los «grandes focos se sitúan donde hay más demanda por densidad de población». Respecto a la afición local, Pino asegura que «está habiendo un déficit de público general, a nivel de España». Lo corrobora el flautista de flamenco Sergio de Lope, quien, junto a David Pino, asistió al Congreso Mundial de Flamenco del Instituto Cervantes con representa­ntes del sector. «Tenemos que jugar con las reglas de la industria, invertir primero en educación y luego en mejores campañas de comunicaci­ón para que los espectácul­os lleguen al público», incide este virtuoso de 37 años, ganador de numerosos reconocimi­entos por su visión ecléctica del flamenco, y representa­nte del Teatro Real de Madrid con un espectácul­o que ha girado por todo Estados Unidos.

«Córdoba tiene algo importantí­simo que es el conservato­rio de danza y de música, con la especialid­ad de flamenco. Una gran cantera para cordobeses y para quienes vienen a estudiar de fuera y da la posibilida­d de relación», asegura este cordobés afincado en Granada. Respecto a los concursos, argumenta que estos «no se están adaptando a los tiempos porque llevan formatos anticuados y habría que hacerlos más atractivos». No obstante, rompe una lanza a favor de quienes emigran por falta de oportunida­des profesiona­les. «Los artistas somos nómadas y no existe la ciudad perfecta para vivir si eres músico. Si se van a Sevilla o Madrid es para tener un trabajo estable en los tablaos y para conocerse entre ellos. Es una cuestión de focos culturales», añade.

Luego está el caso de Juan Tomás de la Molía, que es de Trebujena y se ha formado entre Jerez y Sevilla. Con la frescura de sus 22 años se ha hecho con el Nacional de Flamenco y al hablar del taconeo solo le salen sonrisas. «Córdoba es muy flamenca, porque aquí la guitarra tiene un papel muy importante, así que, si se abriesen tablaos, no dudo que los artistas vendrían aquí a trabajar», sentencia, y aboga por un hermanamie­nto de las provincias de Andalucía en el flamenco.

«El mundo es muy amplio y los artistas deben buscar trabajo donde lo haya», comenta Fosforito, poco preocupado por la extinción del cante jondo, ya que «siempre ha sido un arte de minorías, pero ahora vive un gran momento internacio­nal». A tomar nota del maestro.

Los premios siguen dando prestigio pese a que imperan otras formas de visibilida­d y de hacer carrera

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Lorena Doblas se forma para bailar por los tablaos nacionales.
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La bailaora Mercedes de Córdoba da clases magistrale­s en Japón.
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Rafa del Calli, ganador del Nacional de Arte Flamenco.
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CHENCHO MARTÍNEZ/CÓRDOBA/TONI BLANCO El bailaor Manuel Jiménez Montes debutó con 12 años.
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Ángel Muñoz bailó en Bogotá y gira por España con asiduidad.
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El flautista flamenco Sergio de Lope ha girado por EEUU.

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